Las mujeres realistas chilenas (defensoras de la católica hispanidad) fueron profusamente insultadas en la prensa revolucionaria al ser denominadas «sarracenas», «godas obstinadas» o «beatas», a las mujeres realistas, parientes de autoridades y soldados realistas, se las asociaba a la traición, y en ocasiones, a la seducción artera de patriotas. Asimismo eran tildadas de «feas» y «viejas», cualidades atribuibles a las «antipatriotas» y eran amenazadas con la reclusión en establecimientos correccionales. Sin embargo la realidad demuestra como «los patriotas chilenos» se vendieron al capital inglés y a la masonería. La historia de los realistas chilenos ha sido concienzudamente borrada de la historia oficial, sin embargo hoy en Tradición Viva recuperamos un texto donde se demuestra el odio revolucionario a la virtud y al verdadero patriotismo»:

Ya no pueden escucharse con indiferencia las repetidas declamaciones contra la osadía de algunas mujeres que se declaran enemigas de la libertad de la patria. Lisonjeadas de las consideraciones que la educaci6n y el hábito de respeto tienen consagradas a su sexo, se juzgan defendidas por un privilegio de absoluta impunidad para verter la opinión que aprendieron del hombre que las halagaba, del perverso confesor que se las enseño como un dogma, o del realista que las sostiene. Estas tres clases triunfan de su ignorancia.

No pueden ser muchas las seducidas por el amor: porque son muy pocas las que lo merezcan. Ya se ha dicho otras veces que las anti-patriotas en lo general son feas, o viejas, o rudas, y no hay pasión tan extravagante que se dedique a semejantes objetos. Si existe alguna que reúna las gracias del talento a la juventud y la hermosura, ella adoptará muy breve nuestro sistema, siempre que trate con los que lo profesan y se lo hagan entender. La desgracia es, que las mas veces un acaloramiento del corazón se hace superior a la filosofía y al interés público: y el temor de disgustar a la señora enmudece acaso a los mas bravos y resueltos defensores de la independencia. No, estos deben exigir como un credencial de estar correspondidos, el que se les oiga con prevenci6n, y entonces verán convertidas a
aquellas mismas que recelaban ofender. La experiencia nos acredita continuamente estas mudanzas tan satisfactorias al que vence, como gloriosas a la dócil belleza que cede a la razón y la justicia. Yo podría citar ejemplares, si la modestia no me impusiese un silencio que no se si siempre podre guardar con las godas obstinadas, y después de reclutarlas en el nuevo hospicio tendrán que darse a la Gaceta.

Pero ¿quiénes son estas? ¿Podrán ellas conquistar el espíritu de los comprometidos con la doctrina de sus apóstoles secretos, de esos fanáticos profanadores del ministerio mas augusto del Dios de la mansedumbre y autor divino de la libertad? iAh que guerra tan sorda, tan maligna y terrible la de estos hipócritas! Ellos son aquellos sacerdotes, a quienes mandó Jesucristo, que no se creyese aunque viniesen vestidos con piel de oveja, porque en su corazón son lobos rapaces. Ellos han fingido por una subversión de la moral que la independencia de la América es un pecado, al paso que predicaban que lo era no declararse por la independencia de España cuando la ocupó Bonaparte. La justicia y la verdad son de todas tiempos, de todas regiones, de todas circunstancias. Bárbaros, ¿que necesidad tenemos de manifestar vuestras inconsecuencias para que no os presten asenso los incautos? Cualquiera que tenga un rayo de luz natural, conocerá que no puede dañar su conciencia el amor del suelo en que ha nacido, el de la independencia que recibió del creador, y la desobediencia a un rey puesto por los españoles, tirano con ellos mismos y repulsado por la voz general de la América que se compone de hombres como aquellos.
Beatas infelices, leed tantos papeles incontestables que han escrito hombres sabios y virtuosos para desengañaros de esas máximas absurdas, del recuerdo de un juramento que jamás ha existido, de la sumisi6n a una potestad nula después que la han desconocido los pueblos, y en fin de consagrar como un principio divino la majestad humana y la esclavitud de los que eligen y quitan los reyes. ¿Queréis acabaros de desimpresionar?

Cualquiera de vosotras exija de uno de sus teólogos que escriba un papel anónimo fundando la injusticia que supone en nuestro sistema: hay mil modos de que llegue a mis manos sin perjuicio del autor, yo lo daré a la Gazeta con la contestación. Si se consigue este paso, estoy cierto que vais a decidiros por la patria, a no ser que pongáis el corazón en contradicción con el entendimiento, o que no tengais el necesario para distinguir lo bueno y lo malo.

Las que se llaman realistas porque uno de estos la sostiene, debían preferir la escasez y la miseria misma a la vergüenza de mirarse confundidas con ese titulo odioso entre las necias, atroces y petrificadas con los tristes monumentos de la añeja servidumbre. Entonces triunfando del carácter difícil de sus tenaces bienhechores corresponderían el favor, haciéndolos patriotas, dignos y capaces de las ventajas de los buenos ciudadanos. La lástima es que muchas señoras, por otra parte, verdaderamente afectas a su país admiten con distinción a los mismos que lo aborrecen, y no se atreven a repulsarlos con la energía que inspira el honor de la gran causa. Me fatiga la imaginación tratar de esta materia en que un sentimiento de caridad me sobrepone a la irritación que produce en el ánimo el atrevimiento de las anti-patriotas, cuando se de positivo que ellas irán muy pronto a depurar sus errores en el establecimiento de corrección que no quedará en amenazas.

Bernardo O`Higgins

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