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La ‘megapotencia’ del futuro: Rusia forja una unión inquebrantable con su principal aliado

Este 2 de abril marcó el 25 aniversario de la firma del tratado sobre la creación de la Comunidad de Rusia y Bielorrusia, que luego se convirtió en una unión entre dos países hermanos. A lo largo de este período las dos naciones han dado muchos pasos firmes para forjar la alianza, pero también se toparon con ciertos problemas.

Rusia y Bielorrusia comparten muchas cosas: tienen una historia común, la mayoría absoluta de los bielorrusos hablan el idioma ruso y, además, ambos países tienen intereses estratégicos parecidos en la escena internacional.

Después de la disolución de la URSS, Moscú y Minsk mantuvieron fuertes nexos económicos y culturales. Guiados por los deseos de sus pueblos, los presidentes Borís Yeltsin y Aleksandr Lukashenko firmaron el 2 de abril de 1996 un acuerdo sobre la creación de la Comunidad de Rusia y Bielorrusia. En 1998 el nuevo organismo supranacional pasó a denominarse como el Estado de la Unión y ha conservado este nombre hasta el día de hoy.

El documento sobre la creación de la Unión fue ratificado por los parlamentos de ambos países en enero de 2000, lo que allanó el camino hacia una integración más profunda. El Estado de la Unión dispone de una Asamblea Parlamentaria bicameral, el Consejo de Ministros, el Consejo Estatal Supremo y el Comité Permanente —este último organiza el funcionamiento del Consejo de Ministros y del Consejo Estatal Supremo—.

En general, el Estado de la Unión está siendo creado para ser una entidad supranacional cuyos países miembros preservarán su soberanía. Moscú y Minsk han hecho muchos esfuerzos para unificar los sistemas políticos y económicos sin poner en peligro la independencia de sus integrantes.

Los avances en la construcción de la nueva Unión

El Estado de la Unión puede convertirse en una confederación con un parlamento, un solo consejo de ministros y una legislación unificada. Por ahora, la futura confederación no tiene sus propios símbolos: ni bandera, ni escudo, ni himno. Sin embargo, ya existen ciertos proyectos no oficiales.

Los países miembros tienen previsto realizar los procesos de integración a todos los niveles.

Para finales de 2021 las partes prevén cancelar el servicio itinerante internacional para que las llamadas telefónicas cuesten lo mismo que dentro del mismo país. Las llamadas ya cuestan 20 veces menos que en el pasado, pero los planes incluyen la cancelación total del servicio itinerante. Este será un paso más hacia un sistema común de comunicaciones entre las dos naciones.

Otro punto importante es la unificación de los mercados de energía y de gas. Hoy en día Bielorrusia compra el gas ruso con un descuento grande: 127 dólares por 1.000 metros cúbicos. En una década Bielorrusia se ahorró unos 20.000 millones de dólares gracias a estos descuentos. Es uno de los beneficios clave de la integración profunda entre Moscú y Minsk. En el futuro es posible que el precio sea reducido aún más.

Pero pese a los enormes descuentos que Rusia ofrece a Bielorrusia, el presidente Aleksandr Lukashenko quería adquirir el gas al precio interno de la Federación de Rusia, es decir, sugirió pagar el mismo monto que algunas regiones rusas pagan por el combustible. Moscú subrayó que esto solo será posible una vez las dos naciones alcancen un mayor nivel de integración.

Los dos países forman parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva —una alianza militar entre algunos países de la antigua URSS— y a menudo celebran ejercicios militares conjuntos. El principal evento militar en el que participan solo los militares de Rusia y Bielorrusia son las maniobras Hermandad Eslava. La integración a nivel militar también juega uno de los papeles clave en el proceso de la solidificación del Estado de la Unión.

La cooperación en los ámbitos económico, militar y de comunicaciones son importantes, pero no hay que restar importancia a la creación de una agenda internacional coordinada. El secretario del Estado de la Unión, Dmitri Mezéntsev, en su reunión con el presidente Lukashenko el pasado 26 de marzo declaró que los dos países también tienen que elaborar una política conjunta para dar una firme respuesta a la presión por parte de Occidente.

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Problemas y el futuro de la integración

Con el paso de tiempo el Estado de la Unión puede convertirse en una ‘megapotencia’ política, económica y militar en el mapa de Europa y de Asia del Norte. Por ahora la unión que forjan Moscú y Minsk se parece más a una alianza de dos países con lazos muy estrechos. Esta alianza sí tiene un futuro prometedor, pero a lo largo de los últimos 25 años las relaciones entre dos naciones en cierto sentido no han sido muy estables.

Puede leer:  El porqué de la guerra de Ucrania (II)

La crisis más notable tuvo lugar en 2010 cuando a causa del empeoramiento en las relaciones el proceso de integración casi se detuvo. Para principios de 2011 la realización del proyecto del Estado de la Unión se había estancado por las diferencias en los intereses estratégicos de los dos países. La crisis se había resuelto para finales de 2011 y justo entonces las partes dieron nueva vida a la iniciativa.

Sin embargo, hasta ahora persisten ciertas discrepancias menores entre Moscú y Minsk. Una de ellas es el futuro de la divisa común en el Estado de la Unión. Inicialmente estaba previsto que el rublo ruso sería la única moneda de la nueva entidad supranacional, pero luego Bielorrusia retiró su consentimiento y entonces los miembros de la unión empezaron a barajar crear una nueva divisa.

Por ahora, el proceso de la creación de una moneda común está estancado.

El presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, en varias ocasiones subrayó que jamás sacrificaría la soberanía de Bielorrusia en aras de crear una entidad supranacional. Es verdad que en Minsk temen que Moscú podría devorar a Bielorrusia como consecuencia de una fusión entre los dos estados, pero Rusia en reiteradas ocasiones enfatizó que nunca ha tenido este tipo de planes.

Las protestas en Bielorrusia que comenzaron en agosto de 2020 también representan un peligro para la realización del proyecto. Esto no tiene nada que ver con la naturaleza de todo el movimiento opositor, sino con el deseo de algunos políticos opositores de dar un giro hacia la Unión Europea. Tal paso enterraría el proyecto de la unión y cortaría casi todos los lazos con la Federación de Rusia como ya pasó en el caso de Ucrania tras el golpe de Estado de 2014.

En resumidas cuentas, pese a todos los problemas los dos países continúan forjando la alianza y siguen en el camino hacia la creación de un nuevo tipo de confederación. Es incluso posible que otros países se unan a esta entidad política en el futuro. En el pasado, en los países como Moldavia, Serbia y Kirguistán ya se barajó la posibilidad de ingresar en el Estado de la Unión.

Este artículo se publicó en sputniknews.com

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