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Rechacemos la eugenesia y construyamos la civilización del amor

La alegría es una forma de felicidad, pero es más profunda que la felicidad. La felicidad es voluble y fugaz.

Imagen: Pixabay

“Cada hijo que una mujer espera en su vientre es un regalo que cambia la historia de una familia: la vida de padres y madres, abuelos y hermanos y hermanas. Ese niño necesita ser bienvenido, amado y nutrido. ¡Siempre!”Papa Francisco, Día Mundial del Síndrome de Down 2021

En 2014, una mujer le preguntó en Twitter al famoso científico y ateo militante Richard Dawkins qué debería hacer si averiguaba que estaba embarazada de un niño con Síndrome de Down. Dawkins es conocido por su estilo contundente. Su respuesta fue asombrosamente cáustica e inhumana. “Abortarlo y volver a intentarlo”, respondió. “Sería inmoral traerlo al mundo si tienes la opción”.  A pesar de la significativa reacción de los activistas provida y de los derechos de las personas con discapacidad, Dawkins nunca se disculpó ni eliminó ese Tweet. Y ahora sabemos el porqué.

En una entrevista hace unos días, el presentador de radio irlandés Brendan O’Connor, quien es padre de una hija con Síndrome de Down, desafió a Dawkins en su declaración de 2014 [1]. Dos cosas son dignas de mención en este intercambio. En primer lugar, Dawkins en realidad se mantuvo en su afirmación de que un niño con Síndrome de Down debería ser abortado (aunque gimoteó sobre la cuestión de si es o no “inmoral” no abortar a un bebé con este Síndrome). Y en segundo lugar, el intercambio expuso tanto la inquietante ignorancia que motiva la posición de Dawkins como la igualmente inquietante superficialidad de su cosmovisión moral. O’Connor comenzó señalando que no quería que la discusión fuera personal y que el tema de su hija debería dejarse de lado. Luego le preguntó a Dawkins: “¿Cómo es que crees que es inmoral traer al mundo a alguien con Síndrome de Down?”

“Creo que una vez que tienes un hijo con Síndrome de Down, lo amas, lo aprecias, todo el mundo lo hace, eso es bien conocido”, respondió Dawkins. “No lo negaría ni por un solo momento. Pero antes de que nazca, la gran cantidad de personas [cuyo hijo no nacido] ha sido diagnosticado con Síndrome de Down, de hecho, sí lo abortan”.

O’Connor respondió reconociendo que, sí, estadísticamente hablando, es cierto que la mayoría de las personas abortan a un bebé diagnosticado con Síndrome de Down. Sin embargo, volvió a presionar a Dawkins: “¿Por qué es inmoral no abortarlo?”

“Bueno, eso probablemente fue decirlo con demasiada fuerza”, admitió Dawkins. “Pero dado que la cantidad de sufrimiento en el mundo probablemente no disminuye sino que más bien probablemente aumenta, en comparación con tener otro hijo que no tiene Síndrome de Down, entonces eso es lo que quise decir”. O’Connor continuó presionando al preguntar: “¿Cómo sabes que aumenta la cantidad de sufrimiento en el mundo al traer a un niño con Síndrome de Down al mundo?”

A esto, Dawkins simplemente no tuvo respuesta. “Me parece plausible que si un niño tiene algún tipo de discapacidad, entonces probablemente aumentaría más la cantidad de felicidad en el mundo al tener otro hijo en su lugar”, afirmó.

Esta, tengo que decir, es una respuesta asombrosa. Dawkins ha dicho públicamente a las madres de todo el mundo que serían malas personas si no abortaran a un niño con Síndrome de Down. Eso es lo que significa cuando dice que no abortar a un niño con Síndrome de Down es “inmoral”. Como uno de los científicos más conocidos del mundo, las palabras de Dawkins tienen un peso inmenso. Es muy probable que su sugerencia de que las madres que dan a luz a un niño con Síndrome de Down sean malas madres haya influido en algunas mujeres para que aborten.

Y, sin embargo, la única razón que Dawkins puede dar para afirmar su postura es que “le parece plausible” que si un niño está discapacitado, ¡esto de alguna manera reducirá la cantidad de “felicidad” en el mundo!

Felicidad y Síndrome de Down

Incluso es difícil saber cómo responder a una ignorancia como esa.

Para empezar, si Dawkins se hubiera tomado solo unos minutos para hablar con personas que realmente tienen Síndrome de Down o con aquellas personas que los cuidan (sus padres y otras personas), sin duda habría aprendido rápidamente lo equivocado que está. No solo el Síndrome de Down y la felicidad no son incompatibles, sino que existe un buen argumento de que es todo lo contrario.

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¡El hecho es que las personas con Síndrome de Down se clasifican constantemente entre las personas más felices del mundo! Las personas que los cuidan también, aunque reconocen los desafíos asociados con el cuidado de alguien que tiene esa enfermedad, dicen constantemente que sus vidas se han enriquecido al tener un hijo con Síndrome de Down.

