Por Luis Ignacio Amorós
Sigue la campaña a favor de la eugenesia
Los poderosos de la tierra, bien conocido es ya, tienen su agenda (anti)social. Desde hace unos años, toca implantar la eugenesia. Se logró por medio del aborto para los no natos, y se está procurando con la eutanasia para los ancianos y enfermos.
Por supuesto, los medios de comunicación de masas tienen una importancia fundamental en la creación de una opinión pública(da) favorable, para lograr posteriormente los cambios legislativos precisos. Método viejo que ya conocemos.En España hay diversos medios liberales-progresistas, pero a mi juicio destaca en su entusiasmo por esta campaña, entre todos (y hay dura competencia), el libertariano El Mundo. En varios artículos de esta bitácora ya lo he citado como fuente de diseño social.
El reportaje que traigo a colación hoy, y que a mi juicio da un paso más en esa abyecta campaña, lo firma Pedro Simón, es del pasado día 30 de marzo, y su leitmotiv lo dice todo: la historia del hombre al que le hubiera gustado morir de otro modo. Por supuesto, la muerte es la solución. Aquí se puede leer completo.
Voy a ahorrar al lector repetir conceptos: he escrito muchos artículos en esta misma bitácora sobre eutanasia, eugenesia y muerte en general. A ellos remito para un repaso a los conceptos generales ya tratados sobre este tema.
En este caso me quiero centrar en un aspecto: la manipulación periodística.
El caso de Rafael
El reportaje citado alude al caso de una persona afecta de una enfermedad neurodegenerativa, concretamente la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una de las estrellas para los pro-eutanasia. Las asociaciones de enfermos de ELA, como las de otros que padecen enfermedades neurdegenerativas (EN), no se cansan de pedir más medios para tratar su enfermedad, y más dotación presupuestaria para investigar su curación. Lo que quieren es vivir en mejores condiciones. Pero el primer punto no interesa nada a los gobernantes, y el segundo escasamente a los periodistas.
No. Lo que interesa de los enfermos de ELA es poder hacer un reportaje truculento a aquellos pocos que tiran la toalla y piden morir. Porque, y eso es lo primero que quiero resaltar, este reportaje, como la mayoría, no están hablando de eutanasia, sino de suicidio asistido. Como veremos, la vinculación fraudulenta entre ambos no es casual, sino perfectamente buscada.
Se utiliza como instrumento para un cambio social la desesperación de algunas personas enfermas, y los que sufren EN son ideales. Se les usó como producto desechable para conseguir la legalización de experimentación con embriones humanos (actualmente fenecida sin resultados por su inviabilidad, e invisible en los mismos medios de comunicación que se pasaron lustros clamando por su legalización), y se les usa como productos desechables para conseguir la eugenesia legal. Y Rafael es uno de ellos.
Acortaré esta parte: Rafael sufre una ELA avanzada, y quiere morirse ya. Y todo el reportaje gira en torno a ese punto. Ni se plantan alternativas, ni se profundiza en los motivos. El sentimentalismo, la emoción, la asquerosa historia de interés humano (voy, hago el reportaje y una fotos del sufrimiento de una persona y desaparezco de la vida de esa persona para siempre) son lo único que se muestra.
Con motivo de otro caso similar (qué casualidad, en el mismo diario) ya escribí un artículo dirigido fundamentalmente a la persona enferma y sufriente, a él me remito porque lo que le escribí a José Antonio, igualmente se lo escribiría a Rafael . Rezaré por él.
Pero, como decía antes, este no es un caso de eutanasia. En primer lugar porque la eutanasia precisa una enfermedad terminal, y este no es el caso, puesto que por malo que sea el estado de Rafael, todavía puede dar entrevistas y vivir en su casa. En segundo lugar porque en bioética actual, se considera la controversia de la eutanasia cuando el paciente no puede manifestar su voluntad (la llamada eutanasia avoluntaria). Y así, en los documentos de voluntades anticipadas oficiales que proporcionan los distintos servicios de salud autonómicos españoles, siempre aparece la premisa si no puedo expresar mi voluntad (véase como muestra este de mi comunidad autónoma, la Valenciana).
