Los carlistas tenemos un problema. Llevamos toda la vida, pero especialmente el último medio siglo en plan profeta, anunciando las desgracias que iban a ir viniendo. Y todo se ha cumplido. Anunciamos, como si fuera una escalera previsible de calamidades, una tras otra, el divorcio, el aborto, la eutanasia, la destrucción de la familia, el aberrosexualismo, la venta de España, el sometimiento general a la cultura anglosajona, el avance de los separatismos, la perdida de libertades, la despoblación, la crisis rural, y la urbana, la inmigración desordenada, la perdida de las tradiciones, la manipulación de las culturas y lenguas regionales, la droga y otras adicciones, la pornografía, la crisis de autoridad, el totalitarismo en la enseñanza, el feísmo, la cultura de la subvención, la manipulación de la historia, el laicismo, el anticlericalismo, la cristofobia, la descristianización sistemática… Y todo se ha ido cumpliendo, una cosa ha llevado a la otra porque los males nunca vienen solos. Porque todos ellos están íntimamente relacionados.
La frase más repetida por los carlistas en las últimas décadas ha sido esa tan manida de “Tronos a las premisas, cadalsos a las consecuencias”. Es una sentencia que recoge a la perfección la incoherencia de los que se iban lamentando por cada nuevo peldaño en la degradación general de las cosas sin querer reconocer que, paso a paso, seguíamos descendiendo porque en su momento alguien decidió que había que bajar.
Ahora ya pocos avisos nos quedan. ¿La tercera república?, ¿la persecución abierta?, ¿el modelo chino de totalitarismo?… Todo ello, aunque terrible, no dejaría de ser una vuelta de tuerca más en una sucesión de hechos lógicamente perversa. Los que han escuchado la voz del tradicionalismo clamando en el desierto ya saben qué cabe esperar. Los que se rieron de nosotros han sido barridos por la ola. Por nuestra parte de nada nos serviría, sino para engordar el orgullo, exigir que se nos reconociera que teníamos razón. Sí, por supuesto que la teníamos… ¿pero ahora qué?
Ahora se abre un tiempo nuevo. La travesía del desierto toca a su fin. ¿Para llegar a la Tierra Prometida? Si, al final sí, por supuesto. Estamos llenos de esperanza. Pero no somos ingenuos. Después del desierto vienen las tribulaciones, la lucha contra los filisteos, el combate de David contra Goliat, y también la resistencia martirial de los Macabeos.
Llegan tiempos de acción mas que de precaución. Todos nuestros avisos son humo y llegan tarde. Ahora ya no es momento de más profecías políticas sino de organizar la resistencia y la reacción. Si has leído hasta aquí… quienquiera que seas, y estás donde estés, crea un núcleo de resistencia, una guerrilla política, social, cultural o, simplemente, familiar. Allí donde perviva un núcleo carlista ponte a su servicio. La Comunión Tradicionalista Carlista permanece vigilante y se está preparando, con humildad, con constancia, con toda su experiencia. Si llegas ahora se bienvenido. No será fácil. Ten ánimo, ten fe, haz lo que debas… Y suceda lo que Dios quiera.
Por Javier Garisoain. Este artículo se publicó por primera vez en Ahorainformacion.es
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