“¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describilla!; porque, ¿a quién no suspende y maravilla esta máquina insigne, esta braveza?” Miguel de Cervantes, Poesías sueltas.
Este 22 de abril se conmemora el 405 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. Cervantes no necesita presentación, pero es oportuno recordar que fue un soldado, poeta, dramaturgo y novelista español, considerado el padre de la novela actual y el autor más importante en lengua española.
Miguel de Cervantes Saavedra nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares, siendo el cuarto hijo de un modesto médico, Rodrigo de Cervantes, y de Leonor de Cortinas, vivió una infancia marcada por los acuciantes problemas económicos de su familia, que en 1551 se trasladó a Valladolid, a la sazón sede de la Corte entonces, en busca de mejor fortuna. Allí inició el joven Miguel sus estudios, probablemente en un colegio de jesuitas. Cuando en 1561 la Corte regresó a Madrid, la familia Cervantes hizo lo propio, siempre a la espera de un cargo lucrativo. La inestabilidad familiar y los vaivenes azarosos de su padre, que en Valladolid fue encarcelado por deudas, determinaron que su formación intelectual, aunque extensa, fuera más bien improvisada. Aun así, parece probable que frecuentara las universidades de Alcalá de Henares y de Salamanca, puesto que en sus textos aparecen copiosas descripciones de la picaresca estudiantil de la época.
En 1569 salió de España, probablemente a causa de algún problema con la justicia, y se instaló en Roma, donde ingresó en la milicia, en la compañía de don Diego de Urbina, con la que participó en la batalla de Lepanto, en 1571. En este combate naval contra los turcos fue herido de un arcabuzazo en la mano izquierda, que le quedó anquilosada. Cuando, tras varios años de vida de guarnición en Cerdeña, Lombardía, Nápoles y Sicilia, donde adquirió un gran conocimiento de la literatura italiana, regresó de vuelta a España, la nave en que viajaba fue abordada por piratas turcos en 1575, que lo apresaron y vendieron como esclavo, junto a su hermano Rodrigo, en Argel. Allí permaneció hasta que en 1580 un emisario de su familia logró pagar el rescate exigido por sus captores.
De retorno a España, tras once años de ausencia, encontró a su familia en una situación aún más penosa, por lo que se dedicó a realizar encargos para la Corte durante unos años. En 1584 se casó con Catalina Salazar de Palacios, y al año siguiente, en 1585 se publicó su novela pastoril “La Galatea”. En 1587 aceptó un puesto de comisario real de abastos que, si bien le acarreó más de un problema con los campesinos, le permitió entrar en contacto con el abigarrado y pintoresco mundo del campo que tan bien reflejaría en su obra maestra, “Don Quijote de la Mancha”, que apareció en 1605, y que ha sido unánimemente definido como la obra cumbre de la literatura universal y una de las máximas creaciones del ingenio humano, considerada asimismo el arranque de la novela moderna y concebida inicialmente por Cervantes como una parodia de los libros de caballerías, el Quijotees un libro externamente cómico e íntimamente triste, un retrato de unos ideales admirables burlescamente enfrentados a la mísera realidad, y no son pocos los paralelos que se han querido establecer con la España imperial de los Austrias, potencia hegemónica destinada a gobernar el mundo en el siglo XVI y a derrumbarse en el siglo XVII, y con la vida de su autor, gloriosamente herido en el triunfo de Lepanto y abocado luego a toda suerte de desdichas.. El éxito de este libro fue inmediato y considerable, pero no le sirvió para salir de la miseria. Al año siguiente, en 1606, la Corte se trasladó de nuevo a Valladolid, y Cervantes con ella. El éxito del Quijote le permitió publicar otras obras que ya tenía escritas: los cuentos morales de las Novelas ejemplares, el Viaje del Parnaso, y comedias y entremeses.
En 1615, unos meses antes de su muerte, envió a la imprenta el segundo tomo del Quijote, con lo que quedaba completa la obra que lo sitúa como uno de los más grandes escritores de la historia y como el fundador de la novela en el sentido moderno de la palabra. A partir de una sátira corrosiva de las novelas de caballerías, el libro construye un cuadro tragicómico de la vida y explora las profundidades del alma a través de las andanzas de dos personajes arquetípicos y contrapuestos, el iluminado Don Quijote y su prosaico escudero Sancho Panza. Las dos partes del Quijote ofrecen, en cuanto a técnica novelística, notables diferencias. De ambas partes, la segunda (de la que se publicó en Tarragona una versión apócrifa, conocida como el Quijote de Avellaneda, que Cervantes tuvo tiempo de rechazar y criticar por escrito) es, por muchos motivos, más perfecta que la primera, publicada diez años antes. Su estilo revela mayor cuidado y el efecto cómico deja de buscarse en lo grotesco y se consigue con recursos más depurados. Los dos personajes principales adquieren también mayor complejidad, al emprender cada uno de ellos caminos contradictorios, que conducen a Don Quijote hacia la cordura y el desengaño, mientras Sancho Panza siente nacer en sí nobles anhelos de generosidad y justicia. Pero la grandeza del Quijote no debe ocultar el valor del resto de la producción literaria de Cervantes, entre la que destaca la novela itinerante “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”, su auténtico testamento poético. Las fuentes del arte de Cervantes como novelista son complejas: por un lado, Don Quijote y Sancho son una parodia de los caballeros andantes y sus escuderos; y por otro lado, en ellos mismos se exalta la fidelidad al honor y a la lucha por los débiles. En el Quijote confluyen, pues, realismo y fantasía, meditación y reflexión sobre la literatura: los personajes discuten sobre su propia entidad de personajes mientras las fronteras entre delirio y razón y entre ficción y realidad se borran una y otra vez. Pero el derrotero de Cervantes, que asistió tanto a las glorias imperiales de Lepanto como a las derrotas de la Armada Invencible ante las costas de Inglaterra, sólo conoció los sinsabores de la pobreza y las zozobras ante el poder. Al revés que su personaje, Cervantes no pudo escapar nunca de su destino de hidalgo, soldado y pobre.
Miguel de Cervantes falleció el 22 de abril de 1616 en Madrid, un día antes que otro grande de la literatura universal, William Shakespeare.
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