«[Diego Armando Maradona] Que al paraíso te lleven los ángeles, que te introduzcan en la ciudad santa de Jerusalén los mártires, que todos los santos, con la Virgen Madre, te lleven a la presencia de Dios», rezó el sacerdote en la Catedral Metropolitana de la ciudad de Buenos Aires.
Creo que cabe una sincera y honesta reflexión sobre las palabras dichas por el sacerdote. Porque, un Católico que lucha a diario por santificarse, que honra a Dios con sus actos, ruega y ora, bendice y no maldice, evita el mal y hace el bien, quedará desconcertado con la frase del aquel presbítero. El amor no es un sentimiento liso y llano, ni podemos rebajarlo a sentimentalismos, y menos aún a una expresión de deseo. No señor. El astro del balón, habrá sido un excelente jugador, nadie va a juzgar esa habilidad de Maradona, pero no se ha conducido por el camino de Dios, fue por el otro camino…
«Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran».
Diego Armando Maradona no se caracterizó por ser un ejemplo cristiano. Vienen a mi mente los mártires, quienes dieron su vida por Cristo, tanto los de antaño como los actuales. Ellos dieron y dan testimonio de que la fe, no es un sentimiento ni un sentimentalismo, la fe es un don que se recibe para ir por el camino estrecho, para pasar por la puerta angosta.
Pero en Argentina, mi amada patria, abunda ese sentimiento que pone en pedestal a las personas equivocadas. De hecho, Maradona es comparado con un dios y tiene su iglesia Maradoniana que reúne a los fanáticos del fútbol y del astro. ¿No es acaso idolatría?
El mundo tiene sus reglas y sus dioses. Pero el Católico, «no es del mundo», parafraseando a Nuestro Señor Jesucristo, y tiene a su Dios, su Único Señor.
Demostrar afecto por alguien no es algo malo, todo lo contrario, más aún si parte de esta tierra, pero el sentimentalismo no es para nada beneficioso, más cuando de un sacerdote salen las palabras con las que inicié este comentario.
Conocemos un caso parecido en el Nuevo Testamento, pero hubo a último momento un gran arrepentimiento. Dimas, el ladrón bueno que crucificaron a la derecha de Jesús. Seguramente no fue una persona ejemplar, pero se arrepintió y reconoció a Jesús como el Salvador: «acuérdate de mí…» [Lc 23,42]
Espero que se haya arrepentido en su último suspiro, de, por ejemplo, llamar hijo de puta a Juan Pablo II. O de renegar de la Iglesia Católica por ser opulenta y luego predicar a los pobres. No, el futbolista, no amaba a la Iglesia.
Dejémonos de sentimentalismos y amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas a Cristo Rey.
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