Cada vez somos más los que estamos convencidos de que altos miembros de la jerarquía eclesiástica residentes en Roma practican el satanismo y de que como declaró el padre Malachi (que murió en extrañas circunstancias poco después como es habitual en estos casos), el 29 de junio de 1963 tuvo lugar en la capilla de San Pablo del Vaticano un rito satánico por medio del cual se llevó a cabo la entronización de Lucifer, entronización que fue coordinada vía telefónica con otro rito simultáneo en Carolina del Sur.

Esta inmunda profanación estuvo precedida años antes por el desfile de los masones que celebraron su bicentenario en la plaza de San Pedro en 1917 con pancartas que anunciaban que Satanás debía reinar en el Vaticano y que el papa sería su esclavo. Algo que por lo visto han conseguido finalmente para desgracia de todos.

Ahora se comprende que Bergoglio respalde la inmunda farsa y el rito de iniciación satánica global que es la falsa pandemia de coronavirus, que tenga la desfachatez de afirmar que todos deben someterse por imperativo “ético” a la campaña del vacunación con la que se pretende eliminar o esterilizar a gran parte de la población mundial o inocularnos un microchip para convertirnos a todos en esclavos del nuevo orden o más bien desorden mundial satánico, que los sacerdotes cometan el inmundo sacrilegio de entregar la eucaristía enmascarados (y que enmascaren a las imágenes religiosas como si las estatuas pudieran trasmitir el inexistente o inofensivo virus), o que se pretenda vacunar a la gente en la capilla del hospital católico de Waterford en Irlanda que pasará de inmediato a convertirse en hospital diabólico o hospital católico gnóstico de la Ordo Templi Orientis del satanista y espía del MI6, Aleister Crowley, si es que no lo es ya.

Los otros nombres con los que se conoce la orden masónica o satánica de la Ordo Templis Orientis son el de Eccesia Gnostica Catholica y el de Califato de la Ordo Templis Orientis. Ambos nombres no tienen nada de casuales, hace mucho que el objetivo de los satanistas sabateos con sede en el estado independiente de la City de Londres no es otro que subvertir completamente el credo de ambas religiones y convertirlas en meras ramas de la única religión satánica mundial que prevalece en la actualidad y que tiene en la manipulación, la hipnosis y el lavado de cerebro sus armas más temibles y efectivas.

Si el Califato de la Ordo constituyó con toda probabilidad el modelo que sirvió para establecer no hace mucho el califato terrorista de ISIS o Daesh de tan triste memoria y que sumió el Cercano Oriente en el caos más absoluto para mayor provecho del estado sabateo que no judío de Israel. La Ecclesia Gnostica Catholica puede considerarse algo así como el anteproyecto que esbozaba las líneas fundamentales del objetivo siniestro de convertir a la Iglesia Católica en una organización anticristiana gnóstica o satánica manipulada de acuerdo con los designios de un puñado de financieros mafiosos que operan entre bastidores y que se lucran con la guerra a gran escala y con el saqueo de las arcas nacionales de todos los países por medio de deudas ilícitas (es decir: creando dinero de la nada apretando el botón de un ordenador y prestándoselo a los respectivos gobiernos a un interés usurario, tras regalarle, claro está, unos cuantos millones a los políticos corruptos que están a su servicio).

Las alarmantes y escandalosas declaraciones de Bergoglio y la docilidad con la que la mayoría de los líderes de la iglesia católica -salvo algunas contadas y honrosísimas excepciones como la de Monseñor Vígano– se han plegado a las directrices descabelladas de los globalistas masones demuestran que la iglesia católica ha dejado de serlo y ha convertido en una organización gnóstica, cátara o bogomila.

¿Cómo es posible que los fieles de la iglesia católica toleren semejante monstruosidad? En tanto la capilla de san Pablo no sea adecuadamente exorcizada, resulta inconcebible que el sucesor de San Pedro resida en Roma. Esto es algo que afecta a la humanidad entera, pues los grandes líderes globalistas constituyen una camarilla que conspira contra la salud y el bienestar de todos sea cual sea su credo, pero por supuesto incumbe especialmente a los cristianos de cualquier denominación que no deberían tolerar que una persona que no profesa su credo verdaderamente se erija como representante o pontífice máximo de toda la Cristiandad.

¿Qué esperan los católicos no gnósticos, es decir: verdaderamente cristianos, para nombrar un sucesor de San Pedro que declare solemnemente que profesa el Credo Niceno y que establezca su sede lejos de la nueva Babilonia en que se ha convertido Roma en tanto el Vaticano no sea convenientemente desinfectado, no de un virus que aún no ha sido aislado ni identificado de acuerdo con los protocolos científico establecidos, sino de la inmundicia luciferina? Esa sería la única forma de contener las potencias infernales desatadas por todos los masones satanistas infiltrados en la iglesia, que han hecho del Vaticano su sede y que amenazan con convertir el mundo entero en un infecto estercolero; y todo lo demás no son más que zarandajas.

Resulta sumamente revelador, por otra parte, que Bill Gates, el fundador de la empresa a la que se ha acusado de ser un colador de virus informáticos y de controlar y espiar a los usuarios de su sistema, sea la misma persona que estaba detrás de la iniciativa Event 201 por medio de la cual se realizó una simulación por ordenador de la pandemia meses antes de que ésta se declarase supuestamente en China y uno de los mayores promotores de la innecesaria campaña de vacunación contra el Covid-19, que no es probablemente más que un diseño informático. O sea: un virus informático más.

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