Decía un propio, que ignoro si sería de Cabra o de Cascante, que para el caso es lo mismo, que, si los papas hubiesen estado alguna vez domiciliados en Avignon, se sabría. No existe la Real Academia, ¿De la lengua? qué va a existir, ¿De la Historia? ¿Para qué? ¿El español? ¿Qué va a ser de él? Y anda, que venga a cobrar con impúdica avidez emolumentos, comisiones retribuidas, prebendas, capellanías y otras gabelas. Los “hunos” –como les conocía Unamuno- a voces, desestribados, desembridados, con el ronzal torcido, y sin vergüenza o recato alguno en su inopia descarada, y desnudez intelectual… y los “otros”, los “trencillas” los árbitros, tan unamunescos como los otros, calladitos, bien calentitos, con el culo bien asentado, revestidos de pontifical, viendo llover, tronar y pasando la pandereta.
Esto es el espectáculo de España.
Si existiesen no me cabe duda de que se sabría, se les respetaría y se les temería, digo yo. Estos silencios culposos, dolosos y dolorosos, de cómplice necesario para semejantes desvaríos impúdicos, escurribandas y cuchufletas, están retribuidos con nuestros cuartos, sí, los que ponemos el conocido constitucionalmente como “pueblo soberano”, el que anda por la calle con las manos en los bolsillos buscándose la vida, y tenemos que convivir con estas “celaadas”, memeces y ocurrencias de gentes de bajo perfil, bajísimo, rastrero diría, y advertimos la complicidad y el encubrimiento de quienes deberían sacar la roja y denunciarlo.
Ni un comentario de nadie, ni una admonición. ¿No hay nadie detrás de esa puerta verde? Silencio administrativo y otorgante. La Lengua española y la Historia de España la escriben y prescriben algunos periodistas estipendiados, tipo Cintora. Inaceptable. De vergüenza. Como para dimitir en masa ¿Lo han pensado?
Están los “hunos” por debajo del mínimo racionalmente necesario para erigirse en representantes de nada, ni siquiera de cualquier producto fitosanitario, para la higiene animal, como era el Zotal. Deplorable. Y ahí están los “otros” con sus mantos recamados, con sus mucetas, puñetas y otros galones de payaso listo y estirado, pero silencioso. ¿Serán ensoñaciones mías?
¿Por qué no se pintan la ceja, esa enorme, en la cara blanca y dura y se calan el gorrito cónico? Estarían más en su papel de pasota para hacernos reír. Los que pagamos esos sueldos y esas retribuciones a “hunos y “otros” no somos tontos, no se nos pasa por alto tanta condescendencia, tanto déjame estar y tanta laxitud. No cobramos, pero pagamos.
Algún día se llevarán un merecido escupitajo… O les mandarán callar cuando se erijan en oráculos. Al tiempo.
Lamentable y vergonzoso.
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