- Porque, literalmente, nuestra Patria y los fundamentos de la Nación han sido desmantelados.
- Porque entre los colombianos prevalece un sentir: que hemos sido engañados, y que las promesas electorales no se respetan y no se cumplen; que la persona que se presenta a la elección presidencial no es coherente, pues hace su campaña con unas banderas pero gobierna con otras…
- Porque hay desconcierto, especialmente ante la incontenible avalancha de acontecimientos que parecen superarnos, y ante un gobierno inerme, cuyo talante pseudo demócrata sólo ha conducido al apaciguamiento y a un conciliarismo que exasperan.
- Porque, como firmemente lo predican muchos, “hay que pasar de las palabras a los hechos”. Por supuesto. Pero nadie aún, ni ellos, han encontrado cómo hacerlo…
- Porque asistimos al triste espectáculo de ver a un gobierno y –con él– al Estado cooptados por su propia pusilanimidad ante los acuerdos de La Habana y la falsa paz.
- Porque vemos cómo se despliega y se desarrolla sistemáticamente ante nuestros ojos la estrategia de la izquierda, ahora convertida en un guión internacional que se replica en una y otra parte, vociferando “libertad” mientras socava los fundamentos de la misma con medios incendiarios, con una violencia absurda y con pretensiones tiránicas.
- Porque nuestras amadas ciudades, en las que vivimos, trabajamos, nos relacionamos, construimos sueños y proyectos…, ahora se ven asaltadas y tomadas por vándalos y anarquistas, con el aval de alcaldes proclives a favorecer la desinstitucionalización y que usan el aparato de gobierno para tales fines.
- Porque aún en medio de este clima de desazón, entre los colombianos también prevalecen un anhelo y una esperanza: que, pese al escenario de caos que unos cuantos ‘líderes’ con ínfulas de justicieros sociales nos han impuesto, los ciudadanos nos sacudiremos la tiranía de los paros, del vandalismo y de los desórdenes.
- Porque urge y nos compete moral, cívica y políticamente recuperar y restablecer un auténtico Estado de Derecho.
- Porque la Democracia es un bien y, aunque imperfecta, no puede convertirse en la meretriz de los politiqueros ni de los tiranuelos que con cantos de sirena vienen a hipnotizar a nuestros pueblos, a constreñir sus conciencias y a arrebatarles su libertad.
- Porque la nuestra, es una tierra bendita en la que la fe de sus habitantes le arrebatará al Cielo, como Jacob, la Bendición de una Paz auténtica, fruto de la verdadera Justicia, en la que cada quien reciba lo suyo y asuma su parte en la construcción del nuevo país.
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