En una carta abierta después del comentario de Dawkins en 2014, el periodista católico J.D. Flynn, que tiene dos hijos con Síndrome de Down, invitó a Dawkins a cenar con su familia [2].

“Tengo dos hijos con Síndrome de Down”, escribió Flynn.

“Son adoptados. Sus padres biológicos enfrentaron la decisión de abortarlos, y no lo hicieron. En cambio, los niños vinieron a vivir con nosotros. Son niños encantadores. Son hermosos. Están contentos. Uno es un sobreviviente de cáncer, dos veces. Descubrí que en el hospital, mientras se sometía a quimioterapia y nosotros sufríamos de agonía y agotamiento, nuestra hija Pia estaba más concentrada en hacerse amiga de enfermeras y robar estetoscopios. Sufren, hijos míos, pero en el contexto de una alegría incontenible”.

“Me pregunto, si pasaras algún tiempo con ellos, si sintieras lo mismo por el sufrimiento, la felicidad, la dignidad personal. Me pregunto, si bailaras con ellos en la cocina, si pensaras que el aborto es lo mejor para ellos. Me pregunto, si jugases con ellos, o compartieses una broma con ellos, si encontraras algo valioso en su existencia”.

Flynn concluyó su hermosa carta diciendo: “No quiero que vengas a un debate. No quiero condenarte. Quiero que experimentes la alegría de los niños con Síndrome de Down. Quiero que tu corazón también se llene de alegría”.

La experiencia familiar de Flynn no es inusual, es típica. En un estudio, el 99% de las personas que viven con Síndrome de Down dijeron que están “felices” con sus vidas [3]. Otro estudio encontró que el 99% de los padres de niños con Síndrome de Down dijeron que aman a sus hijos y el 97% dijo que “estaban orgullosos de ellos”. Y, lo que es más revelador, el 79% “sintió que su perspectiva de la vida era más positiva” debido a su hijo [4].

Se supone que Dawkins es un gran científico. Y se supone que los grandes científicos saben que antes de hacer alguna afirmación primero deben buscar la evidencia empírica que respalde esa afirmación. Sin embargo, Dawkins nunca se ha molestado en investigar si es cierto o no que el Síndrome de Down reduce de alguna manera la cantidad de felicidad en el mundo. Y, sin embargo, esto no le ha impedido abogar por la total eliminación, por medio del aborto, de las personas con Síndrome de Down.

Dawkins y la nueva eugenesia

Sin embargo, los problemas de sus declaraciones son mucho más profundos incluso que esto. Mucho más profundos.

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Dawkins claramente da por sentado que si algo reduce la cantidad de “felicidad” en el mundo, entonces esa cosa debería ser eliminada, incluso si esa “cosa” resulta ser un niño por nacer. Este es el “utilitarismo” clásico, una filosofía moral que mide el valor moral de una acción según si esa acción es útil o no para producir algún fin práctico: en este caso, aumentar la felicidad.

El utilitarismo es una filosofía moral atractiva para las personas que carecen de una metafísica sólida, o que presuponen que las únicas cosas que son reales o que importan son las cosas que pueden tocar y ver. Personas, es decir, como Richard Dawkins.

Dawkins es un científico brillante, pero un terrible filósofo moral. No creo que se propusiera respaldar sus monstruosas ideas “morales”. Pero en su desprecio por la religión y la tradición, combinado con su ingenuo enaltecimiento de la “ciencia”, ha terminado en ese viejo refugio de elitistas altamente educados: la eugenesia.

En un discurso en 2009 ante la Academia Pontificia para la Vida, el Papa Benedicto XVI advirtió contra el surgimiento de una “nueva eugenesia”. Esta “nueva mentalidad”, dijo, en lugar de apuntar a personas basadas en la raza o la clase, como lo hacía la antigua eugenesia, tiende a “dar prioridad a la capacidad funcional, la eficiencia, la perfección y la belleza física en detrimento de las otras dimensiones de la vida que se consideran indignas de ella.”

Y agregó: “El respeto que se le debe a todo ser humano, incluso cuando es portador de un defecto de desarrollo o una enfermedad genética que pudiera manifestarse durante la vida, se debilita cuando los niños cuya vida se considera indigna de ser vivida son penalizados desde el momento de su concepción”.

Una “cultura de la aceptación” y una “civilización del amor”

Claramente, las declaraciones de Dawkins sobre el Síndrome de Down tipifican esta nueva eugenesia. El Papa Benedicto XVI, sin embargo, pasó a identificar el defecto fundamental de esta perniciosa filosofía y esbozó la respuesta adecuada:

“Lo que debe reafirmarse enérgicamente es la igual dignidad de todo ser humano. El desarrollo biológico, mental y cultural o el estado de salud de una persona nunca debe convertirse en un factor discriminatorio. Por el contrario, es necesario consolidar la cultura de la acogida y el amor mostrando una verdadera solidaridad con los que sufren. Debe romper las barreras que la sociedad suele construir al discriminar a los discapacitados o afectados por patologías o, peor aún, llegar a la selección y el rechazo de la vida en nombre de un ideal abstracto de salud y perfección física”.

