Pues va a resultar que esta pregunta viene ya sola, puesto que la conducta de nuestros gobernantes y sus constantes desvaríos hacen que nos acabemos preguntando si los españoles tenemos acaso miedo a un auténtico Estado de Derecho. Un Estado en donde exista una verdadera separación de poderes y en el que tanto el Legislativo como el Judicial ejerzan un auténtico control del Ejecutivo. Un Estado en donde los valores (axiomas) que proclama nuestra Constitución no queden en papel mojado, bajo excusas pueriles o artimañas cada vez más burdas. Un Estado en donde el Gobierno no se haga la oposición a sí mismo, y que no se muestre servil con las fuerzas políticas que le apoyan parlamentariamente, mientras desprecia y hace oídos sordos a los grupos políticos que se encuentran en la oposición. Un Estado en el que el Gobierno no controle los medios de comunicación (que constituyen el denominado “cuarto poder”). Un Estado, en definitiva …que respete el Derecho.
Desde que comenzó la pandemia y nos mantuvieron en casi constantes y sucesivos estados de alarma, nuestros Gobernantes no han hecho otra cosa que caminar, de forma creciente, en dirección contraria a lo que debería ser un Estado de Derecho. Desde unos medios de comunicación comprados a golpe de subvenciones a un poder judicial sumiso, pasando por la eliminación de los mecanismos que permiten conocer en qué se emplean los fondos públicos (los últimos nombramientos del Consejo de Transparencia así lo indican). Ya he perdido, incluso, la cuenta de todas estas “maniobras orquestales en la oscuridad”, pero no llego a salir de mi asombro con el nuevo Real Decreto Ley 1/2021, recientemente aprobado por este Gobierno para legitimar a los okupas.
Ahora resulta que se limita el derecho a la propiedad más allá de un número (ha quedado fijado en diez) de viviendas, como si el artículo 33 de nuestra Constitución no existiese.[1] Reproduzco ahora el apartado 3 de este artículo: “Nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes”. O, dicho de otro modo; no cabe la confiscación de bienes sino, en todo caso, su expropiación mediante la correspondiente indemnización, lo cual no es el caso de la norma que acaba de ser aprobada.
Para colmo, tenemos un Vicepresidente que sostiene públicamente que España no es un Estado democrático y se alía con Putin para realizar esta sorprendente proclama, olvidando que él mismo forma parte del Gobierno. Menudo papelón tiene ahora Sánchez para sostener lo contrario, porque me temo que tendrá que hacer una especie de “gambito” de Iglesias para mantener, al menos, las apariencias. Un peón menos, que le dejará en inferioridad de fuerzas el resto de la partida, aunque gane un “tiempo”, como sucede en el ajedrez con los llamados “gambitos”, aunque él mismo se lo ha buscado por andar con muy malas compañías. [2]
Y los ciudadanos seguimos sin reaccionar, porque no tenemos más medios que las redes sociales (y, aún así, con incomprensibles limitaciones), y asistimos inermes a esta lamentable situación como si no fuese con nosotros este “escapismo” al Estado de Derecho, en donde todo vale si vale para el Gobierno. Todo parece indicar que estamos cayendo en lo que E. Fromm llamaba el “miedo a la libertad” para describir una situación en la que el individuo renuncia a su propia libertad (entendida como una emancipación de restricciones o convenciones sociales implantadas por otras personas (o por la sociedad) y se somete a un todo poderoso Gobierno, con tal de ver garantizados sus mínimos de supervivencia.
Así se acunó el nazismo y, por un camino muy semejante, el comunismo, bajo el disfraz de una supuesta tutela en la que el “Partido” (erigido en Gobierno) es el único refugio para el individuo.[3] Claro que para que eso pueda suceder se necesita una población sumisa, y la mejor forma de que sea así es fomentar el miedo, porque siempre es más sencillo dominar un rebaño de ovejas que una manada de lobos. Un miedo que, en la situación actual, viene de la mano de la pandemia y de los sucesivos estados de alarma en donde -aunque no lo parezca- es el Gobierno quien sigue teniendo la “sartén por el mango”. Únase a esto que también es el Gobierno quien se encarga del supuesto “bálsamo de fierabrás” que se supone que son las vacunas, y cerramos el círculo con la distribución de los Fondos Europeos, igualmente, con el control absoluto del Gobierno.
