Cuando las «revoluciones» no vienen solas, ni son un mero fruto de la violencia impositiva, es imperdible buscar entre los autores más finos en su denuncia. En esos ‘profetas’ de calamidades. O, nos gusta decir, valientes -e ingeniosos- alertadores. En España, los Torrubia, Juan de la Madre de Dios, Feijoó o, muy especialmente, Ceballos y Mier, pusieron el ojo -y la pluma-en el foco del volcán que, más tarde, sería nombrado por todos con su primer apellido: «ilustración»; pero que ya ellos citaron originalmente como «anticatolicismo» en fondo y forma. Y la masonería al servicio… Esta es la segunda parte (de tres) de como la falsa filosofía masónica, aún, es frenada en la segunda parte del siglo XVIII. No faltarían muchos años, con la llegada al trono de Carlos III, para que la ‘propuesta’ francesa enciclopedista tomara poder entre los círculos más influyentes, creando una atmósfera de persecución hacia quienes conservaban el tradicionalismo (la vieja guarda); cual mecha del trágico final de la invasión napoleónica en España.
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