Fue un 17 de Agosto de 1962 cuando Peter Fetcher y su amigo Helmut decidieron emprender una aventura, una peligrosa aventura. Estos portaban la coraza de la temeridad, propia de una juventud ansiosa de esquivar los barrotes de un sistema que cercenan la libertad. Tras una paciente planificación , ahondaron aquel muro que se alzó en Berlín y cuya línea roja dividía al Estado capitalista del capitalismo de Estado. Peter Fetcher ansiaba ver a su hermana, a la que veía todos los fines de semana antes que, los comunistas con el consentimiento de los aliados, construyeran dicho muro.

Tras esquivar los primeros obstáculos y escuchar las advertencias de los soldados de la Alemania oriental decidieron, sin echar la vista atrás, encarar el último obstáculo; tras las carreras, un salto, un pie de apoyo, una mano, la otra mano, el otro pie y un seco disparo alcanzó la cadera de Peter; cayendo de espaldas y malherido en el Pasillo de la muerte o zona de nadie. Sus 18 años agonizaban mientras su amigo Helmunt lograba dejar atrás esa frontera que les separaba de su hogar.

Al otro lado, además de los soldados que vigilan sus respectivas demarcaciones, entre el tumulto de numerosas personas se encontraba la hermana, cuñado y sobrinos de Peter. ¡ 50 minutos¡ de silenciosa agonía que fue rota por el griterío, pidiendo clemencia,  de las personas allí presentes. 50 minutos de cobardía y soberbia, su plegaria fue apagada cuando tres soldados y un oficial de la Alemania oriental cogían en brazos un cuerpo, cuya alma ya estaría gozando de la compañía de Jesús, para el que ninguna barrera puede impedir su paso.

En 1997, ya con la Alemania reunificada y sin muro , los 3 soldados fueron juzgados por homicidio y condenados a 21 meses de prisión que no fueron hechos efectivos pues era “imposible” dictaminar cual de ellos disparó. Más de 280 personas perdieron la vida tratando de saltar el muro ( muchas menos que los 864 muertos y más de 7.000 heridos causados por ETA)

Tras la caída del Muro de Berlín, vino la jornada de puertas abiertas de Gorbachov y la Perestroica en la que el Régimen Comunista de la URSS mostraría al mundo su gran cambio, como me decía mi padre, que conoció los embates de Stalin en las frías estepas rusas, “ el muro no ha caído, lo han tirado para ampliarlo”. Y los hechos demostraron que se hallaba en lo cierto; invasión de Afganistán, fortalecimiento y extensión de las guerrillas marxistas en Iberoamérica, el atentado por “Omisión del grave accidente de Chernobil, el conflicto con Ucrania ( con el derribo de un avión comercial) y el apoyo a las dictaduras de Cuba, Venezuela, Corea del Norte y China. Nada había cambiado, tan solo la imagen.

Mientras, el mundo libre occidental pagó la Reunificación y reconstrucción económica de Alemania, un super sarcófago que contenía el furor del uranio enriquecido de Chernobil, y de cuantas demandas y estropicios provocaba la dictadura del proletariado.

Hoy, el globalismo ha creado otro muro, que no es con soldados entrelazando sus brazos, ni de ladrillos, ni de cortantes alambradas; las sirenas han sido sustituidas por los medios de prensa y las torres de vigilancia por sistemas de reconocimiento facial y de ubicación que están presentes en los móviles , como vulgares chivatos. Este gran muro invisible cuenta con un nuevo componente que lo convierte en una pesadilla. Es un experimento en el que una amplia cantidad de personas no solo acepta sino que vela ( como un capo o colaboracionista) por la dictadura de la sumisión irracional; es una fusión entre el síndrome de Estocolmo y el de Diógenes. Es el nuevo comisariado Político- sanitario cuyas miradas atraviesan a los disidentes del N.O.M.

Para la ciudadanía lobotomizada somos unos provocadores y criminales contagiadores. El miedo campea por sus respetos y los controles en las fronteras, para algunos, se han multiplicado por mil. Las medidas absurdas que son bien acogidas por un amplio sector humano, son para las élites que las han creado una fuente de risa constante. Pocas veces el hombre ha logrado ser más burro que el burro.

Hoy aquella estatua de el “Pensador” de Rodin ha sido sustituido por una vacuna que será la panacea, frente a “ una Pandemia más”; para los creadores de este thriller, no para la víctima a la que se la administren. Ante esta situación parece que el desenlace de la película será catastrófico para la mayoría y bastante beneficio para unos pocos.

Y es que el Dios dinero lo puede todo, cambia gobiernos, duerme voluntades, acrecienta la sumisión y mata el alma, poco a poco o al instante, según el grado de docilidad.

Pero cuando todo parece perdido y entre los que combaten esta dictadura satánica se inocula la duda de una lucha perdida, siempre surgen…

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Mathias Rust era un joven piloto alemán de 19 años que en 1987 realizó otra peligrosa aventura . Con una avioneta monomotor Cessna realizó un vuelo de 750km, desde Vertesen, pasando por Islandia, Noruega y Finlandia para acabar aterrizando a escasos metros de la Plaza Roja de Moscú, volando a baja altura logró esquivar las defensas aéreas de la toda poderosa URSS, en plena guerra fría. El arrojo y desparpajo de este joven que reivindicaba la libertad causó asombro entre la gente y puso en ridículo la infranqueabilidad de la 2ª potencia mundial. Este joven que sabía mucho de Fronteras y como atravesarlas fue detenido sentenciado a 4 años en un campo de trabajo.

Pero tanto Peter como Mathias con su juventud y su arrojo nos muestran un camino; que se abre la esperanza:

Camino sin cesar,

Detrás de la verdad,

Y saber lo que es

Al fin la Libertad.

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