La situación es, por tanto, idónea para que el Gobierno siga saltándose el Estado de Derecho (siendo muy obvias que sus “salidas de pata de banco”) porque únicamente se encuentra ocupado y preocupado por contentar a los socios que le mantienen en el poder. Y si, para esto, tiene que pasarse la Constitución por el “arco del triunfo”, lo hará (como ya lo ha hecho) como sigue demostrando cada día, cada vez de forma más descarada. Total, … ¿quién va a pedirle cuentas? ¿La Oposición, cada vez más dividida y con guerras internas? ¿Los Tribunales, incluido el Constitucional? Poco han hecho al respecto, y poco harán si algo no lo remedia. Y del Consejo de Trasparencia o de los medios de comunicación tampoco cabe esperar mucho tal y como están las cosas, de modo que me temo -y mira que duele decirlo- que tenemos Gobierno dictatorial para rato.
Con todo (y anda que lo dicho no es moco de pavo), lo que más me preocupa es la actitud de los propios ciudadanos ante tanto abuso y tanta mentira (o verdades a medias que es una forma sutil de mentir). Porque, ya se sabe, una botella medio vacía también es una botella medio llena pero una media mentira no es, en absoluto, una media verdad. Ya no estamos en un Estado de Derecho, como así se ha atrevido a proclamar nuestro ínclito Vicepresidente Iglesias. Pero no por los motivos que él aduce (juzgar a quienes se han rebelado contra el Estado), sino, justamente, por lo contrario: no respetar la Constitución ni las leyes. Evidentemente, los ciudadanos seguimos siendo los titulares de la soberanía del Estado, pero eso nos va a servir de muy poco a menos que nuestras voces se tornen en un clamor y ese clamor llegue a quienes puedan tomar el relevo mediante un proceso democrático. Para eso, tenemos que aprender las reglas para romperlas de la manera adecuada, no ayudando al propio Gobierno a tirar por la borda el Estado de Derecho.
Lo que está pasando (tomando como excusa a la pandemia) es muy claro. El Gobierno aprovecha los estados de alarma para ir suprimiendo el sector privado a pasos agigantados, mientras alienta el clientelismo electoral que le proporciona el sector público. No se trata de que el uno sea mejor o peor que el otro, sino de que el sector público es donde encuentra su vivero de votos y el sector privado un hervidero de críticas. Nada mejor, por tanto, que mantener vivo e incrementar el sector público a costa del sector privado a quien se le niegan ayudas se le incrementan los impuestos y se le priva de sus empresas. Este, y no otro, es el “leit motiv” de este Gobierno.[4]
Por todo lo anterior, pido a todos dos cosas muy claras. Primera, entender bien lo que significa el Estado de Derecho y no confundirlo con ninguna especie de democracia popular en donde se lleva el gato al agua quien más chilla o quien más poder tiene. El Estado de Derecho tiene unas reglas y a esas reglas tenemos que atenernos todos, comenzando por quienes nos gobiernan, que tienen que someterse al control de los jueces y demás órganos creados para eso (como pueda ser el Consejo de Transparencia). Y segunda; no rendirnos ni dejarnos abatir por la situación actual que, ciertamente es mala en todos los aspectos (no solo desde la perspectiva del Estado de Derecho) pero, justamente eso, debe hacernos más fuertes para seguir luchando -aunque sea desde las magras trincheras de un medio de comunicación social- alzando la voz cuando proceda y denunciando cualquier desviación de las reglas del Estado de Derecho. “Per aspra ad astra”, como dijo el sabio Cicerón, aunque permanecer callados resulte mucho más cómodo.
