El Mensaje Presidencial con que Sebastián Piñera cierra su segundo y último período terminó siendo calificado por algunos parlamentarios de su propio sector político como una “traición”.
En realidad, el anuncio formulado de incluir en la agenda presidencial la “urgencia” al proyecto de “matrimonio” homosexual, difícilmente puede ser calificado de otro modo. El mismo Presidente, en Mensaje pronunciado el año 2012, había declarado que su voluntad de “de cumplir con nuestros compromisos asumidos solemnemente con los chilenos”.
En esa oportunidad, el Mandatario destacó que: “el pilar fundamental de una sociedad de valores es la familia. Necesitamos familias fuertes, unidas y sanas, para tener un país verdaderamente integrado, humano y feliz”.
Pasados 9 años, él mismo anuncia una decisión que nunca estuvo en “los compromisos asumidos solemnemente con los chilenos” y más aún, contradice lo que él mismo dijera en repetidas ocasiones.
¿Cómo explicar que en menos de una década el Sr. Piñera haya cambiado 180° al respecto de lo que debe ser una familia?
La respuesta es fácil. Piñera nunca ha tenido principios firmes ni valores intransables. Sus decisiones se orientan de acuerdo a lo que sus informantes le comunican respecto de las tendencias públicas.
Siendo así, lo que una década antes le parecía inaceptable de ser legalizado, hoy le parece urgente de ser aprobado.
Peor aún es la fundamentación dada por Piñera en este último mensaje: “Debemos profundizar sobre el valor de la libertad, incluyendo la libertad de amar.”
Precisamente ésta ha sido la razón por la cual todas las izquierdas han propiciado los llamados “derechos sexuales y reproductivos”, ideología que sostiene que la persona puede tener las conductas que quiera en esta materia, sin limites de ningún orden.
De acuerdo a esa ideología, existen tantas identidades como la que cada uno se asigne: no-binario, agénero, bigénero, género fluido, pangénero, poligénero o intergénero. En el caso de las orientaciones sexuales, ocurre algo similar. Tal ideología incluye entre los derechos de la mujer al aborto.
Si, de acuerdo a lo sostenido por Piñera, se debe tener “libertad de amar”, entonces no sólo debe legalizar el “matrimonio” homosexual, sino la práctica de todas las otras conductas hasta ahora pleiteadas.
Todo lo cual, obviamente, destruye la sociedad, basada, según sus mismas palabras en: “familias fuertes, unidas y sanas”.
No le propongo enviarle una protesta al Presidente, pues es caso perdido. Él solo oye a sus propios informantes y se deja llevar por los caprichos de su voluntad.
Que esta “traición” nos sirva para sacar lecciones en las próximas elecciones presidenciales.
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