El de “batalla cultural” es un concepto táctico-estratégico que se ha puesto de moda entre cualificados portavoces del centro-derecha español, generando no pocas discusiones desestructuradas y politizadas.
Desde un tiempo atrás, se venía produciendo, de manera casi imperceptible, un reclamo en este sentido: había que imitar a las izquierdas y contrarrestarlas en los terrenos socio-culturales que les son propios y exclusivos.
Acaso fuera Cayetana Álvarez de Toledo quien reclamara con mayor insistencia, al menos últimamente y con nítidos intereses personales en juego, el valor de esta acción metapolítica, concebida a largo plazo y que supone, en definitiva, combatir ideas con ideas en todos los ámbitos de la vida social, particularmente en los medios de comunicación, el asociacionismo, la universidad, la enseñanza, la producción cultural…
El “padre” de la criatura es el tantas veces citado, pero apenas leído, Antonio Gramsci. Y no es un fácil reproche: la lectura de sus textos es tediosa, imbricada y un tanto esotérica. Encarcelado por el fascismo, este teórico un tanto heterodoxo del marxismo, percibió que todo cambio político era precedido por un cambio cultural y mental. De tal modo, el activista del futuro cambio revolucionario no era tanto la clase obrera, como el intelectual orgánico, es decir, el activista concienciado según las necesidades objetivas del momento revolucionario, quien se propone elaborar nuevos paradigmas mentales que sustituyan a los propios de las moribundas clases dirigentes, a las que finalmente derribar. Un cambio de hegemonía social, cultural y, finalmente, política, pues. Estas tácticas, de perspectiva estratégica, han sido muy bien desplegadas, a lo largo de 70 años, por el nacionalismo vasco y sus socios progresistas; de ahí que cuando relevaron a UPN del Gobierno de Navarra y demás instituciones, hablarán de “un cambio de régimen” y no de un mero cambio de partido de gobierno al modo demo-liberal. Y en ello siguen sin olvidar el cambio mental que, vía euskera principalmente, no aflojan en modo alguno, una vez alcanzado el gobierno, sino que persisten en su consolidación y profundización en los cuatro puntos cardinales de la geografía foral.
Pero apelar a la batalla cultural es una cosa y practicarla es otra.
De hecho, el Partido Popular ya organizó, a partir de fundaciones preexistentes, su think-thank de carácter ideológico, a modo de “laboratorio de ideas”: nos referimos a FAES . Pero de nada sirve una formidable fundación si sus ideas no son interiorizadas, difundidas y desplegadas por medio de activistas entusiastas (profesores de universidad, guías juveniles, líderes sociales, periodistas, sindicalistas) y normativizadas legalmente en el ámbito administrativo, docente y político. El PP tiene su FAES, pero de muy poco le ha servido a la sociedad española, más allá de a los cortos y particulares intereses de ciertos dirigentes implicados y, en ocasiones, a modo de contestación interna.
Este modelo también se trasladó, con mayor o menor fortuna, al ámbito autonómico. Destaquemos a la siempre interesante Fundación Popular de Estudios Vascos.
Pablo Casado respondió (véase un buen análisis al respecto en El País) tamaña interpelación, alegando que la batalla cultural debía tener lugar en el ámbito judicial y en las instituciones… No: Pablo Casado se quedó en la superficie del concepto, no en vano, lo suyo es la labor de pasillo, los despachos, las giras triunfales… todo ello político, muy político pero, sobre todo, partidista. Y es que nuestros políticos miran a corto plazo; lo suyo no es pensar a décadas vistas, ¡que lo haga quien quiera! Ellos, no. En contraste, estamos viendo que desde la izquierda, afrontando mal que bien la pandemia, persisten en sus objetivos culturales desde la perspectiva gramsciana, proporcionando nuevos golpes a la enseñanza concertada, suprimiendo la autoridad paterna en menores de edad embarazadas, cargándose el español como idioma vehicular… Algunos ingenuos se preguntan cómo es que, en tan dramática situación se empeñan en “colarnos” estas medidas. Pues, responderemos, que es lo que “tienen que hacer”: saben lo que quieren y cómo lo quieren, ahora, pero también mañana, trabajan para que así sea. Quieren el poder. El mayor posible. El más largo. Permanente, si se pudiera.
Y en el PP y en Ciudadanos siguen sin interesarse: lo suyo es ganar las elecciones (cuando lo hagan) y manejar las grandes magnitudes macroeconómicas.
En VOX, aparentemente, vienen tomando nota. De tal modo, diversas pequeñas estructuras de carácter ideológico vienen organizándose, en su entorno, con un claro reparto de papeles.
La veterana Fundación para la Defensa de la Nación Española, en su día “cuartel de invierno” de Santiago Abascal y algunos de los suyos, mantiene un cierto nivel de trabajo que bien refleja su página web. Algunos artículos de prensa, comunicados y conferencias por provincias, a cerca de la Leyenda Negra, secuelas del terrorismo, presentaciones de libros, etc., avalan este estilo de trabajo que podríamos calificar como propio de asociaciones básicamente culturales, si bien con voluntad de penetración social. Unas actividades que son un medio para movilizar un poquito a sus simpatizantes y a los afiliados en VOX con la ilusión de que “hacemos algo”.
