Por Gonzalo Ibáñez Santa María

Este año que termina ha sido, sin duda, un año en el que la batalla por la vida ha dominado el escenario: por la vida física atacada por el corona virus y, asimismo, por la vida social y comunitaria atacada por el estallido de violencia que se inició el 18 de octubre del año 2019. En la primera, los cuerpos médicos del país y el personal sanitario y de auxiliares que los secundan han constituido nuestra primera línea de defensa, al costo de que varios de ellos han sucumbido y entregado sus vidas por la defensa de la nuestra. En la segunda, esa primera línea ha estado formada por nuestros carabineros y por los efectivos de la Policía de Investigaciones (PDI). Más de cinco mil de entre ellos -varones y mujeres- resultaron heridos por los ataques de violentistas y terroristas. Algunos de mucha gravedad, incluso quemados por los ataques con bombas molotov. Especial mención merece Eugenio Nain Caniumil, de 24 años de edad, cabo 2° de Carabineros, vilmente asesinado en una emboscada terrorista. Vaya para todos ellos- personal de salud y personal de policía- nuestra admiración, nuestro reconocimiento y nuestra gratitud.

Pero, ahora a Chile se le ha abierto un tercer frente en esta batalla por la vida. Esta vez, comprometiendo a la vez la vida física y la vida comunitaria. Es el frente que nos abre el proyecto de ley que legaliza el crimen de la eutanasia y que ya ha recibido una primera aprobación en la Cámara de Diputados. Por él queda permitido matar a un anciano o a una persona enferma bajo el pretexto de que habría pedido ser ultimada en razón de los sufrimientos que estaría padeciendo. Desde luego, salvo defendiendo la propia, nadie puede sentirse autorizado a quitar a otro su vida, aunque éste se lo pida, cualesquiera sean las circunstancias que rodeen esa petición. Cuando se acepta una excepción, de atrás vienen las otras casi sin término.

Con esta legalización, además, se abre la puerta para presionar sin límites a esas personas para que pidan su muerte y así ahorren a sus cercanos el costo de su tratamiento. Es cierto que éste puede ser prohibitivo, pero es en este momento que debe hacerse presente la solidaridad del resto de la sociedad. Corresponde al Estado organizar, con los particulares, el apoyo a las familias que pasan por tan duro trance. Sospecho, sin embargo, que el Estado también busca ahorrarse ese costo propiciando este crimen. Tal como, por lo demás, sucede con el crimen de esos niños que están por nacer y cuya existencia es repudiada por sus mayores. El proyecto de legalización de la eutanasia amenaza así la vida física de las personas, pero también demuele la vida social al privarla de uno de sus fundamentos como es el respeto a la vida humana propia y ajena.

Estamos celebrando la gran fiesta de la Navidad, por excelencia fiesta de la vida. Que la Sagrada Familia de Nazareth, Jesús, José y María, cuide a nuestros ancianos y enfermos y cuide a nuestra patria para no caer en la tentación de que, por la comodidad de algunos, el asesinato de ellos pueda ser considerado como algo normal y, aun, legal. Y, también para que cuide a los niños que están por nacer y cese el crimen de que, hoy día, muchos de ellos son víctimas.

Para todos, amigos, ¡Muy Feliz Navidad y un venturoso Año 2021!

Este artículo se publicó primero en despiertachile.cl

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