En la pág. 11 del número 850 de la Revista “Siempre P’alante”, el día 8 de abril 2021, leí la siguiente recomendación: “En cada Padre Nuestro que recites, a las palabras VENGA A NOSOTROS TU REINO y HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO, se católicamente consecuente ante Dios y no des tu voto a los que con él hacen leyes o permiten en la tierra todo lo contrario a lo que se hace en el cielo”. JID
Pocas palabras para tan gran aserto, y que hemos de aprovechar para una reflexión congruente entre lo que rezamos y lo que realizamos.
VENGA A NOSOTROS TU REINO
Esta petición Señor, debe ser el ansia más grande de todos nuestros corazones: Que reines en nosotros, en nuestras familias, en nuestra sociedad, en nuestros trabajos, en nuestros pueblos, en los cuarteles, en nuestras leyes, en nuestras diversiones, en nuestra nación, en toda la tierra, porque el mundo no puede subsistir ni vivir fuera de tu Reino.
Pero el mundo está falto de Ti… Y en España, otrora paladín de la fe, reina el demonio, la carne, el vicio, la codicia más desenfrenada, el más sórdido egoísmo… y apartados de Tí, ¡qué mal nos encontramos, Señor! Así no estamos bien, perecemos.
Venga a nosotros tu Reino…. Venga a nosotros tu Reino, Reino de Paz, Reino de Justicia, de Caridad, de Bien…
Tomemos conciencia de que esa será la única manera de que santifiquemos a Dios, mediante la extensión de su Reino a lo largo y ancho del mundo y a través de los tiempos. Así que, como creyentes adoradores, hemos de identificamos con ese reino de Dios, que anhelamos sea extendido por doquier. Al pedir que venga el reino de Dios, que siempre ha estado y estará, hoy más que nunca, debemos anhelar sea manifestado en todos, para que venga su Ley y su Gobierno.
Pero, cuando pedimos a Dios con la boca, en oración memorizada y de forma rutinaria: Venga a nosotros tu Reino, ¿somos conscientes de lo que estamos pidiendo y consecuentes en nuestro obrar, o por el contrario, pasamos del tema, sin querer comprometernos?, ¿estamos realmente dispuestos a someternos a ese Reino justo y santo de nuestro Dios?, ¿o más bien, como autómatas que no quieren distinguir lo bueno de lo malo, votamos pidiendo el reino del mal, sin la ley y el gobierno de Dios? ¿Quién nos gobierna? La pregunta parece, a primera vista ociosa, porque, según la definió Lincoln, democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, luego es el pueblo quien elige a los gobernantes. Esto delata, que el voto del pueblo es culpable por elegir malos gobiernos, los mismos que elaboran y establecen las leyes inicuas y contrarias a la Ley de Dios, que son las que rigen hoy en el reino de España.
Si sois cristianos y verdaderos seguidores de Cristo, debéis votar para que venga su Reino.
HÁGASE TU VOLUNTAD ASI EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA
No se trata como hemos explicado en la anterior petición, del Cielo adonde iremos, sino del Reino de Dios aquí, sobre la tierra, de modo que en ella sea obedecida plenamente la amorosa voluntad del Padre, tal como se la hace en el Cielo, ¿Cómo se cumplirá tan hermoso ideal?
Pidiendo a Dios en oración ferviente que sea hecha la Voluntad de Dios. Aclaremos que Dios es Rey y, por lo tanto, hace como Él quiere siempre que se haga su Voluntad en el cielo y en la tierra, esto es, que se cumple su propósito soberano aún sin que la gente que no le conoce lo entienda así. Pero nosotros, sus hijos elegidos de Dios por el bautismo, tenemos la voluntad revelada de Dios por medio de su Palabra, y debemos estar comprometidos con ella; y así cada creyente y la iglesia toda oramos al Padre celestial: “hágase tu voluntad así en el cielo como en la tierra”, para que así esta Voluntad sea conocida y cumplida como ha revelado en su Palabra. Por esto debemos orar conscientes de lo que pedimos y ser congruentes en nuestras vidas con nuestro catolicismo, para obedecer su Palabra en nosotros mismos ahora y a la hora de votar, no dando el voto a los que con él hacen leyes o permiten en la tierra todo lo contrario a lo que se hace en el cielo.
Y es que desde que se perdió la Unidad Católica en España, el cúmulo de leyes inmorales no ha dejado de crecer, y así, desde la ausencia de Dios en la Carta Magna hasta la aprobación de la Eutanasia, se han venido sucediendo un movimiento de legislación inicua y sin marcha atrás, que ha desregularizado el Decálogo y el patrimonio cultural y espiritual de nuestra Patria, tales como las leyes del divorcio, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la igualdad social, la violencia de géneros, sobre técnicas de reproducción asistida, de investigación biomédica, despenalizando la blasfemia y el aborto, etc.
Pero, para corregir y restablecer la Voluntad de Dios aquí en la tierra, no basta un mero conocimiento intelectual, saber versículos de memoria, predicar o enseñar, o aconsejar a otros. Se trata de conocer personalmente a Dios, amar sus mandamientos, es decir, poniéndolos por obra, ejerciendo dominio propio por el Espíritu que nos ha sido dado, para someter todos nuestros deseos y pensamientos a la Realeza de Cristo.
No más liberalismo que prescindiendo de Dios en el gobierno del pueblo ha agostado la religión y la piedad; no más socialismo ni comunismo, que amparándose en que la religión es el opio para el pueblo, pretende que se arda como en el 36…No más sectas masónicas que odian a Dios y desean tu desaparición. No más cobardes ni blandengues que prometen y no cumplen, permitiendo, aún con mayoría absoluta, el reino del vicio, de las pasiones, de las corrupciones, de la inmoralidad, del extravío, del libertinaje, de la perversión y del descarrío. Con nuestro voto hemos de querer que los Mandamientos sean la norma de nuestra vida… que se cumplan los Consejos evangélicos y, en definitiva, que aquí, en el Reino de Dios sobre la tierra, se haga la Voluntad de Dios, como se hace en el cielo.
Seamos, pues, consecuentes con lo que rezamos y votamos, aquí y ahora, para que nuestra voluntad sea obediente a la Voluntad de Dios en cada uno de nosotros, en nuestros corazones, en nuestros hogares y en nuestra Patria, como es obedecida en el cielo.
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