Como sencillos ciudadanos, formados en la clara diferenciación entre lo bueno y lo malo, y en el respeto por los principios tutelares de la civilización occidental, nos cuesta aceptar que se reúnan el Presidente de la República y varios de sus colaboradores con los más crueles criminales de nuestra historia, a departir en una “fraternal” cena social.
Fraternal significa “propio de hermanos”. No entendemos cómo puede existir un “fraternal” encuentro entre el Jefe de Estado y, por lo tanto, representante de todo el pueblo colombiano, y los responsables de los más atroces crímenes de lesa humanidad cometidos en contra de la población colombiana.
Mientras ello sucedía, varios de los mandos medios de las FARC se confesaban autores del trato inhumano practicado contra sus secuestrados civiles y militares.
¿Acaso tenía por objeto esta humillante reunión solicitar la entrega de los activos que no se ha podido obtener de las FARC para indemnizar a sus víctimas?
O, ¿se trataba de que entregaran los sofisticados armamentos que “olvidaron” entregar a la ONU?
O, talvez ¿se buscaba información sobre el paradero de los miles de secuestrados y menores reclutados de los que hasta ahora nada se sabe?
¿Quizás pretendía el Presidente la colaboración de los narco-terroristas en la lucha contra el tráfico de drogas, como lo declaró el consejero Archila? Ya el omnipotente Timochenko se encargó de desmentirlo, aclarando que las FARC no son delatoras, lo que nos lleva a otros interrogantes. A) ¿No se había comprometido las FARC en el pacto de La Habana a colaborar en la lucha contra la droga? B) Entonces, quién miente ahora, Archila o Timochenko?
Según la escasa información que en los medios se encuentra, en la reunión se trató del avance de los acuerdos de paz, la seguridad de los excombatientes y la continuación de la delegación de verificación de ONU hasta el final del mandato de Duque.
Nada sobre los temas cruciales: La indemnización a las víctimas, el auge del narcotráfico, las amenazas de las “disidencias” jamás condenadas o desautorizadas por los cabecillas de las FARC, la seguridad de los colombianos, la minería ilegal, los daños al medio ambiente, el cumplimiento de los compromisos de las FARC.
Refleja esta “fraternal y empática” reunión, como ha sido calificada por uno de los asistentes, la política humillante y vergonzosa de este gobierno frente a las FARC y al claudicante pacto de La Habana. Se ha gobernado para 6.000 supuestos combatientes, jamás identificados, mientras se olvida la seguridad de la población extorsionada, se hace caso omiso del incremento de los cultivos ilícitos, se desmoraliza a las Fuerzas Militares y de Policía, se entrega la soberanía de la Nación a entes internacionales de orientación marxista y se renuncia al ejercicio de la autoridad, como lo ordena la Constitución Política.
Quienes elegimos al Presidente Duque con la esperanza de dar por terminada la dictadura Santos-Farc, nos sentimos ofendidos con esta actitud de nuestro mandatario. No lo elegimos para mantener un trato “fraternal y empático” con los facinerosos, sino para que aplicara el peso de la ley al crimen y garantizara la tranquilidad de los colombianos. ¿No se ha enterado, Señor Presidente, que esos contertulios con los que compartió tan delicioso menú mexicano son los responsables de acciones terroristas, del aumento del narcotráfico, de la minería ilegal, de la extorsión a los campesinos, del homicidio de los líderes sociales, del asesinato de soldados y policías?
Ver: UNIDAD INVESTIGATIVA, u.investigativa@eltiempo.com, @UinvestigativaET, https://www.eltiempo.com/
Por: Luis Alfonso García Carmona, Presidente Alianza Reconstrucción Colombia
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