Se encuentra España estos días en plena fase de digestión del atracón, en algunos aspectos indigesto, que han supuesto las elecciones del pasado martes en Madrid. Es un proceso que llevará algún tiempo, aunque en la misma noche electoral ya hubo alguna repercusión, casi como un eructo, a cargo de alguno de los principales protagonistas. Y hoy han seguido rebotando los resultados contra las paredes de la política nacional llevándose a alguno más por delante. Ya veremos en qué quedan esas reacciones cuando pase algún tiempo.
En los medios de comunicación hay un claro interés por ver hasta qué punto estamos ante el principio de algo, en relación con una posible remontada del partido conservador a nivel nacional, o si estamos ante el capítulo final del manual de resistencia sanchista. En todo caso, y pese a tratarse de unas elecciones autonómicas, no cabe duda de que lo que sucede en Madrid tiene repercusiones nacionales, empezando por el primer damnificado, el partido naranja, que, aunque no acusa recibo del mensaje, es indudable que tiene por delante un camino penitencial que ya veremos si le lleva a alguna parte. El siguiente partido perdedor, tanto que su líder, supuestamente inmarcesible, abandonó el cargo la misma noche de elecciones, se enfrenta a un futuro incierto, pese a formar parte del gobierno, puesto que ha quedado de manifiesto que ya no cuenta con el halo de pureza de su aparentemente espontáneo nacimiento, desde la indignación ciudadana. Su rápida transformación en casta quizás no les ha preparado para su no menos rápida decadencia. Y ellos lo saben.
Pero quizás el mayor derrotado ha sido el presidente del gobierno, más incluso que su partido, nunca antes tan reducido en su representación madrileña. El decidió implicarse personalmente, dándole con ello más protagonismo a la señora Ayuso, algo que ésta supo aprovechar inmejorablemente. Después, a media campaña, se retiró Sánchez de la confrontación directa, pero ya era tarde, el mal, y con ello su desgaste, estaba hecho. Habrá que ver cómo se gestiona esto ahora, y pagarlo con los soldados no es de buenos generales.
Hoy en la radio podía oírse a la vicepresidenta Calvo mostrando que la digestión está siendo terrible. No hay manera de aceptarlo según ella; puesto que todo es culpa de Ayuso, o incluso peor, de los votantes que no están preparados para comprender la labor sacrificada del gobierno de la nación. Mientras ella hablaba en una cadena, en otra onda, podía oírse al líder del partido ganador en la izquierda, Mas Madrid, que, con un discurso empático con el votante, y reconocimiento hacia el ganador, se mostraba como una opción de futuro, mucho menos radical, y por lo tanto asumible para más gente, que la representada actualmente por Podemos. Era palpable la delectación de la comunicadora, la misma que hace unos días rogaba a Pablo que no abandonase el estudio. Escuchándole, hablando de ecologismo, de cambio climático, tomando como referente a los verdes alemanes, yo no podía por menos que pensar que quizás al PSOE le esté saliendo, de nuevo por su izquierda, un adversario mucho más temible que el representado por el repentinamente desaparecido Iglesias; pensaba que quizás el peligroso no era él, era el otro.
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