Si el paciente puede expresar su voluntad, entonces no hay nada que debatir sobre eutanasia. Una persona que quiere morir, se quiere suicidar. Y si pide ayuda para hacerlo, por cualquier motivo, se trata de un suicidio asistido. Como se ha mostrado de forma más clara, y menos torticera, en el caso de María José la mujer con esclerosis múltiple cuyo marido grabó un vídeo en el que manifestaba su voluntad de suicidarse, y lo publicó en redes para poder cubrirse ante la investigación judicial posterior. Como así fue, pues el juez dejó en libertad al marido posteriormente.
Hay una legislación en España sobre cooperación al suicidio, y los atenuantes por petición expresa de la víctima (código penal, artículo 143). No importa la razón por la cual la persona se quiera suicidar, sea una EN o un desamor; es algo muy personal. La cooperación al suicidio y sus circunstancias pertenecen a otra parte del derecho que no tiene que ver con la bioética.
Lo que yo pienso del suicidio es lo mismo que enseña la Santa Madre Iglesia. Y con la misma firmeza con la que lo encuentro rechazable, me abstengo de juzgar el corazón de quienes lo intentan o lo consuman. Su juicio está en manos de un Tribunal más Alto y más misericordioso. Yo me limitaré a desaprobarlo y procurar alejar de mí esa tentación. Y rezar por esa alma, claro está. En cuanto al derecho civil español… cosas mucho peores que la asistencia al suicidio están aprobadas y consideradas legítimas. Buena suerte a los jueces para andar investigando si quien manifiesta su deseo de suicidarse lo hace libremente o está coaccionado de algún modo.
Como saltamos del suicidio al asesinato legal de enfermos
Pero volvamos a lo que nos interesa. Volvamos, no a Rafael, sino a Pedro. A Pedro Simón, el de nombre redundante, y su tarea sucia de conseguir la legalización del asesinato entre lágrimas de compasión.
Se resume rápido el reportaje: nos cuenta la degeneración física de Rafael a causa de su EN, lo bien y activo que estaba de joven, y como la progresión de su enfermedad le ha ido haciendo perder capacidades, perder los pequeños places de la vida, depender de terapias y máquinas cada vez más para poder vivir, y sobre todo, de otras personas para las cosas más básicas, pues la pérdida de autonomía es la característica de las fases finales. Y el propio Rafael, que si tiene ese sufrimiento es porque la ciencia y la tecnología le han permitido vivir más que otros enfermos como él hace décadas (que hubiesen muerto mucho antes y con menos años de sufrimiento), ha comenzado a rechazar tratamientos como la traqueotomía, porque no quiere seguir luchando con las armas que la medicina le proporciona, en espera de una cura que nadie sabe cuando puede llegar. Para él es demasiado costoso seguir viviendo.
Todo el texto está trufado de la nostalgia por la salud perdida, de la evocación de los momentos felices que no valorábamos, de la frustración… de la desesperanza. Es decir, todo el cuadro está visto con el color de unas lentes que consideran que la vida con mala salud no es vida. Que hay que morir. Y punto.
Y esa conclusión final la comparten también los hijos entrevistados (curiosamente, no su mujer, la que al final le cuida más tiempo que nadie). Incluso hay extractadas frases de nietos como Paola que dicen que el abuelito estará mejor muerto. Asqueroso.
El periodista no ha hallado un enfermo de ELA que sufre síntomas o angustias distintas a las de otros enfermos de ELA, sino que ha hallado un enfermo de ELA que ha decidido poner fin a su vida voluntariamente. Y lo aprovecha a fondo, incluyendo una cartita personal a modo de despedida al final en plan colega, un abrazo.
