Ud. debe concordar conmigo que los resultados de las elecciones pasadas marcan un hito histórico. La extrema izquierda será la que decida el rumbo de la nueva Constitución, mandará en no pocas municipalidades y podrá tener el Gobierno regional de la zona Metropolitana.

No cabe duda lo que ellos harán con estos resultados: La instalación de un Estado al mismo tiempo todopoderoso e insignificante. El empoderamiento de los grupos de presión, nuevos “soviets” que actuarán en todos los campos de la vida nacional y la desarticulación de lo que queda del Estado de Derecho.

A lo anterior se debe agregar la disgregación de Chile como país unitario y el aparecimiento artificial de una pluralidad de “nacionalidades”, “etnias”, “territorios autónomos” que infernarán la sana convivencia entre los chilenos y la explotación de los recursos naturales ubicados en esas zonas.

Ellos no lo ocultan, al contrario, lo publican a los cuatro vientos.

La pregunta que se impone es saber cómo llegamos a una situación tan crítica como la actual.

Siempre en Chile ha existido un sector ideológico de izquierda dura que ha reivindicado la herencia de Marx y de Lenin. Delante de ellos han existido dos mentalidades de parte de quienes no hacen parte del frente marxista.

Una derecha que no ha tenido vergüenza de mostrarse como tal. Ella es minoritaria y mal vista por quienes consideran que nunca se debe decir “de derecha” y siempre de “centro”.

En 1970, Chile fue el primer país en que un candidato oficialmente marxista subió por vía eleccionaria. Su triunfo se debió a la acción de estos “no marxistas” que le “pavimentaron” el camino, comenzando por Frei Montalva que pasó a la historia como “el Kerensky chileno”.

El presidente Piñera ha realizado un gobierno inspirado en esa misma mentalidad.

Ella ha consistido en darle credibilidad a los sectores de la extrema izquierda, como si fueran corrientes “menos malas” y tan democráticas como el resto del espectro político nacional.

Sin embargo, la extrema izquierda es una fiera que se ceba con las concesiones de los falsamente moderados.

Piñera les entregó la Constitución para obtener la pacificación post 18 de octubre. La extrema izquierda, lejos de darse por satisfecha, se distanció de los referidos acuerdos, mantuvo los disturbios y exigió la eliminación de todos los elementos moderadores, como la aprobación por los dos tercios de la Convención Constituyente.

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De concesión en concesión, la centro derecha fue perdiendo su propia identidad, y los partidos de ese conglomerado dieron el triste espectáculo de sumarse a las reivindicaciones de la izquierda.

Y, cuando un frente político, pierde la convicción en su propio ideario, está condenado a desaparecer del escenario.

Lo que ocurrió en 1970, vuelve a repetirse medio siglo después.

No sabemos qué nos depara el futuro inmediato, los pronósticos no podrían ser más lúgubres, pero al menos saquemos una lección: ¡Nunca más Kerenskis al poder!, lo que es lo mismo que decir: no confiar en quienes, diciéndose de derecha, no hacen sino alimentar, a través de permanentes concesiones, el apetito insaciable de las fieras de la izquierda.

Mantengamos una acción vigilante para denunciar sus maniobras.

 De este terremoto electoral saquemos al menos una lección: ¡Nunca más Kerenskis al poder! Si quiere conocer la historia de esta mentalidad en Chile, pida su libro: “Un combate Contra – Revolucionario y Anticomunista en Chile a lo largo de medio siglo 1967 – 2020” (Solicite el Libro)

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