No sé qué partido político ganará las elecciones en Cataluña. No soy adivino y fiarme de las encuestas en estos tiempos es como creerme lo que me cuentan de la pandemia o creer que los políticos quieren nuestro bien.
Pero me fijo en cifras de las elecciones pasadas (no de las autonómicas, que no me interesan en absoluto, y menos las catalanas) y observo que la participación media es de un 73,79 %. O sea, que una media de un 26,21% de la gente que puede, no vota. La tendencia de participación es, con algún altibajo, descendente desde 1978.
En las últimas, los que no votaron fueron nada menos que casi un 34%, es decir más de 1 de cada tres. Curiosa cifra, que indica que el que ganó las últimas elecciones no fue el partido de «nuestro amado líder» Sánchez.
Es más, uniéndose los dos partidos que forman gobierno, solamente le sacan unos puntitos porcentuales al principal partido de la oposición, el de la abstención.
Y se me ocurre pensar por qué no se tiene en cuenta a toda esta gente, por qué su decisión no influye para nada en el asunto político. Sé que influye en el sentido de favorecer al partido más votado o alguna explicación de ese tipo, que es la que se suele dar en los medios de comunicación, o sea, lo que dicen los lacayos del poder.
Pero me refiero a que esa decisión, la de no votar, tenga trascendencia en el resultado real de las elecciones. A bote pronto, ¿cómo quedaría la cámara si ese resultado se reflejara en escaños, aunque estos estuvieran vacíos? ¿Qué ocurriría a la hora de aprobar leyes orgánicas, que tienen que tener mayorías cualificadas sobre el número total de escaños? ¿Qué ocurría a la hora de elegir al presidente del gobierno en primera y segunda convocatoria?
¿A quién llamaría a consultas el Rey para organizar gobierno y con qué apoyos dirían los distintos partidos que cuentan? ¿Y con qué oposición dirían que cuentan?
¿A qué mayoría de gente dirían que representan cuando uno de cada tres escaños estuviera vacío, sin sillón?
Seguro que a estas alturas alguno ya ha pensado que el que no vota no tiene derecho a nada, ni siquiera a protestar, dando por sentada la estúpida consigna que se repite en todas las conversaciones sobre estos temas, sin reparar que esa consigna es la que le interesa extender a los que viven de este sistema (democracia lo llaman).
¿Acaso tiene obligación de votar la oveja que debe decidir por mayoría, junto con tres lobos, qué es lo que se cena esta noche? ¿Si no vota no puede protestar? ¿Y si vota no se la comerán?
Resuelto el asunto anterior, se me ocurre pensar también en la influencia que tendría entre los «votantes» observar cómo el hecho de dejar bien clarito que los que se presentan a las elecciones, no les representan en absoluto, que pasan de ellos, vamos, y que eso tiene consecuencias ciertas en el resultado y en la legislatura.
¿No es posible que disminuyera el número de los que votan a unos u otros con «la nariz tapada» o «como mal menor» (es que los otros son peores)? ¿No es posible que hubiera un incentivo para demostrar que este sistema está corrupto, que nació corrupto?
Si la respuesta a las dos preguntas anteriores es, o puede ser, un sí, se puede entender fácilmente que los que nos gobiernan, los corruptos defensores de este sistema (democracia lo llaman) nos digan, nos repitan una y otra vez, que si no votas eres un ser antisocial, que no tienes derecho a nada, y menos que nada, a protestar.
Y se me ocurre, finalmente, que muchos aún no se han dado cuenta de que el chiringuito lo tienen bien, pero que muy bien montado. A costa de ellos, de todos, pero bien montado.
Cuando despierten, ya no tendrán nada.
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Arsenio Bernal
03/02/2021 at 16:31
Lo de la «democracia» en España se da un aire siniestro a un festín de alimañas devorándose una res muerta. El problema es que cada vez queda menos botín, el guión parece ya escrito por quienes desean una «Europa de los pueblos» y la ciudadanía (o lo que queda de ella) se tambalea como un boxeador sonado que ya ha perdido toda capacidad de reacción.