En otras palabras, en lugar de un utilitarismo superficial que inevitablemente se utilizará para justificar atrocidades en nombre de algún estándar de “utilidad”, un estándar que la historia muestra que será arbitrariamente decidido por algún grupo de élites poderosas a expensas de los débiles y vulnerables, debemos recuperar y defender con fuerza el concepto bíblico de la dignidad de la persona humana – de todas las personas humanas, independientemente de su “utilidad”, independientemente de su “felicidad” e independientemente de cualquier otra consideración que no sea el hecho de que son seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, con un valor incomparable.

En lugar de sopesar a los seres humanos en la balanza, decidir cuáles son “dignos” y cuáles no, simplemente debemos amarlos a todos. Ámenlos como Dios el Padre nos ama: desinteresadamente, incondicionalmente, sin cálculo, sin pedir nada a cambio. Simplemente porque esto es lo correcto, no lo “útil”, que se debe hacer; porque hay un estándar objetivo más alto que nosotros, una ley que no se puede ver ni medir, pero que es muy real, que trasciende nuestra mezquina y estrecha miopía.

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Alegría y dignidad de la persona humana

La ironía es que mientras que la eugenesia utilitaria “científica”, altamente racionalista, ha producido algunos de los mayores sufrimientos y atrocidades en la historia del mundo, la fe judeocristiana (considerada equivocadamente por algunos como) “irracional”, la cual es una fe no solamente en Dios sino también, y a causa de esa fe en Dios, es una fe en la dignidad de la persona humana, también tiene como efecto “utilitario” el aumento de la felicidad. No porque la felicidad sea lo que se busca, sino porque Dios ha ordenado su creación de tal manera que seguir Su ley no solo produce felicidad eterna en la próxima vida, sino que también tiende a traer orden, armonía y paz a este mundo.

Esto se demuestra claramente en las vidas de aquellas personas que han abrazado y celebrado gratuitamente la vida de las personas con las mismas discapacidades que Dawkins ve con tanta sospecha y miedo. Gente como la familia Flynn mencionada anteriormente. O como la familia McGarrity, que no solo tiene un hijo con Síndrome de Down, sino que su experiencia con su hijo fue tan positiva que ¡adoptaron tres niños más con Síndrome de Down! [4]

Los McGarrity admiten que la vida con cuatro hijos con Síndrome de Down (además de otros cuatro hijos sin Síndrome de Down) puede ser difícil a veces. Y, sin embargo, dicen, los desafíos valen la pena. “Cada día es un nuevo desafío y una aventura”, dice Jeff, el padre de la familia. “Observo a nuestra familia, veo a los niños mayores cuidar a los más pequeños y pienso para mí mismo: ‘Qué bendición’” [5].

Este es un ejemplo vivo y concreto de lo que hablaba el Papa Benedicto XVI cuando enfatizó la creación de una “cultura de la aceptación”. El Papa San Juan Pablo II, por su parte, habló a menudo de una “Civilización del Amor”. Como escribió en su Carta a las familias (no. 13):

“No hay amor verdadero sin una conciencia de que Dios “es Amor”, y que el hombre es la única criatura en la tierra que Dios ha llamado a la existencia “por sí misma”. Creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre no puede ‘encontrarse a sí mismo’ plenamente si no es mediante la entrega sincera de sí mismo. Sin tal concepto del hombre, de la persona y ‘la comunión de las personas’ en la familia, no puede haber civilización del amor; asimismo, sin la civilización del amor es imposible tener tal concepto de persona y de ‘la comunión de las personas’”.

“La civilización del amor”, añadió el santo Papa, “evoca alegría” ante la vida nueva: “alegría, entre otras cosas, por el hecho de que un hombre haya venido al mundo (ver Juan 16:21), y, en consecuencia, porque los cónyuges se han convertido en padres. La civilización del amor significa ‘gozar de la justicia’ (1 Corintios 13:6). Pero una civilización inspirada en una mentalidad consumista y antinatalista no es ni puede ser una civilización del amor”.

La alegría es una forma de felicidad, pero es más profunda que la felicidad. La felicidad es voluble y fugaz. Ante tiempos de adversidad, la felicidad puede huir, pero la alegría puede permanecer. El frío utilitarismo de Richard Dawkins simplemente no tiene lugar para el tipo de amor desinteresado y la alegría que encarnan las familias McGarrity y Flynn. Espero que se unan a mí para orar por la conversión de su corazón (y por todos los que comparten su equivocado punto de vista). Mi oración es que algún día, y pronto, use su considerable plataforma pública para abogar en nombre de los discapacitados, los no nacidos y la dignidad de todas las personas. ¡Esa es una intención por la que vale la pena orar!

Padre Shenan J. Boquet – Presidente Human Life International  VHI agradece a José A. Zunino la traducción de este artículo. Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 31 de mayo de 2021 en: Reject Eugenics, and Instead Build a Civilization of Love | Human Life International (hli.org).

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