¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Feliz Belleza!
¡Qué asombroso beneficio de tu Amor por nosotros!¡Qué incomparable ternura y caridad! Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo… ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
Preciosas palabras extraídas del Pregón Pascual. No me canso de oírlo, una y otra vez y mil veces más.
¡Qué noche tan dichosa! Y en verdad es dichosa, una hoguera frente a la Iglesia, a veces sencilla pero capaz de sobrecoger el alma pecadora que acude esperanzada y deseosa de ser limpiada. Comienza la ceremonia más bella del orbe. Los fieles vela en mano penetran en un templo a oscuras, el cirio pascual en la mano del sacerdote avanza rompiendo esas tinieblas que comprimen nuestras almas y la luz regresa inundando el espacio, iluminando el rostro de los presentes, arrancando la tristeza, borrando el pecado y trayendo la esperanza.
El canto del Pregón Pascual tan esmeradamente ensayado, las bendiciones, las lecturas, cada detalle, cada palabra, conducen hacia la renovación del alma, al renacimiento de cada uno de nosotros.
Este año pudimos estar presentes en la Vigilia Pascual agradecidos y dispuestos a renovarnos por completo, pues, a pesar de tanto mal, de tantas miserias que desde el año 2020 nos asolan, a pesar del genocidio de ancianos, de la arbitraria prohibición de compartir con los tuyos estos días santos, a pesar de las amenazas que se ciernen sobre nuestras cabezas si no metemos restos de fetos asesinados en nuestras venas, a pesar de la ruina moral y económica que aniquila día a día nuestra patria, Jesús no sufrió horriblemente para nada, Jesús no resucitó para nada. Jesús vivió, sufrió, murió y resucitó por Amor.
Por Amor a los hombres, por Amor a sus criaturas, por Amor puro y verdadero. Y su Amor no puede quedar en el olvido.
La primera vez que acudí a la Vigilia Pascual era ya madre de mis siete hijos y estos eran lo suficientemente mayores como para no provocar una «catástrofe».
Desde entonces hallo en todos y cada uno de los momentos de esa maravilla litúrgica un mensaje directo del Amor de Dios; la dicha que solo un niño inocente es capaz de sentir se apodera de mis sentidos llevando a mi razón la certeza de que Dios nos ama. No es una sensación momentánea, ni ñoña, no es una impresión puntual influida por el incienso o las llamas de la hoguera. Se trata del producto de la meditación gracias a las lecturas y las palabras que se cantan en el Pregón Pascual. Se trata del camino que todos hemos de atravesar a lo largo del tiempo y del dolor, de la búsqueda del conocimiento con la humildad y sencillez de un niño.
Por eso la oscuridad es ahogada por la Luz, por eso las tinieblas que se extienden vertiginosamente en estos dias han sido barridas por la Resurrección y a pesar del escándalo armado una y otra vez por los hijos de las tinieblas, Dios no nos ha olvidado y no se irá mientras haya quienes se reúnan en su nombre.
Que la Resurrección de Nuestro Señor alegre vuestros corazones.
Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado.
Feliz Pascua de Resurrección.
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