En el Madrid de 1936 todas las entidades antifascistas del terror estaban englobadas en el Frente Popular. Tras el 18 de julio de ese año, aquel Madrid, antaño alegre y bullanguero, murió en poder de las turbas llenas de odio marxista y de brigadas de asesinos.
Madrid cayó subyugada por los rojos al convertirla en la capital del dolor. De aquella ciudad hermosa y alborozada hicieron una gran checa rusa. La masacre cruel e inhumana recordada por la historia se apoderó de Madrid, y, con látigo soviético, hubo de soportar un martirio lento y horrible encadenada a Rusia. Las iglesias fueron destruidas y los palacios quemados y deshechos. El expolio, rapina y usurpación de la riqueza artística e histórica de Palacios, Museos y oficinas públicas, efectuado por milicias confederales y oportunistas sin escrúpulos, fueron hechos consumados. Los madrileños buscaban hambrientos en las basuras sin descanso y se agolpaban ante los puestos de “palulú” para disputarse tan insólito alimento. Se recogía la corteza de los árboles para crear fuego en los hogares, donde llegó a faltar por completo. Los niños se desmayaban en las colas del pan. Los registros domiciliarios, sin mandatos ni conciertos, se perpetuaron por “irresponsables” en todas las esquinas. Una ola de ferocidad de las hordas incontroladas, nacidas de la envidia y la venganza, traicionó y delató a los vecinos, “enemigos de clase”, adueñándose de sus vidas para entregarlos a las “Brigadas del Amanecer”, quienes llevaban a cabo el ajuste de cuentas, las revanchas y los más puros y duros asesinatos. Las “escuadras de la muerte”, con representantes de todos los partidos y sindicatos del Frente Popular, se convirtieron en el mayor centro de homicidios voluntarios, actuando como el punto neurálgico de la red del terror, recibiendo, de otros entes similares, a prisioneros para, sin más miramientos, ser ejecutarlos en los famosos “paseos”. La represión habida y creada durante estos tres años de terror, fue una sucesión constante e ininterrumpida de acciones de violencias y de asesinatos en masa, sin juicio previo, de los presos políticos que se encontraban detenidos; hechos que hicieron aumentar el índice de mortalidad en la población civil de forma inverosímil, aun cuando hubo agencias estatales que actuaron como cómplices de las matanzas y del bandolerismo, tales como la Dirección General de Seguridad, que participó conscientemente en las sacas de las prisiones y emitió órdenes de liberación falsas que dejaban a los reclusos en manos del Comité Provincial de Investigación Pública para ser ejecutados extraoficialmente fuera de la cárcel…
La ciudad era una tumba que en nada recordaba al Madrid de otro tiempo. Pero, la gran urbe, parada, agarrotada y yerta, en poder del enemigo y viviendo un terror tenso y dominador, nunca perdió la esperanza de que llegase la hora de su liberación.
De tal forma que, terminada la ocupación de Cataluña en los primeros días de febrero del 39, pocos dudaban de que la Cruzada acabaría pronto y con la victoria de Franco.
A mediados del mes de marzo comenzó la reorganización y preparación de los diversos ejércitos con vistas a la consecución de su gran objetivo final: liberar Madrid y controlar el resto del territorio nacional.
De tal forma que, después de un asedio de 28 meses a la ciudad mártir, y aprovechando la muy debilitada situación del bando Rojo tras la severa derrota sufrida en la Ofensiva de Cataluña, y unido al triunfo del golpe de Estado del Coronel Casado en Madrid, que puso fin a la política de resistencia que hasta entonces había mantenido el gobierno de Juan Negrín, se propició la rendición incondicional del ejército popular republicano y consiguientemente la entrada, sin pegar un solo tiro, en la capital de España de las tropas nacionales, que habían permanecido en la Universitaria y Casa de Campo, con el privilegio y el honor de ser las primeras en entrar el día 28 de marzo de 1939, como así lo hicieron, por la calle de la Princesa, y que cuya imagen se ha convertido en todo un símbolo.