Poco después de la entrevista, en el Hospital Doce de Octubre, donde el personal había hecho todo lo posible por aliviar sus padecimientos y proporcionarle más tiempo y calidad de vida, ingresó para una sedación terminal. En Román paladino, su homicidio con una sobredosis de sedantes. Suicidio voluntario, es cierto, pero muerte provocada a fin de cuentas. Legal en España desde hace mucho, por cierto. Me pregunto qué se supone que pide a los políticos Rafael, cuando es evidente que no ha tenido dificultad alguna en suicidarse como deseaba.
Conclusión
Dejamos aquí a Rafael en manos más compasivas. Me solidarizo con su dolor y entiendo humanamente su rendición, aunque no la comparta. He visto sufrir a muchos enfermos crónicos, luchar y sobreponerse admirablemente a algunos, y hundirse a otros; ni somos todos iguales ni la enfermedad golpea igual a todos. Pero suicidios ha habido a lo largo de toda la historia. Esto, siendo triste, no es nada nuevo.
Pero a El Mundo y sus amos, Rafael les ha servido como excusa. Porque todo el artículo está trufado de referencias a la eutanasia: que si Mar adentro, que sí los políticos tendrían que venir aquí y decirle a Rafael en la cara que no puede morirse (¿¿??).
Lo que este artículo está pretendiendo inculcar al lector es que, realmente, contra toda evidencia, y sin preguntar a todos los enfermos de ELA, sino únicamente a los que al medio le interesa, la vida con una EN avanzada no merece la pena vivirse. Y lo que se quiere modificar no es la ley de suicidio voluntario, sino la ley de eutanasia avoluntaria.
Lo que se busca de forma descarada, pues, es la eugenesia: cuando un enfermo de EN que no ha manifestado jamás dicha intención, llegue a un punto en que no pueda expresarse, se le matará por compasión, erigiendo a Rafael, a José Antonio y a la minoría que tiró la toalla como representantes de los que no se pueden expresar. Una cosa es respetarles como personas, y otra convertirlos en portavoces de un colectivo.
Y cuando ya esté admitido socialmente el homicidio en pacientes con EN espectaculares y aterradoras, entonces empezaremos a extenderlo a otras enfermedades crónicas y graves. Y tal vez luego a las no tan graves. Desde el momento en que una persona se erige en juez de lo válida o no que es la vida de otra, cualquier cosa se puede legalizar. El aborto libre en apenas 20 años es un ejemplo bueno y reciente.
Para ello se emplea una manipulación psicológica evidente: el miedo atroz que hay en nuestra sociedad a la enfermedad grave, a la postración, a los tratamientos, sobre todo invasivos. Al sufrimiento, en general. Cuando la persona se ve inmersa en esas situaciones realmente, la mayoría lucha y pelea por su vida, y agradece esos tratamientos que antes le daban pavor. Pero la mayoría social está razonablemente sana, y es fácil manipularla por el miedo. No muy distinto al miedo que se inculca al otro, al extranjero, o al diferente.
La táctica tiene éxito una vez más, claro está: nuestra sociedad se indigna hipócritamente cuando un libertariano de manual como Arcadi Espada defiende abiertamente la eugenesia en los niños con síndrome de Down, pero asiente bovinamente cuando la eugenesia prenatal a los mismos niños es legalmente un derecho de la mujer.
El enemigo de la vida y de Cristo emplea el miedo y la desesperanza como armas. Y los poderosos que pagan estas campañas porque consideran a los hombres meros instrumentos laborales y de consumo que cuando ya no son útiles/rentables deben ser desechados, son sus servidores.
Nosotros como cristianos debemos emplear la esperanza y el valor, porque todo ser humano tiene dignidad en sí mismo, independientemente de su estado de salud. Para respetar nuestra vida, que es don de Dios, y más aún la ajena, contra la que no podemos atentar, ni consentir que se atente, sin caer en pecado mortal. Los más desvalidos, los más inocentes y débiles, deben ser objeto de nuestro apoyo, afecto y protección.
Este artículo se publicó por primera vez en infocatólica.com
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