La cultureta yanqui bautizó este tipo de situaciones, la repetición de hechos aparentemente ya vividos, como el “día de la marmota”, aunque a mí, quizás por la edad, me viene mejor recordar el déjà vu de Crosby, Still, Nash and Young, una formidable y breve pieza que daba nombre al disco publicado en marzo de 1970, en plena guerra de Vietnam, un conflicto que mantenía bajo shock a la sociedad americana, especialmente a los jóvenes amenazados por un reclutamiento asaz injusto, y que llevaría a su retirada del país en 1973, tras los Acuerdos de París.
Aquí revivimos algunos sucesos durante años, en particular desde que parte de la clase política catalana decidió que el escapismo independentista era una buena solución para mantenerse en la poltrona –me cuesta llamar poder a lo que allí se cocina-; lo que nos lleva, repetidamente, a contemplar como el autodenominado pacífico movimiento pone a arder a la antaño atractiva ciudad de Barcelona. Todo sirve como coartada para la convocatoria “pacífica” que luego se va de las manos por culpa de unos “pocos” violentos y que, más allá del coste de reposición de mobiliario urbano, asumible para el ayuntamiento, las bajas por lesiones de municipales y mozos de escuadra, que aún importa menos a los dirigentes, y los comercios destruidos o desvalijados, con dueños de dudosa filiación política, deja una imagen que azuza la continua escapada de empresas de la región y restringe la posible llegada de capital extranjero. Es una repetición de lo mismo, que solo puede conducir a la insignificancia social, política y económica de la que otrora fuera primera región de España, y que, el empantanamiento que los resultados electorales prometen, contribuirá a profundizar.
Si miramos a nivel nacional no parece que encontremos señales esperanzadoras; el tactismo en el que se desarrolla la “alta” política, encaminado a trabar la acción del adversario, o del socio temporal, más que a políticas constructivas, no sirve para responder a los retos que tenemos por delante. La legislación en cuestiones de género puede ser un avance necesario para algunos, pero intuyo que la mayoría se encuentra más preocupada por lo que sucederá cuando finalicen los ERTE, y el peso de la deuda, que de ningún modo el Banco Europeo condonará, comience a pasar factura en los presupuestos. No digamos ya si los famosos fondos europeos no llegan, algo no descartable. Será entonces cuando se compruebe la eficacia de nuestro sistema político y comprobemos que, aunque quisiéramos emular a nuestros parientes italianos, aquí no tenemos ningún Draghi.
Se encuentra España en una encrucijada histórica, hundida en una crisis de salud que será económica, con un sistema político que no facilita la gobernabilidad y que, además, genera preocupantes tendencias al ensimismamiento en los ocupantes del palacio de la Moncloa; por ello, a mí, esta situación me recuerda la historia de Onán, que no quería tener fruto de su mujer, solo disfrutarla, y al que Yaveh castigó con la aniquilación.
¿Dónde estará Yaveh?
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