La guerra iniciada en 1936 tuvo su cenit con la derrota roja en abril de 1939, consecuencia de la misma fue el exilio de los derrotados dirigentes y milicianos rojos del ejército del Frente Popular, que compuso la historia más triste y negra acaecida por la sinrazón espantadiza y cobarde de un número cercano a las 440.000 personas, aunque muchos de ellos lograron regresar a España en la década de 1940, quedando unas 220 000 españoles en el exilio, que prefirieron huir de su patria, unos engañados por sus propios dirigentes otros para no asumir sus responsabilidades políticas y débitos de sangre, dando testimonios de ellas cuando atravesaban la frontera con rastros de odio, terror, miseria social, dolor, caos, incendios, profanaciones, sacrilegios, robos, asesinatos, sangre y muerte, en los barcos prisión, en las checas, en las “sacas” y en los paseos al amanecer, esos fueron los que abandonaban su tierra para siempre.
Ante esta dramática situación, “La Ayuda a España Republicana” (CICIAER), organismo creado el 13 de agosto de 1936 por el gobierno de la II República, con el fin de asegurar la coordinación de los esfuerzos a favor de la España republicana a escala internacional, fue la que se encargó de gestionar el “auxilio y ayuda” a los exiliados, reagrupándoles en centros de “control” o de “clasificación” en la frontera, para más tarde encerrándoles en improvisados campos de concentración de la metrópoli francesa y el Norte de África, donde tuvieron que afrontar inicialmente duras condiciones de vida
Tras pasar la frontera con el país vecino, su autodestierro estuvo marcado por el signo de la desgracia, comenzaron el proceso de desmoronamiento de su identidad española, la separación de su tierra y el extravió en un espacio inasible y ajeno, llegando no solamente con la desesperación de haber sufrido una inimaginable derrota y con la ruptura de la continuación de sus vidas, sino también con una perenne incógnita por la incertidumbre de no saber la vida que les esperaba en una Francia adversa a socorrerlos, ya que el primer ministro, Eduardo Daladier, estaba fomentando, junto a las derechas un cierto consenso, una política de enfrentamiento con los comunistas, utilizando, a su vez, su influencia en la opinión pública francesas, inmersa en una fuerte crisis económica desde 1930,
Ante estas perspectivas, los exiliados españoles refugiados en Francia, desde el final de la Guerra Civil, fueron tratados como meros extranjeros, sobre los que pendía la amenaza de la extradición, encontrándose siempre en una suerte de limbo jurídico, por lo que por los acontecimientos referidos fueron encerrados en improvisados campos de concentración de la metrópoli francesa.
Así pues, el exilio constituyó para el gobierno francés un problema económico y político, mostrándose rápidamente interesado en fomentar su repatriación a España o la re-emigración a terceros países, tales como México, Chile y República Dominicana, las tres únicas repúblicas americanas que aceptaron oficialmente a los exiliados españoles.
Cabe destacar también que una última oleada de los vencidos salió de España al final de la guerra con destino al norte de África, a los territorios de las colonias francesas, donde fueron encerrados también en campos de concentración cerca de Argel. Me refiero al grupo de exiliados que logró llegar a aquellas costas lo hizo luego de la evacuación del Sureste español, desde Valencia, Cartagena, Almería y Alicante, huyendo apocadamente antes de la llegada de las tropas nacionales. Este es otro capítulo penoso y vergonzoso de la derrota Frentepopulista, que estuvo teñido de sangre por las numerosas ejecuciones y suicidios, y marcado por la increpaciones y amenazas de la violencia francesa y de la guardia senegalesa, que les sometió a un régimen brutal de trabajos forzados y en donde sucumbían al hambre, las enfermedades y la tortura, así como de las precariedades sanitarias extremas en las costas argelinas.
El exilio duró legalmente treinta años, hasta que en 1969 se perdonó a los vencidos en la guerra y pudieron volver a España sin temor a ser encarcelados por la sucesión de acciones violentas cometidas en la zona roja durante la guerra civil.
Personalmente, durante mi estancia en Francia, donde estuve estudiando por los años 60, tuve la ocasión de conectar con algunos exiliados, que estaban allí engañados por sus gerifaltes comunistas, y tras diferentes contactos en el consulado español, logré, con la ayuda del Cónsul Sr. García Cordero, repatriar a tres, que habían pertenecido al ejército republicano, y que no habían cometidos asesinatos de seglares ni clérigos, sino que solamente estuvieron en el frente como soldados. Desgraciadamente, uno de ellos, Jose Jaramillo, natural de Socuéllamos, no puedo volver a España, a pesar de tener todo arreglado y el billete de regreso, ya que murió de gangrena en el hospital Sens.
PD.- Solo los republicanos con dinero suficiente para embarcar rumbo a América, como los del Vita, entre otros, se libraron del cruel exilio de los refugiados a pie.