La elección para la Convención Constituyente que tendrá lugar los próximos 15 y 16 de mayo, junto con otras elecciones para otros cargos públicos, será de consecuencias históricas para Chile.

Nuestro País se ha dotado de varias Constituciones a lo largo de su historia y todas ellas han sido fruto de diversas crisis de nuestro sistema político.

Sin embargo, la que surgirá del resultado de estas elecciones tendrá, por lo divergente y la radicalidad de las posiciones en pugna, consecuencias que podrán cambiar la fisionomía no sólo política sino también cultural, social y religiosa de nuestra Nación.

En una palabra, estamos en una verdadera y única encrucijada histórica, que será resuelta o agravada, por los candidatos que resulten electos para constituir la Convención.

Credo Chile, que a lo largo de casi una década viene orientado a muchos compatriotas respecto a graves problemas del panorama nacional, no podría omitirse en esta emergencia.

I.- Las elecciones, antes que un tema político son un asunto de conciencia.

Mucho más que las preferencias políticas habituales de centro, izquierda o derecha, lo que se decide en las próximas elecciones es un modo de entender la vida nacional y sus fundamentos sociales, culturales y religiosos. En consecuencia, lo que debe orientar el voto son nuestras convicciones religiosas y morales.

Veamos algunos de ellos.

Familia: La primera y más fundamental de las instituciones de la sociedad, la célula básica de ella, es -sin duda ninguna alguna- la familia.

La actual Constitución la entiende como la unión de los esposos para la procreación y educación de la prole. Ella no se encuentra definida de este modo, pues en los años 80’ no se entendía otro modo de ser familia que el fundado en los preceptos de la moral y del derecho natural.

Tal concepto de familia será puesto en debate por todos los sectores que constituyen lo que hoy se comprende como de oposición e, incluso, algunos de los que hacen parte del oficialismo.

Los grupos de presión que pretenden imponer la agenda LGBT, querrán incluir en el concepto de familia a todo tipo de uniones independientemente de si ellas son compuestas conforme al orden natural o contra natura.

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Ideología de género: junto con lo anterior, los grupos ideológicos que orientan las posiciones de los partidos de la izquierda política sostienen que la nueva Constitución deberá consagrar la doctrina de género, en virtud de la cual los hombres y mujeres no corresponden a su sexo biológico sino en la medida en que se auto perciban o no como tales.

Aborto. Para nadie es un secreto que todo el movimiento feminista, coludido con los partidos de izquierda, consideran al ser que se gesta en el vientre materno como un mero apéndice del cuerpo de la mujer, sobre el cual ellas pueden disponer a su antojo.

En consecuencia, nadie puede ignorar que de ser electos candidatos de los partidos que se ordenan desde la DC hasta el PC, la matanza de los inocentes pasará a ser política pública de salud garantizada por la Constitución.

Votar en favor de uno de ellos hará cómplice al elector de las consecuencias de su decisión.

Unidad Nacional vs. plurinacionalidad

Chile siempre ha sido una sola nación conformada por distintas etnias provenientes, en diferentes épocas históricas, de diversas latitudes del globo.

Tal unidad se vio favorecida por la unidad religiosa que, desde los inicios del período de la llegada de los españoles, hace ya casi 500 años, se fue difundiendo a lo largo de todo el territorio nacional.

Las condiciones y circunstancias geográficas de un territorio apretado entre cordillera y océano, facilitó aún más la configuración de una sola nación.

Obviamente que este proceso de unificación nacional, como toda organización humana, no dejó de tener aspectos controvertibles. Sin embargo, la realidad más evidente es que el ADN de los chilenos está conformado en una amplia mayoría por sus orígenes amerindios y europeo caucásico. Negarlo sería el mayor anacronismo, ignorar cinco siglos de historia.

No obstante, a partir de los años 90’ comenzaron a levantarse reivindicaciones de carácter indigenista promovidas por instituciones académicas, universitarias y eclesiásticas adeptas a la llamada teología de la liberación.