Ese mismo día y a la una de la tarde, en las inmediaciones de las ruinas del Hospital Clínico, el Coronel Adolfo Prada Vaquero, con chaquetón de cuero, anteojos redondos y gorra militar, cumpliendo órdenes del Coronel Casado, se dispuso a realizar la simbólica entrega de la ciudad al glorioso ejército de Franco.
Al llegar al sector de la Casa de Campo y en las ruinas de Santa Cristina, junto a sus acompañantes, su jefe de Estado Mayor García Viñals, el Mayor Francisco Urzaiz y el Teniente Coronel médico Manuel Medina Garijo, fueron recibidos por el Coronel Losas, Jefe de la 16 División Nacional, que vestía chilaba moruna y gorra de plato.
Las dos comitivas, vencedores y vencidos, se intercambiaron fríos saludos y tras un breve dialogo, se volvieron a saludar y comenzaron el desplazamiento andando, pero ya como prisioneros, hasta llegar al Hogar del Soldado, que los nacionales tenían instalado cerca de la Escuela de Arquitectura.
A las cuatro de la tarde el coronel Losas, desde los micrófonos de Unión Radio dirigiéndose a la población afirmo: “Quiero gritar con todos los españoles que me escucháis, españoles de nuestra península y españoles del mundo entero, para que se enteren todos, que en la capital de España ondea ya nuestra bandera y que con el mayor entusiasmo todos gritemos: ¡Viva España! ¡Viva el Generalísimo! ¡Arriba España!”
Tras de enterarse sus moradores de tan deseado y esperado acontecimiento, tuvieron la convicción de que con la entrega de la ciudad se acababan sus sufrimientos y penalidades. La alegría inundó la ciudad y de inmediato comenzaron a aparecer banderas nacionales y colgaduras en los balcones y ventanas. Grandes grupos de personas se encaminaron hacia las líneas nacionales para recibir a los gloriosos soldados nacionales que se acercaban a Madrid.
Los miembros de la falange y la quinta columna que habían permanecido en la clandestinidad se lanzaron a la calle, y ocuparon un buen número de edificios que habían albergado diferentes organismos e instituciones, haciéndose cargo de ellas y de un buen número de arterias de la capital, comprobando al mismo que no quedaba ni rastro de los sicarios y fuerzas del ejército Frentepopulista, que habían huido despavoridos y exasperados a los puertos mediterráneos para embarcar a “ninguna parte”, porque Valencia y Alicante, al día siguiente, 29 de marzo, fueron también liberadas por los nacionales.
¡Ya hemos “pasao”! ¡Ya ha llegado la Victoria! ¡Ya ha llegado la paz! Ocurrió tal día como hoy, el 28 de marzo 1939, hace 82 años. Una fecha que ha quedado marcada durante décadas en la memoria de los españoles supervivientes.
COMPARTE:
EMBÁRCATE EN LA LUCHA CONTRARREVOLUCIONARIA: Si quieres defender la cristiandad y la hispanidad, envíanos tus artículos comentando la actualidad de tu país hispano, o colaboraciones sobre la fe católica y la cultura, así como reseñas de libros, artículos de opinión… Ya superamos las 12.000.000 de páginas vistas anualmente en todo el mundo, únete a nuestro equipo de voluntarios y difunde la verdad compartiendo en redes sociales, o remitiendo tus colaboraciones a redaccion@tradicionviva.es . Puedes seguirnos en Telegram: t.me/tradicionviva / Facebook: @editorial.tradicionalista / Twitter: @Tradicion_Viva / Youtube: youtube.com/c/tradicionvivaTv / Suscríbete a nuestro boletín digital gratuito, pulsa aquí.
TE NECESITAMOS: Somos un espacio de análisis lejos de los dogmas de la corrección política; puedes colaborar haciendo una DONACIÓN (pulsando aquí)