El Requeté se unió al levantamiento el 18 de julio de 1936, como ya se había previsto. El príncipe don Javier dio la orden de que los carlistas secundasen el alzamiento. Debemos señalar que hubo unos 60.000 combatientes, de los cuales nacieron 42 tercios.
De estos 42: 10 fueron navarros, 8 vascos, 8 castellanos, 7 andaluces, 6 aragoneses, 2 asturianos y uno de catalanes.
El alzamiento fue seguido por todos los círculos carlistas preparados, salvo los de Madrid y Barcelona, donde estos círculos habían sido cerrados. El Requeté de Pamplona envió a su comarca y a Estella, San Sebastián y Bilbao mensajeros con la orden de la movilización (Iribarren, 1937). El acuerdo entre Fal Conde y Mola con la adscripción del movimiento carlista llegó también al jefe tradicionalista de Andalucía, García Verde que se encontraba en Pamplona y fue en avión hasta Sevilla para ponerse al frente del requeté sevillano.
El alzamiento comenzó en Marruecos el 17 de julio y desde esta zona se extendió hacia el norte. Por tanto, los primeros carlistas que se sumaron fueron los de Andalucía que se levantaron el día 18. El requeté sevillano no disponía de un gran número de armas y cuando el ejército se sublevó en la capital andaluza, Redondo asumió el mando y sus 25 boinas rojas se pusieron bajo el mando del ejército que les proporcionaron fusiles. Con tan solo unos cuantos guardias civiles, quince falangistas, la pequeña fuerza militar de Queipo de Llano que se había dispuesto como líder del alzamiento en Sevilla, y los carlistas citados, se controló el centro de la ciudad (Copado, 1937). En una acción importante digna de un genio militar y que se describe con mejor detalle en las memorias del general.
En aquella misma tarde un destacamento importante de requetés partieron al mando de José García Barroso hacia Jerez de la Frontera para controlar la ciudad. Otros marcharon hacia La Línea, Cádiz y Algeciras. Sin embargo, en la provincia de Málaga la sublevación fracasó, en Granada hubo enfrentamientos entre las dos facciones, mientras que en Jaén la Guardia Civil prefirió mantenerse leal a la República y los requetés esperarían allí para nada la orden de levantarse (Thomas, 1976).
Pero los carlistas más numerosos eran los del norte, sin duda. En Pamplona la orden de alzarse llegó a última hora del 18 de julio. De tal manera, que a las seis de la mañana los numerosos carlistas y un buen número de falangistas se dispusieron en la plaza del Castillo y ocuparon velozmente la ciudad, sin que hubiese una verdadera resistencia. Lo mismo sucedió con el resto de las ciudades y con la propia comunidad navarra.
En unas pocas horas el carlismo había movilizado 6.000 carlistas sólo en Pamplona (Díaz de Villegas, 1957). El carlismo había vuelto, era una realidad y sin duda, una gran amenaza para el régimen republicano. El alzamiento militar puso de manifiesto que aún quedaban numerosos requetés que estaban dispuestos a morir por «Dios, la Patria y el rey», un movimiento principalmente seguido por familias tradicionalistas y por jóvenes herederos del propio carlismo que no temblaron a la hora de tomar las armas, siguiendo el lema dado por su propio himno, el Oriamendi: «Por Dios, la Patria y el rey, lucharon nuestros padres, por Dios la Patria y el rey, lucharemos nosotros también».
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