Estas corrientes sostienen que la identidad chilena es el fruto de un “genocidio” a los pueblos originarios y que se debe reconocer lo que llaman “la plurinacionalidad” y la “multiculturalidad”. Similares posiciones ideológicas impusieron en las constituciones de Ecuador, Bolivia y Venezuela el concepto de la “plurinacionalidad”, al punto que la boliviana se hace llamar: “Constitución Política del Estado plurinacional de Bolivia”.

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El problema en cuestión no es sólo un tema de “deuda histórica”, como pretenden presentarlo los sectores más moderados de esta ideología. No existe nación sin territorio y no existe territorio sin autonomía. En consecuencia, todas las empresas forestales, mineras, agrícolas y otras que no hagan parte de la cosmovisión indígena deberán abandonar el “territorio” de esos pueblos.

Imagine el lector las consecuencias económicas, sociales, jurídicas y políticas que tal ideología producirá en el caso de ser consagrada en el próximo texto constitucional.

Basta considerar la permanente violencia que se ejerce en estos días en la zona de la Araucanía para entender qué quiere decir “plurinacionalidad”. Esta pesadilla se reeditará desde el norte -con las reivindicaciones diaguitas- hasta Puerto Williams con algunas decenas de familias yaganes, todos ellos agitados por grupos de extrema izquierda.

Esto llevará a la revaloración de cultos paganos que podrán introducir legislaciones “especiales” de acuerdo a las sensibilidades o prácticas ancestrales. Ejemplo de ello es la rebaja de penas para los delitos de abusos sexuales practicados por los habitantes de Isla de Pascua.

Propiedad privada y libre iniciativa

Otro aspecto que se debatirá en la próxima Asamblea Constituyente será el respeto al derecho de propiedad privada.

Este derecho natural se encuentra debidamente cautelado en el actual texto constitucional. Los constituyentes que lo redactaron tuvieron especialmente presente el atropello que se llevó a cabo durante el nefasto período de la Unidad Popular.

No hay duda que quienes dicen querer “completar la obra inconclusa de Allende” pretenderán relativizar tanto cuanto puedan las garantías a que los particulares puedan ser poseedores del fruto de su trabajo individual.

Las actuales reivindicaciones por parte de los movimientos surgidos a partir del 18 de octubre del 2019, de poseer todo tipo de derechos garantizados por el Estado, constituye un modo de infantilizar a la población nacional y de transformar a éste en un “Gran Papá”.

Del mismo modo, la Constitución venezolana, aprobada en 1999 “propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.

Veinte años después de su promulgación, de acuerdo con información de la Agencia para refugiados de la ONU, (ACNUR) son más de “5,5 millones de refugiados y migrantes venezolanos. La actual situación en Venezuela representa el mayor éxodo en la historia reciente de la región y una de las mayores crisis de desplazados en el mundo”.

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Conclusión:

No queremos sobreabundar con otros argumentos para demostrar lo evidente. No entramos a considerar en estas reflexiones el hecho de que, para que la Constituyente sea legítima y benéfica, es indispensable que no haya violencia, amenazas, disturbios ni vandalismo por parte de la izquierda. De lo contrario se viciará el proceso y se precipitará una crisis de anarquía nacional incomparablemente peor que todos los defectos que el orden jurídico chileno pueda tener en el presente.

Si los candidatos que se oponen a las reivindicaciones ideológicas de la izquierda no obtienen un amplio respaldo de la ciudadanía de orden y de valores cristianos, Chile dejará de ser una nación inspirada en estos principios, se asemejará a Bolivia en su condición “plurinacional” y destruirá el concepto cristiano y natural de familia.

En consecuencia, todos los chilenos debemos concurrir a las urnas. Es una obligación de conciencia hacerlo. Ausentarse equivaldría al lavado de manos de Poncio Pilatos delante de las exigencias de Sanedrín de crucificar a Nuestro Señor Jesucristo.

Al momento de depositar su voto, éste deberá tener indicado el nombre del candidato que a su entender sea el más opuesto a esta agenda.

Por el bien de Chile, por las generaciones que nos siguen y sobre todo por la gloria de Dios, procedamos de acuerdo a los dictámenes de nuestra conciencia iluminada por las verdades de la Fe.

Concluimos estas consideraciones pidiendo a la Santísima Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, Patrona y Generala Jurada de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile, que proteja a Chile en esta gravísima encrucijada.

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