Últimamente se habla mucho del derecho a la libertad de pensamiento y de expresión a la que todos los pueblos tienen, o deberían tener, derecho. Por el contrario, poco se dice de las quimeras[1], que, según la definición de la RAE, es aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero no siéndolo, y como vemos, es en lo que a veces se transforman las leyes. En algo flexible, aplicable según interese al poder que marca el paso a los demás poderes políticos.
El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de Naciones Unidas, reunida en París, aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos. El texto completo de la DUDH fue elaborado en menos de dos años. En él se recoge el derecho a expresar y difundir, buscar, recibir y compartir información e ideas sin miedo ni injerencias ilegítimas.
Fue aprobado en un momento en que el mundo estaba dividido en un bloque oriental y otro occidental; era la época de la Guerra Fría, un enfrentamiento político, ideológico, social y cultural que se desarrolló entre los años 1945 y 1989 entre dos bloques de países liderados por los Estados Unidos de América (EE.UU), por un lado y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) por otro. Encontrar un terreno común en cuanto a lo que sería la esencia del documento resultó ser una tarea colosal facilitada, dicen ellos, por la labor del gran número de miembros masones que componían la ONU y el gran empuje que recibió de Eleanor Roosevelt, la viuda del Presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, presidenta del Comité de Redacción de la DUDH, también perteneciente a la secta.
Hernán Santa Cruz, de Chile, miembro de la Subcomisión de redacción de aquél texto, escribió: “Se había alcanzado un consenso con respecto al valor supremo de la persona humana, un valor que no se originó en la decisión de un poder temporal, sino en el hecho mismo de existir – lo que dio origen al derecho inalienable de vivir sin privaciones ni opresión, y a desarrollar completamente la propia personalidad. En el Gran Salón… había una atmósfera de solidaridad y hermandad genuinas entre hombres y mujeres de todas las latitudes, la cual no he vuelto a ver en ningún escenario internacional.» Y así ha sucedido cuándo y dónde a la masonería ha convenido a sus propios intereses, de manera que cuando no ha sido así, lo dispuesto en la ley se convertía en una quimera.
Un ejemplo de esa prostitución de la ley se produjo ya en agosto de 1949 y lo denuncia nada menos que el cardenal Spellman, arzobispo de Nueva York, en una carta pública dirigida a la mencionada señora Eleanor Roosevelt. El asunto era la aprobación de la ley Barden que privaba a los niños católicos de su derecho constitucional de igualdad con los demás niños norteamericanos. En su carta calificaba de “infame ley que injustamente discrimina contra los grupos minoritarios de niños de los Estados Unidos”, y terminaba: Su «record» de anticatolicismo habla por si solo; «record» que usted misma ha escrito en páginas de historia que no pueden eliminarse, documentos de discriminación indignos de una madre americana”. La masonería impone su criterio por encima de una ley de aplicación universal, aunque haya sido denodadamente defendida por un destacado miembro de la misma, porque a los intereses del núcleo central así convenía, máxime si era para ir en contra de la Iglesia católica.
Por supuesto que no ha sido el único caso. Atropellos a los derechos humanos se han venido suscitado en todos los países. Nos referiremos al último producido también en EE.UU., pero que ha tenido consecuencias también en España. Se trata de la actuación del lobby, grupo de presión formado por personas con gran poder económico y empresas de gran capacidad tecnológica, líderes en la comunicación y en las redes sociales, los Big Tech, el cártel GAFAT (Twitter, Amazon, Facebook, Apple, Twitch), Instagram, Snapchat, se han puesto de acuerdo para expulsar de sus redes sociales al entonces todavía presidente de USA, Donald Trump.
En el entorno del ex presidente critican la decisión de Twiter de cancelarle su cuenta personal. “La libertad de expresión murió y está controlada por jefes izquierdistas”, dijo Donald Trump Jr; hijo del presidente saliente. Siendo cierto, no profundiza en quien es el verdadero “controlador”; los que salen a la luz son personajes interpuestos, colaboradores necesarios para que quienes de verdad mandan, el núcleo de la masonería, puedan seguir apareciendo ante los ingenuos como personas entregadas a los demás, al bien, a la filantropía y a la verdad, cuando realmente lo que hacen es imponer su criterio, como impedir la beatificación de monseñor Fulton o la concesión del premio Nobel al doctor Jérome Lejeune. La libertad de expresión murió no solo en USA, en todos aquellos países en los que se ha extendido esta gangrena.
Junto a otros referentes del Partido Republicano, como el senador por el Estado de Texas Ted Cruz y el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, Trump ha anunciado que después de su cese como presidente, seguirá siendo activo en otras redes sociales como Parler («hablar», en francés) y Gab, cuyas normas de moderación son mucho menos estrictas. Y tras ellos, lo hacen ahora numerosos referentes de la derecha española como el ex portavoz de Ciudadanos (Cs) Juan Carlos Girauta, el líder de Cs en la Comunidad Valenciana Toni Cantó o la diputada del PP por el País Vasco Bea Fanjul, hartos de la censura en Twitter. También el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha invitado a sus seguidores a trasladarse a Parler en busca de un ambiente más respirable. Muchos desencantados con las redes sociales tradicionales se han pasado en masa a esta red social, de modo que este movimiento ya ha recibido nombre propio: el Twexit, la salida de Twitter.
