Decir a estas alturas que la comunidad internacional lleva desde 1948, año de la creación del Estado de Israel, mirando hacia otro lado en todas y cada una de las innumerables agresiones a Palestina por parte de Israel, no es decir nada nuevo. Es más de lo mismo, de lo de siempre, y a lo que estamos ya acostumbrados. Decir que Israel lleva cometiendo un genocidio en Palestina desde entonces con el silencio cómplice de la llamada comunidad internacional, tampoco supone ninguna novedad, puesto que es sabido que se le sigue dando la espalda al pueblo palestino, un pueblo sin Estado que desde hace décadas está sometido a un genocidio resultado de un plan de exterminio por parte de Israel.
En este año que ahora termina, el último presidente de los EEUU, Donald Trump, en línea con los anteriores y con el que venga ahora, seguramente Joe Biden, pues en esto no hay la menor discrepancia, propuso una solución que favorece a los intereses israelíes exclusivamente. Esta es la conformación de dos Estados: Un Estado palestino, que a día de hoy sigue sin existir, convertido en piezas de lego y con corredores de conexión entre los centenares de microterritorios en que quedaría reducido. Y otro Estado sionista, el de Israel, con capital en Jerusalén y un nuevo trazado de las fronteras que concede a Israel el oeste del valle del río Jordán, con lo que se anexionaría parte de Cisjordania. Jerusalén queda así como capital definitiva, exclusiva y excluyente, de Israel. Esta nueva imposición de futuro al pueblo palestino ha sido orquestada por los EEUU, y difundida como un gran acuerdo para la paz….. para la paz de los cementerios palestinos, naturalmente. Lo cierto y seguro es que este plan plasma geográficamente las pretensiones originales de Israel, que son reducir Palestina a la nada social y política.
Así, este plan de paz consiste lisa y llanamente en romper y fragmentar Palestina pues el nuevo mapa que marca el plan estadounidense muestra un Estado palestino fragmentado a quien se le ofrece corredores o túneles subterráneos que no comprometan la seguridad israelí. De la misma manera, se concede a Israel zonas al oeste del valle del río Jordán, situadas en Cisjordania, con lo que esta área ocupada quedaría sin salida directa desde Palestina a Jordania, a la que estaría comunicada por dos carreteras que cruzarían territorio israelí hasta alcanzar la frontera jordana.
Escondido tras la retórica de un padre benefactor que quiere la reconciliación de sus hijos, esta interpretación bíblica estalla ante el rostro de una Palestina fragmentada, desgajada y en pleno estado de guerra continuado por parte de Israel, cuyo Estado, que presume de democrático, se fundamenta en los relatos bíblicos del Antiguo Testamento, algo más propio de una teocracia que de una supuesta democracia. La historia contemporánea de la fundación del Estado de Israel en 1948, responde a un origen bien claro de ocupación del territorio de Palestina mediante la presión del terrorismo judío de organizaciones como Irgun. Haganah o Stern, basado en una interpretación teocrática, autoritaria, victimista y colonialista. La mera existencia de Israel en los términos contemporáneos actuales desde el siglo XX no deja lugar a dudas, es un Estado creado en esencia para el exterminio incondicional de Palestina, de la que hoy apenas queda Gaza y Ramala o Ramallah. Nada puede asemejar su fundación y desarrollo a otros Estados-Nación construidos en el siglo XIX, que tenían una finalidad aglutinadora. En cambio, el Estado de Israel nace contemporáneamente con una finalidad disociadora y genocida, y practicando su opresión y genocidio hacia un enemigo étnico al que exterminar como razón de ser de su existencia. En eso consiste el sionismo.
Este acuerdo, además, fija una serie de condiciones inhumanas para la población palestina, concretamente en Gaza, que se ve diezmada por los ataques y bombardeos sionistas continuos. Se trata de tener a los palestinos domesticados y de impedirles defenderse de los ataques israelíes. En concreto, el acuerdo amenaza a ese territorio con no permitirles una alternativa de convivencia posible a no ser que cesen sus respuestas y su autodefensa armada contra Israel. Impone a la franja de Gaza la creación de un gobierno palestino comprensivo con la necesidad de seguridad israelí, y que mantenga la entidad sionista la soberanía sobre sus aguas territoriales. Por supuesto, nadie habla de la seguridad palestina frente a los continuos ataques sionistas israelíes, porque eso a nadie le importa.
En el mapa trazado por el plan de este año para esa región, se propone, siempre que se cumplan las exigencias anteriores y hubiese buena voluntad por parte de Palestina, la cesión de zonas donde establecerían empresas tecnológicas israelíes que emplearían a población de Gaza, y a parte áreas residenciales y agrícolas, separadas de la cercana frontera con Egipto por una estrecha franja fronteriza que estaría controlada militarmente por Israel. La capital única e indivisible de Israel será Jerusalén, otorgando las afueras de la ciudad en su zona este y sur, llamada en árabe Al Quds, como capital del Estado palestino. Por último, este acuerdo de este año, incluye la imposibilidad de retorno de los refugiados palestinos en su mayoría. Establece tres opciones para los refugiados palestinos que busquen un sitio permanente de residencia: o bien la absorción en el futuro Estado palestino exclusivamente para aquellos registrados en la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA); o bien la integración en sus países actuales de acogida; o bien su reubicación en los países miembros de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) que los acepten.
Toda propuesta de economía propia en Palestina queda supeditada a un plan de libre comercio, fundamentado en los derechos de propiedad y una manufactura de carácter exclusivamente capitalista, muy al contrario de la economía social y comunitaria que históricamente se ha desarrollado en esta región.
En conclusión, igual que existen virus y enfermedades infectocontagiosas incompatibles con la vida humana, la Israel sionista es absolutamente incompatible con la existencia de vida humana en Palestina, y mientras esta situación siga perpetuándose, a Palestina y a los palestinos solo les queda la resistencia y la solidaridad del resto de pueblos del mundo.
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