El año comienza peor de lo que terminó tras el parentesis navideño del que hablaremos cuando los acontecimientos nos los permitan.
En la festividad de la Epifanía se produce el asalto al Capitolio: indios, antifas, espias y un sinfín de personajes se dieron cita en el edificio más importante de Estados Unidos. El argumento para una de las más trepidantes novelas está servido.
Según algún ex-espia, el gobierno italiano junto con el Vaticano nada menos fueron los responsables del fraude en las elecciones estadounidenses y, por si fuera poco, China adelanta la compra de General Electric debido a que los «sombreros blancos» tomaron «prestado» el ordenador de la presidenta del Congreso de esta nación.
Para evitar tal compra, que supondría una catastrofe para las fuerzas aereas norteamericanas, el todavia presidente decide provocar un apagón electrico en Pakistán, país donde se estaría produciendo dicha transacción. Pakistán, país vecino a la India, de la que se independizó no hace mucho. Lugar donde nació Asia Bibi, mujer catolica condenada a muerte por el hecho de serlo y liberada gracias a la presión internacional y sobre todo a las oraciones.
En Pakistán no solo se realizan transacciones economicas. Pakistán es uno de los lugares más crueles del planeta, lugar en el que el hecho de ser cristiano es un peligro mortal. Donde sus habitantes son en su mayoría musulmanes radicales que actúan con impunidad, atacando, violando y asesinando a los cristianos.
Y mientras el mundo mira el circo americano, dos hermanas fueron violadas, mutiladas y asesinadas por negarse a casarse con sus patronos musulmanes. Sajida y Abida, así se llamaban, trabajaban en la fábrica de una de las multinacionales farmacéuticas que probablemente pagará una miseria.
Ambas eran madres y esposas, ambas pagaron con su vida defender la fe y la libertad, ambas fueron ignoradas por las repugnantes pseudodefensoras de los derechos de la mujer. Por ellas no llora la pérfida arrivista Irene Montero, a ellas no las nombró Francisco el solidario ni tan siquiera oró por su alma.
Por ellas y por las niñas que diariamente son violadas y obligadas a abjurar de su fe porque, de lo contrario, serían juzgadas por mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio y condenadas a severos castigos.
Por ellas levanto mi voz, a ellas pido perdón por rezar tan poco y por desenfocar el objetivo de mi cámara mental.
Desde hace muchos años sigo una pagina dedicada a los cristianos perseguidos. Hasta ahora me limité a rezar por ellos y a compartir las publicaciones .
Es el momento de luchar por defender a nuestros hermanos perseguidos así como luchamos por los no nacidos. No podemos callar ante el holocausto de los cristianos. Recemos con más fuerza, hagamos nuestro su dolor .
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