Por Francesca Benito- Coach Político y Ejecutivo, Barcelona
Una vez más desde el inicio de la democracia y de la convocatoria de elecciones libres, los ciudadanos estamos llamados a ‘urnas’. En esta ocasión serán los ciudadanos catalanes los encargados de cumplir con el “deber” de acudir al colegio asignado para depositar la papeleta electoral, y con ella, cincuenta céntimos de media que será el coste de ese generoso gesto, y que servirá para sufragar los gastos electorales de todos los partidos políticos que conseguirán representación parlamentaria.
Así ha sido y es desde el inicio de la aventura democrática, partidos políticos regados por lluvia de millones de pesetas o de euros, resultado de la recaudación, vía impuestos, que los ciudadanos “generosa” y “voluntariamente” están obligados a donar a su causa, todo ello sin contar además con otros ingresos económicos de los que disponen, como son las donaciones particulares y las cuotas de afiliados.
Y llegados a este punto de la situación actual y antes de acudir en masa a votar, de regalarles el voto y dinero para mantener sus chiringuitos, deberíamos empezar a hacernos muchas preguntas y después un profundo ejercicio de reflexión.
Hoy estamos en esta situación también gracias a nuestra despreocupación política y nuestra absoluta falta de crítica, por lo que la primera pregunta debería ser – ¿Dónde nos ha conducido la despreocupación por todos ellos (no importa el color de la formación) a pesar de ser sabedores de años de escándalos de corrupción, de prevaricación, de mentiras, del uso vergonzoso de nuestros recursos, de enriquecimiento fuera de lógica de muchos de estos políticos alza-banderas, salva-patrias, progres-pasotas o destroza-naciones?-
Hoy nos lamentamos y nos sentimos impotentes por la mordaza impuesta en las redes sociales y en la calle, sí, también en la calle, desde el momento que incluso llevando la mascarilla te prohíben hablar con tu acompañante en los medios de transporte público con la excusa del contagio.
O por los medios de comunicación bañados con el dinero de los españoles para que se ciñan al mensaje de la “verdad” oficial, exponiendo una sola visión de la situación y estigmatizando al disiente o al escéptico si no le convence la versión, coartando de esta forma hasta los propios pensamientos.
O por las amenazas constante de otro confinamiento, por el miedo a ser, y por la imposición de distanciamiento social, que limita nuestra libertad de reunión y en consecuencia nos prohíbe decirnos, los unos a los otros, lo que pensamos de todo esto.
Hoy nuestras casas se han convertido en enormes ollas a presión conteniendo nuestra preocupación, miedo, rabia y nuestra frustración, que aguanta a la clase política más nefasta, mediocre e interesada de la historia de este país. Políticos de medio pelo, poniendo un punto y aparte en alguna que otra honrosa excepción, siendo esta por desgracia, la más escasa.
Con un Congreso de Diputados absolutamente violentado y casi echado a perder, por quienes nunca se la vieron mejor, en manos de un gobierno de mentes endebles y de cabezas rellenas de consignas facilonas, ideologizadas, atrasadas y estúpidas, como en el caso de quien dirige el Ministerio de Igualdad. Hoy, percibimos más que nunca, la cruda realidad política.
Y por delante, un panorama desolador, con partidos políticos carentes de democracia interna, donde todo se realiza a toque de silbato y de dedo, que buscan ser tu referente de democracia y libertad, cuando ellos en su ‘casa’ no lo aplican y ni la practican, pretendiendo, mediante estudiados mantras de marketing y muchas mentiras, guiar los destinos de cuarenta y siete millones de ciudadanos de esta nación.
Saldrán a la calle, a los medios y a las redes a pedir el voto, intentarán convencer de sus bondades, presentarán su programa (que no cumplirán) y básicamente te utilizarán, una vez más, para su más importante fin, ganar dinero y poder.
Cuando ni siquiera la pandemia y la crisis les ha hecho cambiar un milímetro de su soberbia, prepotencia y avaricia. Cuando la tristeza de sus compatriotas, la desesperación de cientos de miles de familias, el cierre de empresas y el hundimiento de la economía no ha conseguido que recapaciten en su forma de actuar, poco podemos esperar, y es entonces cuando poco queda por hacer, o ya para qué hacer… – Entonces ¿Qué hacemos?
Hoy la maquinaria electoral está de nuevo en marcha, y no habrá miedo o peligro al contagio que les frene, tienen su plan, los que contagian podrán votar a partir de las siete… Para eso no habrá confinamiento, ni toque de queda, para eso el peligro que acecha no será peligro, y solo quedarás tú, con tu criterio y tu decisión. Permitir que manipulen, o plantarte y auto- confinarte, dándoles así una lección, que los colegios queden vacíos y las urnas desiertas, enseñándoles en ese día que el único dirigente eres tú.
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