Por su parte, el ISSEP, Instituto Superior de Sociología, Economía y Política ya ha empezado su primer “Programa de Liderazgo y Gobierno”, por el que aspira a “formar nuevos líderes para una nueva realidad”, es decir, a cargos orgánicos e institucionales de VOX a golpe de talonario. El perfil de su profesorado se orienta a la profesionalidad de los docentes: figuras conocidas de talante liberal-conservador, con todos los matices que se quiera.
Otra “antena” voxista es la reciente Fundación Disenso, cuyo objetivo es proporcionarle ideas “con el fin de abrir debates públicos que permitan forjar un nuevo consenso en torno a la libertad, la igualdad, la soberanía y la reivindicación de España como nación”.
Disenso viene bastante fuerte: la promulgación de la Carta de Madrid, diversos comunicados, un Club de Amigos y el digital La Gaceta de la Iberosfera, especialmente atento a la gesta electoral de Trump y a las realidades de las naciones hermanas de Hispanoamérica.
Patronos y equipo directivo de la nueva fundación comparten cierto liberalismo-conservador; nada, pues, de aventurismo populistas o políticamente incorrectos. De tal modo, en una entrevista realizada por el Mundo a su director, Jorge Fernández Frías, el pasado 2 de noviembre (https://fundaciondisenso.org/2020/11/03/jorge-martin-frias-no-salimos-a-dar-la-batalla-salimos-a-ganar-la-guerra-cultural/), éste demostró tener claro el concepto de batalla cultural, su carácter capilar y a la largo plazo. Cosa muy distinta es que su predilección por Antonio Maura, Ronald Reagan y Margaret Thatcher desate pasiones incendiarias entre nuestros compatriotas… El futuro acreditará, en función de su trabajo real y efectiva voluntad de transformación, la sinceridad de este intento.
No olvidemos, por otra parte, al sello editorial Homo Legens (https://homolegens.com/), sin duda muy vinculado, al menos personalmente, a los dos proyectos anteriores, y de marcada perspectiva metapolítica.
Pero hay otros proyectos en marcha que comparten algunas de las perspectivas de las entidades anteriores, pero con una clara voluntad de no vincularse a partido político alguno; tampoco a VOX. Es el caso de la red sociocultural DESPERTA (https://desperta.es/), liderada por la veterana y pionera entidad Somatemps (https://somatemps.me/) en su constante defensa de la catalanidad hispánica, a pie de obra, con sus numerosas movilizaciones callejeras, intelectuales, etc. Conscientes de que se trata de una batalla a largo plazo y en toda España, han convocado a diversas entidades de muy diversa vocación, talante y trayectoria, en torno a unos principios mínimos de carácter programático y una explícita voluntad de no concurrir en la política partidaria. Acaso el tercero de sus objetivos describa fielmente su vocación: «Promover formas de asociacionismo en toda España, para configurar una realidad social y metapolítica que sirva de freno a los abusos del poder político por parte del Estado, la burocracia europea y el globalismo económico y del pensamiento único». La magnífica revista impresa La Emboscadura (https://laemboscadurarevistas.com/) subtitulada “la voz del pensamiento crítico” bien puede situarse en esta área.
Persisten otras empresas de carácter metapolítico, siguiendo su propia ruta y sin que la irrupción de VOX les haya impactado. Son los casos de Fundación Posmodernia (https://posmodernia.com/), la veterana revista Razón Española (https://www.facebook.com/RazonEspanola/), la donostiarra Naves en Llamas (http://www.navesenllamas.com/), (el formidable portal liberal Disidentia https://disidentia.com/), la revista Nihil Obstat (https://edicionesfides.com/2020/09/09/nihil-obstat-no-35/) o los jóvenes lobos liberales de El Club de los Viernes (https://www.elclubdelosviernes.org/). Y siguen siendo no pocos los medios digitales que siguen profundizando y ofertando ideas-fuerza en línea con las corrientes genéricamente denominadas Nuevas Derechas, ya sea la de matriz francesa, hasta las ideas de la Cuarta Teoría Política de Aleksander Duguin: El Manifiesto (https://elmanifiesto.com/) y El Inactual (https://www.elinactual.com/).
Y no olvidemos otras editoriales que presentan numerosos títulos de gran interés meapolítico y disidente: EAS (https://editorialeas.com/), Fides (https://edicionesfides.com/), Hipérbola Janus (https://www.hiperbolajanus.com/).
No obstante, pese a su particular impacto, la metapolítica y la batalla cultural no convence a todo el mundo. Así, meses atrás, diversas asociaciones juveniles, unas de carácter cultural, deportivo, social o política incluso, impacientemente se decantaron por la creación de un sujeto político: Hacer Nación (https://www.facebook.com/HacerNacion/). A modo orientativo podría calificársele como partido en la periferia de VOX, si bien desde una perspectiva radical, utópica y crítica. De marcado carácter juvenil, se viene caracterizando por nuevas formas, acción local y pequeñas movilizaciones en torno a las deslocalizaciones y otras problemáticas de carácter social. Una entidad que será marcada inevitablemente por los ciclos militantes propios de la edad de sus integrantes y un aislamiento social asfixiante.
Es evidente que, en estos momentos, la metapolítica y la “batalla cultural” están de moda. Pero, nacidas y practicadas exitosamente por las izquierdas, históricamente hablando, no es sencilla ni automática su operatividad desde otras ideologías incluso antagónicas. No hay atajos, ni soluciones mágicas. Trabajo, trabajo y trabajo. Y a largo plazo. Como siempre se ha dicho en España: “una cosa es predicar y otra dar trigo”, o en sentencia de san Mateo, “por sus hechos los conoceréis”.
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