Por EMMANUEL RINCÓN
La sociedad peruana parece estar a punto de revivir el monstruo de Abimael Guzmán, uno de los mayores criminales de la historia del Perú, y votar para instaurar el régimen comunista que hace un par de décadas intentó imponer a través de la fuerza y el terrorismo; los ciclos históricos de las naciones lejos de ser lineales son cíclicos, y en Perú se vuelve a encontrar un miembro de la familia Fujimori contra la amenaza del comunismo.
Durante la década de los 70, 80 e inicios de los 90 del siglo anterior, el presidente Gonzalo, como llamaban los seguidores a Abimael Guzmán, inició una revolución en Perú que prometía acabar con las desigualdades y los ricos, y para lograr su cometido asesinaron a cientos de miles de campesinos, colocaron bombas en el centro de Lima, adoctrinaron y armaron niños para convertirlos en una milicia, e incluso colgaron perros en postes con mensajes de protesta.
Perú vivió uno de los peores años de su historia por la guerra iniciada por las agrupaciones terroristas de extrema izquierda, pues no solo el Sendero Luminoso de Abimael Guzmán había iniciado una confrontación bélica contra el Estado peruano, también el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) impulsó una guerra asimétrica contra las fuerzas del orden.
El último cuarto del siglo pasado fue sumamente doloroso para los peruanos, los limeños comentan con mucho pesar que en ese entonces era imposible salir de las casas después de la media tarde, y vivían constantemente con la incertidumbre de que podrían explotar en mil pedazos en cualquier momento por alguna bomba puesta por los grupos terroristas; toda esta inestabilidad política llevó al poder a un hombre recordado en Perú por muchos como un héroe, y por otros como un villano, se trata de Alberto Fujimori.
El gobierno de Fujimori y la caza de Abimael Guzmán
Fujimori llegó al poder venciendo en las elecciones presidenciales al escritor y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, su triunfo por aquel entonces, guarda muchas similitudes con el proceso que hoy se vive en Perú; a inicios del año 1990 nadie daba un centavo por la victoria de Fujimori, de hecho, en la primera vuelta electoral quizás la mitad de la población no lo conocía; sin embargo logró hacerse del segundo lugar y pasar a la ronda definitiva con Vargas Llosa. Fujimori, un hombre que se popularizó recorriendo campos encima de un tractor con mensajes populistas y un discurso mediocre ganaría la presidencia meses después.
El gobierno de Fujimori realmente sorprendió, no solo a la sociedad peruana, sino también al mundo entero; lejos de gobernar como el campesino que se montaba en un tractor y dictaba discursos pobres y populistas, se asumió como un líder autoritario para combatir el terrorismo en el Perú.
Al asumir Fujimori seguían latentes los atentados y ataques a la población por parte de los grupos de extrema izquierda, la Comisión de la Verdad y Reconciliación determinó que el conflicto armado en el país produjo la muerte de al menos 77,000 personas, con el Sendero Luminoso del presidente Gonzalo como el principal autor de las masacres.
Con un ejército desmoralizado por la guerra con los grupos terroristas y un Congreso dividido, Fujimori tomó la determinación autoritaria de disolver el cuerpo legislativo, a partir de allí tomó decisiones en muchos casos crueles y antidemocráticas, sin duda una de las peores fue la de llevar adelante un proceso de esterilización forzosa a las mujeres peruanas —mayoritariamente de la sierra— para evitar su reproducción, entre otras determinaciones inhumanas.
No obstante, el ejército peruano se puso del lado del entonces mandatario, pues les brindó autorización y recursos para combatir a los grupos criminales que desde hace años azotaban el Perú; en el año 1992, luego de décadas de aterrorizar el país, Abimael Guzmán fue detenido en Lima, en el barrio de Surquillo, y poco a poco los movimientos criminales de extrema izquierda fueron desmantelados en el país, lo que propició que por primera vez en décadas los peruanos pudiesen volver a las calles sin la amenaza del terrorismo.
No hay dudas que Fujimori fue un dictador que cometió aberraciones y crímenes, pero una buena parte de los peruanos lo considera un héroe, otra parte un mal necesario, y está la otra parte, la que lo considera un vil criminal.
Pedro Castillo y sus vínculos con el terrorismo
En la actualidad se enfrenta Keiko Fujimori, la hija del exmandatario contra Pedro Castillo, un hombre que se identifica a sí mismo, y así también lo hace su partido “Perú Libre”, como marxistas leninistas, prácticamente la misma denominación que tenía el grupo terrorista Sendero Luminoso, pero sin el “maoísmo”, pues Abimael Guzmán era fanático de Mao Zedong y la revolución cultural o el “Gran Salto Adelante” de China que propició la muerte de aproximadamente 40 millones de personas en un período de diez años.
Pedro Castillo al igual que Alberto Fujimori en 1990 jamás tuvo las fichas ni la presencia en los medios para convertirse en el próximo presidente de Perú, sin embargo, apalancado por las comunidades rurales del país y con un discurso revanchista que penetra en la población más pobre de Perú ha logrado llegar a la ronda definitiva con un margen amplio de ventaja de dos dígitos sobre su contrincante, abrazando el mismo discurso del terrorista Abimael Guzmán y Sendero Luminoso.
