Se parecen a los nazis. Creen que hay que hay gente que sobra. Salen en grandes grupos en plena pandemia. Reivindican su “derecho a la diversión”. Entre porros y litronas, llenan de basura el barrio y regresan cantando de madrugada, para regocijo de la clase trabajadora, esa exigua y famélica legión que todavía madruga en España.
Vuelven tarde a casa dando traspiés, insultando a sus padres, y lo hacen llenos de carga vírica. Celáa, la “tita ministra”, les regalará aprobados y títulos académicos. A las acémilas les gusta acumular papel con membrete ministerial: nunca usan el papel higiénico pero sí echan mano de reclamaciones de nota y acostumbran a exigir “nuevos derechos”. La tita Celáa les ha dicho ya que ellos no son “propiedad de los padres”. Ellos son seres auto-determinados con derecho a divertirse, y lo hacen como acémilas que abrevan en las calles y traen la carga vírica a casa.
El abuelo está delicado. Los viejos, increíblemente para estos tiempos, todavía votan. El tito Pablo está hasta el moño de que los viejos voten lo incorrecto. Hasta el moño de que voten, en suma. La carga vírica que viene de las fiestas y los botellones será, en el fondo, profiláctica. El abuelo… que se vaya al cielo que ya es hora. Si el abuelo está en el asilo, pues nada… él ya ha vivido su vida. La mensualidad que cobran las monjas o los dueños de la residencia vendrá bien para tapar agujeros cuando al viejo le llegue la “buena muerte”. Eutanasia, lo que se dice eutanasia, ya existe desde que se inició la pandemia. Además era un rollo ir de visita al asilo domingo sí y domingo no. No es bueno para un joven ver a tantos ancianos juntos, dementes o achacosos. Entra la depre.
No hay respiradores en los asilos. Allí están muriendo como los chinches. La pirámide demográfica era demasiado ancha por la parte de arriba. El doctor Muerte, igual que fusila la tesis que un día le dio el grado académico más alto, fusila números. Pues los viejos que mueren en silencio, sin compañía de familiares ni la extremaunción, los viejos que se van al Cielo en silencio para no molestar, sin contar apenas en las estadísticas del Gobierno y con ayuda de la morfina, son, para él y los suyos, pura nada. Población superflua y cargas para la Tesorería.
Muchas noches, en España, se oye esto:
-“A dónde vas, hijo”.
-“De juerga, madre”.
-“No te juntes mucho a tus amigos, que te contagias. Mira que el abuelo está delicado”.
-“Tengo derecho a divertirme, ¿no?
Tita Celáa está incubando los huevos de la serpiente. De ahí surgen los nuevos nazis. Todos tendrán su título. Hasta el Doctor Muerte, el padre de la Ley eutanásica, lo tiene.
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