Despertar en los españoles el patriotismo en esta democracia es difícil de avivar, ya que como norma primaria se ha sustituido la palabra Patria por la de País o Nación, para seguidamente, hacer desaparecer, entre los fines de la educación, el fortalecimiento de la conciencia nacional y la soberanía, el fomento del amor a la Patria, el aprecio por los símbolos patrios y las instituciones nacionales, el disposición y la obediencia a las leyes, la exhortación de las tradiciones, la promoción de un idioma común, y para mayor remate
Menospreciar los valores patrios, identificarlos con el franquismo y postergarlos con una memoria historia para su olvido y desaparición.
Realmente se han dejado en el abandono los conceptos de los valores patrios, pero sabemos que estos pueden emerger porque son absolutos, es decir, no sólo son algo por descubrir, sino que tienen una validez intrínseca y universal. Si una persona no acepta estos valores, se debe, en todo caso, a una ceguera axiológica pero no a la invalidez o inexistencia de dichos valores.
Ahora, sin embargo, porque nunca es tarde, prevalece la necesidad apremiante de familiarizar a los españoles con los valores patrios y darles un uso pragmático con la enseñanza y el ejemplo. Educando las mentes aprovechando las oportunidades que nos presenta la vida, es algo que no hay que echar por la borda. Todos, en algún momento de la vida, tenemos propósitos y metas, y hacemos lo imposible para lograr lo que ansiamos.
Por ello, uno de mis propósitos en esta colaboración es la exponer los valores patrios ha sido la de exponer una perspectiva de nuestra españolía, a la que ensalzamos diciendo que un español vale lo que vale su voluntad.
Os voy a contar una pequeña parábola referente a un águila que se crio en un gallinero y que se comportaba como una gallina hasta que un día, otra águila, viéndola en aquel corral, adaptada y sin futuro, la preguntó: “¿Qué estás haciendo aquí picoteando en el cieno? Tú estás hecha para empresas más altas: encumbrarte por los cielos, ser experta cazadora, contemplar la tierra desde muy, muy alto”. La convenció de que a lo menos lo intentara. Hizo que la observara despegar y aterrizar, y le invitó a probar la capacidad de sus propias alas. De este modo, el águila del corral aprendió a volar. La moraleja es muy sencilla: la altura en el patriotismo que alcancemos en la vida depende de nuestros ideales y del empleo que hagamos de nuestro potencial. Para marcarse metas patrióticas es preciso ante todo saber hacer uso de nuestra voluntad y de lo que ésta es capaz, para poder fijar y elegir los valores necesarios para alcanzar esas metas.
Ahora bien, para que esa voluntad sea efectiva es necesario aflorar los valores patrios que todo ser humano posee y que hay que hacerlos conscientes para que lleguen al punto exacto y conciso de las vivencias y sentimientos propios.
El primer paso para esa concienciación de los aún autómatas que todavía no amán a España, es hacerlos saber que disponen de un núcleo de valores patrios y principios morales comunes, que pueden aceptar, como he apuntado anteriormente, de forma voluntaria, es decir, sin imponerlos por la fuerza o la coacción, sino por la convicción.
Una vez sabedores de que ese núcleo trascendental existe y que pueden desarrollare en la raíz del conocimiento, llegaran a través de él a la Patria, puesto que solamente se ama lo que se conoce.
Partiendo de que todo individuo al nacer forma parte de una familia, médula de toda sociedad y por ende de una Patria, desde su nacimiento convive con otros seres, y en esa convivencia alcanza su desarrollo y evolución, unos pasando en zapatilla y otros siendo conscientes de ello y expresando los valores que lleva dentro. Estos últimos se destacan por su participación en acontecimientos trascendentes o significativos para las páginas de nuestra historia, disciplina que enfoca al hombre desde la aparición de las primeras culturas y comunidades hasta nuestros días; siendo la ciencia objetiva que permite conocer el proceso social, cultural y el estilo de todas y cada una de las patrias que han existido y existen en la tierra, los hechos más importantes y el modus operandi y vivendi de épocas anteriores. En cada una de sus páginas, la historia relata los acontecimientos humanos y la manera en nuestros ancestros y antiguas culturas influyeron en los círculos sociales, así como sus efectos en la sociedad contemporánea y moderna. Razón por la es obligado su conocimiento, porque sin él es imposible sentirse identificado, siempre en un marco de responsabilidad social, con el ser de la Patria.
Una vez reconocidos los valores patrios como bienes reconocidos y apreciados, son normalmente apetecidos por nuestra voluntad. Aunque también puede ocurrir que nuestra apetencia, por las idiosincrasias personales, no las reconozca subjetivamente como los bienes patrios que objetivamente en sí son, porque los valores patrios son el brillo, el resplandor del su ser y bajo la razón del bien, si además son virtudes, es porque dichos valores se han tornado en cualidades adquiridas con el esfuerzo personal que hacen a quienes las conquistan unos patriotas excelentes.
Llamamos “bienes patrios” a aquellos valores que nos mejoran o perfeccionan, y que una vez concienciados los hacemos estables y permanentes en nuestro ser, para que puedan convertirnos en buenos patriotas, bien por convenir a nuestra esencia de patriotas, o porque convienen al fin que deseamos alcanzar para nuestra Patria. Es decir, una cosa es buena para nuestro patriotismo cuando nos ayuda a ser mejores y más perfectos patriotas; pero también puede ser buena para nuestro patriotismo cuando nos ayuda a alcanzar el fin que deseamos para nuestra Patria. Esta distinción nos permitirá descubrir la infraestructura de los valores patrios y hacerlos congruentes con lo que pensamos, sentimos y lo que obramos.
¿Qué núcleo de valores tenemos a nuestra disposición para alcanzar nuestros objetivos? Todos aquellos que en el conjunto condicionan el ser de la Patria, como son la religión, el patriotismo, la compasión, la honradez, el coraje moral, la responsabilidad, la libertad, la humildad, la obediencia, la armonía, la vecindad, el sacrificio, la generosidad, la justicia, la paz, la honestidad, la lealtad, el respeto, la confianza, la hidalguía, la hermandad, la decencia, la vergüenza, el amor, la valentía y el Santo Temor de Dios, entre otros como la resistencia, la verdad, el honor, la abnegación, la prudencia, etc.
Para terminar, quiero insistir sobre la estrategia a seguir para ayudar a desarrollar los valores patrios y en definitiva a adquirir el patriotismo, pilar central en la vida de la Patria y valor deseable para todos sus hijos. Ante todo es necesario, como decía Sócrates, conocerse a sí mismo, reflexionar habitualmente sobre quién eres, de dónde vienes, a donde vas y para que estás aquí; conocer los propios sentimientos, emociones, reacciones y comportamiento tanto en las alegrías como en las contrariedades; establecer y decidir un plan de vida sabiendo lo que quieres y pretendes; muy importante es que no te laven el cerebro los medios de comunicación, y así cuando leas el periódico y veas la televisión, piensa siempre en lo que “dicen” en realidad los mensajes que te transmiten, a quién o a quiénes beneficia, ya que no son dogmas de fe, sino que están siempre al servicio de intereses ocultos. Un último apunte: Hay que aprender a escuchar y observar a los que nos rodean, las personas con quienes se convive cotidianamente, dan a cada momento información de uno mismo y, a la vez, ofrecen modelos de conducta positivos y negativos.
En conclusión, es mi deseo tanto a los que son patriotas como a los que indecisos aún no lo son, que, tras la lectura de estos artículos, pueda llamar a todos compatriotas.
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