Las normas de moderación de Parler se basan en los criterios de la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos: sólo censura los mensajes que incluyen pornografía o hacen apología del consumo de drogas o del terrorismo, entre otros supuestos. «Somos una plaza comunitaria, una plaza abierta, sin censura… Si puedes decirlo en la calle de Nueva York, puedes decirlo en Parler», ha presumido el director ejecutivo de Parler, John Matze.
Desde que Matze defendió que su red social era un lugar en el que se protegía la libertad de expresión, su vida se ha complicado. No se puede hablar y, si no eres políticamente correcto, tampoco vivir. Ya lo ha dicho Jack Dorsey, CEO de Twitter, quien planea elevar las limitaciones en la red social a todos aquellos que disientan del discurso oficial, discurso que marcará el Partido Demócrata, y será liderado por los más radicales, porque a las redes sociales se les ha concedido esa auctoritas por el verdadero poder.
Por esa auctoritas, superior al del poder judicial, por cuanto a éste ni se le consultó, decidió controlar férreamente a la sociedad, para lo cual ordenó ataques coordinados a Parler por parte de Google y Apple. Ambas tecnológicas eliminaron a Parler de las plataformas de sus tiendas de aplicaciones. Por si no fuera suficiente, Amazon Web Services dejó de alojar el sitio de redes sociales condenando a la compañía de Matze al destierro digital. Y no solo a la compañía, a todo aquél que ose disentir de sus planteamientos.
Y así ha sido. John Matze, el CEO de Parler, ha tenido que huir con su familia y esconderse después de recibir amenazas de muerte, según sus abogados. Se desconoce dónde se ha instalado y, por ahora, se encuentra en paradero desconocido por motivos de seguridad. «Publicaron mi dirección, amenazaron con entrar por la puerta de mi casa», informó Matze a la cadena Fox News el pasado 17 de enero, de modo que el acoso y persecución a la red social alternativa a Twitter ha ido más allá y no solo ha afectado al núcleo del cofundador de la tecnológica. Los abogados de Parler han transmitido la terrible situación que están sufriendo los empleados de la compañía. «Muchos trabajadores están padeciendo acoso y hostilidad. Temen por su seguridad y la de sus familias, y en algunos casos han huido de su estado natal para escapar de la persecución», expusieron los letrados.
El cofundador de Parler jamás se imaginó que tendría que salir de su casa y buscar un lugar seguro con su familia. Confió en la Declaración Universal de Derechos Humanos DUDH que protege a los individuos del ejercicio abusivo del poder represivo del Estado: “Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración”.
Pero ese abuso de poder en el control de la información no se ha realizado exclusivamente en USA. El globalismo no puede permitir que las redes sociales se escapen a su control porque, se han convertido en un punto de reunión y expresión para millones de personas alrededor del mundo. También han servido como identificación de conductas que no son deseables en la sociedad. Y esto lo han utilizado como disculpa para cerrar cuentas según les convenía.
Twiter ha anunciado que ha cerrado en España un total de 259 cuentas falsas, «operadas por el Partido Popular», según dicen, con el objetivo de amplificar su mensaje en las redes sociales. El mismo día, Facebook ha anunciado el cierre de un centenar de perfiles también falsos, implicadas en comportamientos no apropiados tanto en Facebook como en Instagram. En total, 359 perfiles en las tres redes sociales eliminados de manera permanente de sus plataformas; sin embargo, mantienen las de Otegui, Maduro, las FARC……, ¿tienen estos más afinidad con el núcleo de poder del globalismo?
España no es el único país que ha sido objeto del proceso de ‘limpieza’ de Twitter porincumplimiento de las políticas sobre manipulación, razón por la que han suspendido más de 10.000 cuentas de manera permanente en diferentes países, como Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Arabia Saudí, Ecuador y China, principalmente por tratarse de perfiles falsos que intentan manipular al usuario para favorecer el sentimiento hacia una formación política o, como ha ocurrido con el caso de Hong Kong, para sembrar la discordia sobre el movimiento de protestas que se vive en la región autónoma desde el pasado mes de junio.
Es decir, se arrogan la potestad de controlar acciones en países ajenos: no se puede favorecer sentimientos (se entiende que positivos) hacia una formación política, ni participar en protestas. Ya no solo controlan las elecciones en USA y dominan al aún presidente, para poner a quien ellos quieren y no el elegido por el pueblo, el We the people ha dejado de tener valor allí y al parecer en todas partes. Preocupan dos cuestiones: 1) solo le falta al núcleo de poder imponer el globalismo del NOM y decir: ¡El poder soy yo!, −por eso pensamos que el respeto a las leyes, a los derechos humanos no deja de ser una quimera, una utopía− y 2) ¿Cómo reaccionará ese pueblo sojuzgado?
[1] En la mitología clásica, monstruo imaginario que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.
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