Desde 1561 capital de España, tras barajarse Lisboa, Sevilla y Barcelona. Felipe II tomó la decisión, pero todas las opciones eran interesantes. Atrás –pero siempre en la historia- quedaron Toledo, Córdoba y Valladolid. Aunque esta importante y mítica ciudad castellana volvió a ser sede de la Corte entre 1601 y 1606, Sevilla entre 1729 y 1733 y en la Guerra de la Independencia ante el invasor francés, entre 1808 y 1814 lo fue Cádiz en comandita con San Fernando y Sevilla. Entre 1936 y 1939, el Gobierno de la República llegó a tener la sede en la magnífica Valencia, luego fue la extraordinaria ciudad de Barcelona y en sus últimos momentos las bellas Gerona y Figueras. Provisionalmente, al finalizar nuestra triste guerra civil, la inigualable ciudad de Burgos fue capital de España.
La historia es como es, está casi toda escrita y es inamovible. De todas las dudas acerca de lo acertado o no de la decisión de Felipe II, no haber elegido Lisboa es, hace mucho, el mayor contenedor de reproches por un grupo importante de historiadores.
Hoy la Villa de Madrid es la capital del Estado, el resultado de casi cinco siglos de capitalidad y en la que toda España ha puesto su granito de arena. Un municipio de más de 3,5 millones de habitantes, el más poblado de España. Su área metropolitana bordea los 7 millones de ciudadanos, la segunda más numerosa de la Unión Europea, tras la de París, y la segunda ciudad más populosa, detrás de Berlín. Sede de una ingente cantidad de instituciones públicas y privadas, nacionales e internacionales, baste decir que es una de las ciudades más importantes del mundo en todos los órdenes por el empuje, la vitalidad y la realidad de España, la semisuma y el compendio de la fuerza de todos.
Actualmente, Madrid es la comunidad autónoma de mayor volumen económico y fiscal y la de mayor capacidad de acogida para los españoles de todos los lares. Ello hace que el constante trasiego de ciudadanos de toda España que, en muchos casos llegan para quedarse, haya creado un estilo y una idiosincrasia propios y, sin embargo, con características del resto de las regiones. Dicen que la capital acoge y atrapa, pues todos encuentran un trozo de lo suyo y parte de lo característico de todos los demás, ello le confiere un especial atractivo que sumar a la innegable oferta cultural, sociológica y vital de esta increíble y bellísima ciudad, provincia y comunidad autónoma.
Así las cosas, con las reglas y las leyes del constitucional estado de las autonomías, Madrid ha conseguido tener a lo largo de los años una economía boyante con una fiscalidad mucho menos cara e invasiva que otras muchas comunidades patrias. Con menos impuestos los ciudadanos disponen de mayor liquidez, ello favorece que aumenten el consumo y el emprendimiento y, por tanto y a la postre, la recaudación fiscal. A muchos les cuesta creer en la receta, o quizá no tanto. Lo cierto es que la tentación de aguar la fiesta a la simbólica capital es una constante por parte de aquellos que o no pueden nunca ganar o por los que dicen querer marcharse, pero sobre todo quisieran someternos a todos en sus extraños e inviables laberintos. Y no, Madrid no se toca, no se toca España ni se tocará la libertad. El tiempo pasará. Madrid, Madriz, Madrit…
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