Igualdad es la consigna guerrera del feminismo secular, que se ha estado organizando desde el siglo XIX. En un primer momento, este movimiento buscó y obtuvo reformas que eran realmente necesarias en favor de las mujeres, especialmente en el campo de los derechos civiles. Pero pasado un tiempo de tranquilidad, después de la II Guerra Mundial, el movimiento resurgió convirtiéndose en una verdadera revuelta contra la mismísima naturaleza femenina. Esto se ha debido en gran parte al libro «The Feminine Mystique» (la mística femenina) de la psicóloga Betty Friedan, adonde afirma que las mujeres han sido engañadas y se les ha lavado el cerebro para que consideren su rol sexual de esposa y madre como la única meta deseable. En este libro se dice que el término «ama de casa» se convirtió en algo despectivo con respecto a las mujeres que dedican todo su tiempo a los deberes de madre y esposa. En su pensamiento influyó Maslow, uno de los pioneros de la autorrealización humana de la corriente de la Nueva Era.
The Feminine Mystique mostró a las mujeres que la vida les ofrecía más que un hogar, marido e hijos. B.F. proponía una revolución social cuando dijo: «necesitamos una reforma drástica de la imagen de la feminidad que permita a las mujeres alcanzar la madurez, identidad y el ser completas en sí mismas, sin el conflicto de la satisfacción sexual». Esta reforma supuestamente era necesaria porque la cultura existente no permitía a las mujeres «satisfacer su necesidad básica de crecer y desarrollar sus potencialidades como seres humanos, necesidad que no está definida solamente por su rol sexual».
B.F. fué signataria del Manifiesto Humanista II, cuyo preámbulo declara que nuestra «última meta debe ser la realización del potencial de crecimiento de cada personalidad humana», libre de las «reglas morales tradicionales» y de una fe «pasada de moda» en un «Dios que oye oraciones».
La lectura cuidadosa de este documento revela que las demandas de la Friedan son puro humanismo (cuyos principios han vuelto a circular como movimiento de la Nueva Era). Así, el humanismo secular alimentó el movimiento de liberación de la mujer cuando las mujeres educadas comenzaron a mirar fuera del hogar para realizarse. El matrimonio ya no era una vocación a la que una se entregaba desinteresadamente (como sucede con cualquier otra vocación); ser esposa y madre se consideraban solamente «papeles» en el drama de la vida, y el concepto cristiano de la feminidad fué desechado.
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