En Argentina no dejan de vivirse momentos tensos. Es la nueva Argentina versus la Argentina de la Constitución Nacional. En el preámbulo de esta, y en su primera parte, puede leerse que se invoca la protección de Dios y que se sostiene el Culto Católico Romano. La nueva Argentina es anticatólica y anti-vida. Un país donde el lobby LGBT ejerce más presión que el Papa Francisco. Un país donde la Catolicidad es una molestia, Jesús molesta. La nueva Argentina se fagocita a la vieja, a aquella que tenía respeto por la vida, las dos vidas, la de la mamá y la del bebé por nacer. Respetaba a Dios y sus leyes. Un país donde el amor por el prójimo se manifestaba en la caridad, de allí un dicho popular que dice: «donde comen dos, comen tres». Pero esa Argentina entró en estado jubilatorio, ya es pasiva. La nueva Argetina es adolescente, y no lo digo sin sentido. Adolesce de lo más elemental, el respeto.

La nueva Argentina se lleva todo por delante. Atrás quedaron la Constitución Nacional, el derecho a la vida, el matrimonio entre el hombre y la mujer. Esta Argentina dejó de ser la que era. Su ídolo es el fútbol, pero se le murió su dios. El mismísimo Señor, Nuestro Dios, es un ente desconocido y por las dudas expulsado.

Pero esa tensión entre lo viejo y lo nuevo, como una cadena que se tira de ambos extremos, se ha de romper en un momento o en otro, pero el destino es la ruptura. ¿Por donde se cortará? Por el eslabón más debil. Hoy ese eslabón es el derecho a la vida por nacer. Cuando en Argetina se apruebe la ley del aborto -imploremos a Dios que no suceda- se romperá la cadena de lo vetusto y lo nuevo. Si no se defiende el derecho a vivir, ¿qué seguirá?

Un bebé en gestación es un ser humano íntegro. Pero la nueva Argentina no ve eso, está como cegada, ahí solo hay un «fenómeno», dijera el ministro de Salud y Acción Social, Gines García. ¿Es que acaso un bebé no tiene derecho a seguir viviendo? Desde el momento en que el óvulo y el espermatozoide, que ambos están vivos, se unen, la vida continúa su proceso normal y naturalmente. Ese proceso no termina sino en un ataúd y luego en el cementerio.

Un bebé en el vientre de una madre, es un ser de lo más indefenso. Y si no lo defiende la madre y su padre, ¿quién lo va a defender? Lamentablemente, muchas mujeres no se dan cuenta que el hombre, ese ser humano que la embarazó, tiene tanta responsabilidad como ella en la gestación del bebé. ¿Por qué el castigo recae sobre el bebé? ¿Hay que matarlo? ¿Es esa la solución?

La cadena se corta por el eslabón más débil, y en Argentina, tiran y tiran de uno de los extremos queriendo que se corte. Digamos basta a esta locura, porque eso es lo que se está viviendo, una locura.

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