De hecho, Castillo tiene como aliados políticos a personas que fungieron activamente como miembros del Movadef, el brazo político del grupo terrorista “Sendero Luminoso”, con personajes como Oswaldo Esquivel Caycho, secretario de prensa de dicha organización; Efraín Condori, uno de los grandes defensor del pensamiento Gonzalo, es decir, de las acciones terroristas de Abimael Guzmán, entre otros.
El candidato favorito para vencer en las elecciones del Perú el próximo 6 de junio también es seguidor del chavismo, ese movimiento político que ha propiciado la expulsión de más de 5 millones de venezolanos de sus tierras y que ha generado la crisis política y económica más trágica en la historia del país petrolero.
Casualmente más de un millón de esos venezolanos han llegado a tierras peruanas buscando refugio de la tiranía socialista de Nicolás Maduro, y los peruanos, quienes se han quejado constantemente de la presencia de inmigrantes en su país, están por elegir un gobierno igual o más radical que el que obligó a los venezolanos a llegar a Perú.
Seguramente de darse la elección de Castillo en Perú se propiciará una fuerte lucha institucional, pues las Fuerzas Armadas combatieron por años a los terroristas de extrema izquierda en el país, y la llegada de un hombre afín a dichos movimientos generará una gran resistencia en los cuerpos militares. En ese sentido, muy seguramente el comunista deberá formar rapidamente sus grupos armados paramilitares para contener cualquier insurreción civil o militar, tal como ha hecho el chavismo en Venezuela, mientras realiza una depuración de los oficiales contrarios al marxismo. Esto podría convertir en el corto o mediano plazo a Perú en el nuevo paraíso exportador del terrorismo en la región.
El presente y futuro de Perú
A pesar de las aberraciones cometidas por Fujimori en el pasado, gracias a la lucha contra el terrorismo y a las políticas económicas impulsadas por su gobierno, Perú consiguió un notable progreso a partir de la década de los 90, las exportaciones aumentaron de $3.000 millones de dólares en 1990 a $36.000 millones en 2010, y la pobreza también se redujo en más del 50 % en tan solo 10 años, pues del 2005 al 2015 disminuyó del 55 % al 22 %.
Tras la apertura económica impulsada por Fujimori, y los tratados de libre comercio, Perú logró reducir la deuda pública, controlar la inflación e impulsar el crecimiento económico y el número de empleos. Todo esto logró que el país tuviera sus épocas doradas en las últimas décadas, gozando de años de paz y bonanza, sin embargo, parece que la historia de crecimiento y desarrollo está por terminar.
La elección de Castillo daría marcha atrás a todos los progresos alcanzados por la sociedad peruana hasta hoy, de hecho, de resultar vencedor el comunista, el espejo venezolano sería demasiado generoso para Perú, pues probablemente su caída sería mucho más estrepitosa y pronunciada que en el país del norte de Sur América.
A diferencia de Venezuela, Perú no cuenta con ilimitados recursos petroleros, el margen de maniobra del gasto público es mucho más limitado, y todo esto propiciaría que Castillo deba asfixiar más rápidamente a los empresarios y multinacionales para concretar sus planes políticos, lo cual además llegaría en el peor momento, pues tras la pandemia la economía peruana al igual que en el resto del mundo está completamente afectada.
Ya los partidarios del “Perú Libre” han dicho en el pasado que de llegar al poder no piensan entregarlo, han indicado que tienen que verse en el espejo del chavismo y no ceder más nunca la gobernabilidad del país; seguramente de concretarse los planes de Castillo y llegar a la presidencia, en menos de una década los peruanos empezarán a migrar por millones a Ecuador y Chile, huyendo del hambre, intentando sobrevivir, y buscando el refugio que muchos negaron a los venezolanos, repitiendo la cadena de errores políticos de América Latina, dándole poder a un hombre notablemente incapacitado para administrar recursos públicos.
En la historia cíclica de nuestras naciones, hoy la esperanza del Perú para derrotar el comunismo vuelve a estar puesta en un descendiente de japoneses de apellido Fujimori, incluso el mismo Vargas Llosa, quien perdió contra el padre de Keiko, y que durante décadas ha sido un ferviente antifujimorista, ha llamado a votar por la hija de su gran enemigo, pues sabe que con Castillo su país quedaría reducido a pobreza, cenizas y desierto.
Si yo fuera peruano votaría por Keiko sin dudarlo, no tanto por lo que considere que ella podría hacer por Perú, sino por lo que podría evitar que haga su adversario. Votar por Pedro Castillo es votar por el terrorismo que azotó al país durante décadas, es votar por Abimael Guzmán, es burlarse de las miles de víctimas ejecutadas por los movimientos de extrema izquierda en el pasado, en pocas palabras, votar por Castillo es el equivalente a disparar una bomba atómica en el país para extinguir a la sociedad peruana.
Este artículo se publicó en elamerican.com
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