El caso sobre el que se pronunció el Tribunal era el de “Freddy” McConnell. Nacida mujer, para adaptarse a su “identidad de género” comenzó a tomar, a los 25 años, testosterona, sometiéndose a diversas intervenciones, entre ellas una, que tuvo lugar en Florida, de eliminación del pecho.
A pesar de esta transformación, McConnell dio a luz a un niño en 2018 y fue entonces cuando comenzó una batalla legal: la de ser reconocido como el padre del neonato. Sin embargo, el resultado de su apelación a los jueces no ha dado el resultado que “Freddy” esperaba: el año pasado Sir Andrew McFarlane, presidente de la División de Familia y el juez más veterano de Inglaterra y Gales en materia de derecho de familia, ya había establecido que, independientemente de su sexo, las personas que han dado a luz legalmente son y sólo pueden ser las madres.
“Freddy” McConnell apeló y volvió a ver desestimadas sus pretensiones. Volvió a apelar, esta vez ante el Tribunal Supremo, la última instancia en Inglaterra. Ahora el Supremo ha rechazado su petición y cierra así definitivamente el caso en el Reino Unido. McConnell ya ha anunciado que recurrirá al Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo, esperando encontrar allí a jueces más alineados con las directrices de la ideología de género.
Hasta aquí un extracto de la noticia.
Es absolutamente lógico el fallo. Los tan mentados supuestos derechos que esgrimen los grupos que llevan la agenda LGBTIQ, no pueden contradecirse. Si la dama pretende ser un caballero e hizo los trámites para cambiar de sexo, no le es lícito volver sobre sus pasos y pretender ser la madre de un bebé cuando ella se autopercibe como varón en forma privada y pública y así legalmente lo solicitó.
Esta actitud lamentable es típica de los de género: el mismo es cultural y variable. Hoy son mujeres, mañana pueden ser hombres. Así no se juega con el estado civil que es de orden público y además está en juego la identificación civil de las personas.
Ya lo decíamos antes que ahora en Tradición Viva : “Realmente un espanto. Vivimos en una sociedad de ética líquida donde cualquier mero deseo, aún de una pequeña niña, debe ser respetado como un “derecho”. Pero además propiamente el cambio de sexo no existe porque los cromosomas con los que se nace son imposibles de ser cambiados.
Es obvio además que cualquier mero deseo no constituye un derecho humano.
Esto que está sucediendo es producto del relativismo ético que busca instaurar una reingeniería social antinatural como parte del ataque a la familia constituida por mujer y varón, siguiendo los dictados del nuevo orden mundial.”
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