Con mucho orgullo digo que soy de la patria del poeta insigne, del genial Rubén Darío, y que a unos cuantos kilómetros se encuentra la casa donde nació en la antigua Metapa que hoy lleva su nombre: Ciudad Darío. Este ejemplar hombre de letras nos ha dejado su patrimonio intelectual, entre sublimes versos, los mas bellos, esos que de un plumazo recogen las más significativas experiencias humanas, hasta aquellos otros escritos que captan las distintas realidades políticas y sociales.
Entre esos textos, Rubén Darío nos dejo el poema A Roosevelt obra que contiene el mejor retrato hablado del ser de los Estados Unidos. Escrito en 1904 con dedicatoria al rey Alfonso XIII, pero que, como cuenta Juan Ramón Jiménez (a quien Darío escogió para que difundiera su oda), «Al día siguiente recibí un telegrama de Rubén Darío pidiéndome que suprimiera la dedicatoria».
Con todo, A Roosevelt es un poema bellamente escrito, capaz de hacernos ver la sustancia de los norteamericanos. «(…) primitivo y moderno -nos dice el poeta- / con un algo de Washington y cuatro de Nemrod», estableciendo así la primera dicotomía del texto, que la capacidad del Padre Fundador, contrasta con el otro, el cual «(…) fue el primero que se hizo poderoso en la tierra» (Gn 10, 9). Y es que, Norteamérica es el primer imperio de la modernidad, nace con el protestantismo y el liberalismo, dos grandes revoluciones.
Más adelante anota el poeta «Eres los Estados Unidos / eres el futuro invasor / de la América ingénua / que tiene sangre indígena, / que aún reza a Jesucristo y aún habla en español«. Y con unos cuantos versos, Darío nos ha mostrado la intención que siempre ha tenido Norteamérica, pero también nos ha hecho ver que somos un pueblo que tiene sus raíces en la Fe traída desde España. «Eres soberbio -sigue diciendo- y fuerte ejemplar de tu raza; / eres culto, eres hábil; / te opones a Tolstoy (figura pacifista de Rusia en contraste con el espíritu bélico de Estados Unidos). Y domando caballos, o asesinando tigres, / eres un Alejandro-Nabucodonosor»; es decir, semejante al ímpetu conquistador de aquellas dos figuras antiguas.
«Los Estados Unidos son potentes y grandes. / Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor / que pasa por las vértebras enormes de los Andes». He aquí que podemos ver la conducta de Norteamérica, el cómo reacciona cuando su poderío es retado.
«Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras»»; frase que escribe Victor Hugo al presidente Ulises Grant en 1877 y que podría representar simbólicamente con respecto de Estados Unidos, su deseo de dominio, que, si lo aplicamos a nuestros días, no podemos negar que han llegado a las estrellas, es decir, a los astros que orbitan el universo (su llegada a la luna por ejemplo) en su carrera espacial. Pero también las muchas estrellas puede significar su vasto imperio de 52 estados que se extiende de este a oeste, una estrella por cada uno de sus dominios físicos.
En oposición a las muchas estrellas de su imperio, Argentina con su sol y Chile con su única estrella, símbolos respectivos de sus banderas, Darío parece sugerirnos la desventaja en la que nos encontramos los hispanos respecto de los Estados Unidos: «(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol y la estrella chilena se levanta…) Sois ricos» [Estados Unidos].
«Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón; / y alumbrando el camino de la fácil conquista, / la Libertad levanta su antorcha en Nueva York». Hércules, semidios griego, recordado por su mucha fuerza y Mammón, dios fenicio de la riqueza nos vienen a recordar el poderío militar y económico de Estados Unidos y la cultura de negocio de los ciudadanos que es claramente de corte individualista. No digamos ya lo que representa simbólicamente la estatua que se ubica en New York: el trinfo de la libertad liberal en aquel frondoso país.
A continuación, (…) los 16 versos que, según Jaime Torres Bodet, aún hoy es imposible leer sin emoción:
«Mas la América nuestra, que tenía poetas / desde los viejos tiempos de Netzahualcóyotl, / que ha guardado las huellas del gran Baco, / que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió; / que consultó los astros, que conoció la Atlántida / cuyo nombre nos llega resonando en Platón, / que desde los remotos momentos de su vida / vive de luz, de fuego, de perfume, de amor, / la América del grande Moctezuma, del Inca, / la América fragante de Cristóbal Colón, / la América católica, la América española, / la América en que dijo el noble Guatemoc: “Yo no estoy en un lecho de rosas”; esa América, / que tiembla de huracanes y que vive de amor, / hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. / Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol (Arellano, 2009).
Tales versos pues, nos dibujan nuestra historia, la historia prehispana y la historia de trescientos años de hispanidad en América, que, por lo tanto, representan nuestra formidable herencia española.
«Tened cuidado -advierte el poeta- / ¡Vive la América española! Como queriéndo decirle a Estados Unidos que nuestro espíritu siempre ha sido de resistencia, de honor, de virilidad / Hay mil cachorros sueltos del León Español (de aquella fiera hispana llena de coraje y valor) / Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo / el riflero terrible y el fuerte Cazador / para poder tenernos en vuestras férreas garras».
Esta declaración dariana es de admirar pues reivindica el espíritu hispano de hacerle frente al enemigo, reinvindica el carácter español tan olvidado en nuestros días y tan necesario para volver a alzar las banderas del triunfo y la gloria de España. Pero si es que queremos la victoria es una parte fundamental la Fe que los hispanos siempre hemos tenido así como bien finaliza diciendo nuestro querido poeta: «Y, pues contáis con todo, falta una cosa [lo que los hispanos siempre tuvimos]: ¡Dios!»
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