No debemos caer en esta especie de histeria colectiva a la que nos están conduciendo entre el Gobierno y sus socios, muy semejante a la que tuvo lugar con las brujas de Salem. Allí se condenó a capricho, debido a una histeria colectiva de la población y la realidad superó a la leyenda. La pandemia está ahí (cierto es), pero eso no excusa para sembrar el terror y acobardar a la población haciéndola más sumisa a quien ostenta el poder. Los ciudadanos tenemos unos derechos que nos reconoce la Constitución y el Gobierno tiene la obligación de respetarlos siendo, ante todo, transparente en su gestión dejando de mentir, cosa que parece haber olvidado. Porque, aunque todos somos iguales ante la Ley, parece no ser lo mismo ante los encargados de aplicarla (y aquí pongo el acento, no solo en el Gobierno sino, también, en los Jueces), cosa que no debe ser tolerada.
Con todo lo dicho, pongo fin a este post, con una sonrisa etrusca de esperanza, recordando que, aunque el camino sea largo, si luchamos, al final nos espera el verdadero Estado de Derecho, porque algunas veces, incluso vivir, es ya un acto de coraje (nuevamente, Cicerón dixit) y de lo que realmente debe uno tener miedo es de su propio miedo. Como dice un viejo proverbio chino, quien teme sufrir ya sufre el temor y acabará perdiendo …
NOTAS:
- [1] El Gobierno ha modificado sutilmente la prohibición de desahuciar a colectivos vulnerables hasta que termine el estado de alarma, el próximo 9 de mayo. El Boletín Oficial del Estado (BOE) recoge este miércoles en el real decreto ley de protección a los consumidores un cambio de matiz en la normativa aprobada en diciembre, y modifica dos de los seis supuestos en los que los lanzamientos estaban vetados para las mujeres víctimas de violencia de género, las personas dependientes o las familias con menores de edad.
- [2] El “gambito” es una jugada de ajedrez mediante la cual se sacrifica una pieza menor (normalmente, un peón) para obtener, a cambio, una ventaja posicional o de tiempo.
- [3] “Miedo a la Libertad” es el título de un libro cuyo autor es Erich Froom, (1.900-1.980). En sus páginas este reconocido psicoanalista alemán desarrolla la teoría de que el ser humano cuanto más se enfrenta a su libertad, toma así mismo más conciencia de su individualidad, presentándosele una diatriba hasta entonces desconocida para él: convertirse en ser creador o permanecer en la seguridad, en el anonimato, en la colectividad, en la masa, destruyendo esa ofrecida libertad y por tanto su individualidad, su singularidad, su exclusividad, su “irrepetibilidad”.
- Good bye Lenin, (Adiós, Lenin), es el título de una película que tiene por tema la historia de una alemana del este, acérrima defensora del Partido Comunista, que sufre un infarto días antes de caer el Muro de Berlín. Al recuperar la consciencia los hijos tergiversan la noticia por miedo a un shock, contándosela al revés; esa muchedumbre que aparece en televisión derribando el Muro lo hace para pasarse a la Alemania comunista. La mujer se entera de la verdad cuando ve un helicóptero trasportando la estatua de Lenin a un desguace. Vid:
- [4] “Lo cierto y preocupante es que, en los últimos doce meses, han dejado de existir 107.600 empresas, lo que muestra que aquello de la “capacidad de resistencia” no es solo teoría. En este terreno, Sánchez de la mano del ínclito Iglesias está allanando el camino mediante el aumento de las plantillas de todos los niveles del Gobierno:159.700 empleados públicos más en los últimos doce meses (+6,2%, el mayor ritmo de aumento del empleo público en 30 años). Mientras, el sector privado perdió 519.800 empleos (-3,1%). O sea, la descerebrada tesis del ministro Garzón sosteniendo que el paro se puede eliminar mediante más empleo público y “proletarizando” a las clases medidas”. Esto lo dije ya en mi post ENTRE LA INCOMPETENCIA Y LA IRRESPONSABILIDAD: LA AGONÍA DEL ESTADO DE DERECHO que puede leerse pulsando aquí.
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