En el periodo escaso de un mes, los indultos a los condenados por sedición y malversación durante el fallido golpe de Estado secesionista de octubre de 2017, han pasado de ser un anatema para el Gobierno a publicarse en el BOE tras su aprobación en el Consejo de Ministros. Finalmente, quedan en libertad condicionada los nueve presos independentistas sin ninguna conducta pública de arrepentimiento o moderación; al contrario, no se cansan de repetir que lo volverán a hacer y emplazan al desgobierno a que en dos años se resuelva totalmente su situación, es decir, obtengan su independencia, aunque para ello destrocen la unidad de España. Mientras tanto, los mismos que dicen que hay que perdonar y ser generosos, retienen el ascenso que le corresponde al coronel Pérez de los Cobos en venganza de dos actuaciones en las que mantuvo su defensa de la ley: la negativa a dar información que no fuera al juez que se la había encargado y su declaración en el juicio de estos independistas, de modo que los que atacan el Estado de derecho están libres y quien lo defendió al respetar sus leyes, sigue, de alguna manera, penando.
Muchos se han escandalizado; otros, lo vieron venir. Se dieron cuenta de que los políticos venían macerando a la opinión pública para que aceptaran las exigencias de los catalanes independentistas, por ello, Tradición Viva, en su línea de defender la historia de España, publicó varios artículos advirtiendo de lo que se venía gestando: Se nos craquela España (2010), La Sociedad española ante los “quisling” [1](2010) y en Los Ayacuchos de 2015, se denunciaba la labor de los traidores que facilitaron la independencia de los países españoles en Hispanoamérica y desde 2010 tratando de balcanizar España. Era la perturbadora época de Zapatero, aquélla en la que ellos, tan dados al disimulo, llamaban a lo que era una clara pretensión de secesión con el eufemismo de “desconexión”. Con este desgobierno, hemos llegado a admitir la puesta en libertad de aquéllos que se enfrentaron a España, causaron graves daños que pagaremos todos y bastantes más a las Fuerzas del Orden, algunos tan serios que los han dejado inútiles para el servicio ante la indiferencia de la sociedad y del desgobierno ante cuyas órdenes estuvieron.
Y vista la situación, el pueblo llano se pregunta ¿Y ahora qué? Pues habrá que tener claro que en el nuevo país de Sánchez: se diferenciarán, tal como afirma Francisco Rosell en El Mundo, claramente dos castas: «Los catalanes VIP y los vulgares paisanos» del resto de España.
En cuanto al territorio, España ha empezado a entrar en una etapa de balcanización: Cataluña, que con su anschluss particular pretende la anexión de Baleares, Valencia y parte de Aragón; las Vascongadas que pretende haberse apoderado ya de Navarra, y Galicia, que, de momento, no se sabe por dónde quiere avanzar. Y aún más grave, si cabe. El anschluss que pretende el moro de Marruecos quien, siguiendo el ejemplo de su padre aprovecha la debilidad de España y afirma ante el mundo entero que Ceuta y Melilla son ciudades marroquíes ocupadas por España. Es su primer paso y el desgobierno mientras tanto, calla (¿y otorga?) como con los indultos porque está cargado no de amor patrio, NO, solo de misericordina.
Desde el momento de la contestación de Madrid, el 4-M, en defensa del constitucionalismo y la libertad, Sánchez ha entendido que en España ya nadie le soporta y se ha echado en brazos del separatismo. En su alianza con ERC ve el camino para demoler el edificio constitucional de 1978.
Es su objetivo. Allanar el camino, de la forma que sea, no para terminar la legislatura, sino para perpetuarse en el poder, así que siguiendo la estela de Chaves y Maduro, cambia disposiciones, leyes y lo que haga falta siempre que sea en su propio beneficio, de modo que, quien acusa de dictador a Franco, ha batido todos los récords. Con un arco parlamentario fragmentado, sin mayorías estables, y con ansia de impregnar de su seña de identidad al Gobierno, Sánchez tiró de la única herramienta, el real decreto, que le permite legislar sin tener en cuenta a la Cámara Baja.
Desde la moción de censura que le llevó a Moncloa y, aprovechándose de la pandemia, el socialista usa este instrumento sin sonrojarse. Desde 2018, 48 decretos, según los datos que ofrece la página web del Congreso. La pandemia y la parálisis legislativa de 6 meses, obligada por Sánchez, brindó el mejor escenario para usar este instrumento. Los decretos ley son un instrumento que la Constitución limita a casos de «extraordinaria y urgente necesidad». Entran en vigor de manera inmediata una vez publicados en el Boletín Oficial del Estado sin tramitación y el Congreso sólo se pronuncia a posteriori. Absolutamente, todos los gobiernos usan ese instrumento, pero en el caso de Sánchez pretendiendo fortalecer su poder,ha abusado hasta el punto que el Tribunal Constitucional ha tumbado dos de ellos.
Por un lado, el Alto Tribunal anuló varias disposiciones del real decreto-ley de medidas urgentes complementarias para apoyar la economía y el empleo, aprobado el año pasado por el Gobierno con las que culminaba la integración de las clases pasivas del Estado en la Seguridad Social. Por otro lado, anuló otro polémico decreto-ley del Gobierno, el que permitió la entrada de Pablo Iglesias, entonces vicepresidente segundo, en la Comisión delegada del CNI. Un tirón de orejas que pone el acento en el excesivo uso que este gobierno realiza de este instrumento. Y lo que, a mi juicio, es peor. Esa indebida utilización no lo hace, más o menos equivocadamente por el bien de España, sino por el suyo propio, aunque con ello cause el rompimiento de España que en el fondo es su fin principal: cambiar leyes y cuanto haga falta dominando la Cámara de Diputados, el Senado y últimamente, intentando por todos los medios domeñar la justicia para llegar a ser el Pedro I que sueña, como ya intentó al situarse indebidamente en un acto oficial en el Palacio Real.
El Gobierno trabaja para el entendimiento, no para el enfrentamiento. Es el momento de la política, de pasar página. Tenemos que volver a la vía que nunca se debió abandonar. Concentrémonos en mejorar la vida de nuestro pueblo en este tiempo de dificultades y de esperanzas. Esto dice el presidente que dice trabajar por la igualdad y la justicia social para “devolver la dignidad a las personas”, al tiempo que destruye la Nación.
Pero este narcisista patológico transita por este mundo como Charles Bronson en Yo soy la justicia, o Yo soy paz y armonía….(el resto, siguiendo la línea de Torra, son, somos, chimpancés salvajes). Es el mismo que se pasea ante las cámaras diciéndose como la madrastra de Blancanieves: Espejito, espejito ¿hay alguien más guapo que yo? A lo que el espejito debería contestarle: Pues mira, a tí no te han pedido lo que, en su tiempo, “las locas” de entonces gritaban a Felipe González, por algo será. ¿Y que era? Pregunta ofendido en su amor propio y algo dolido. El espejito contesta que lo máximo, que las radicales feministas aceptaban la acción dominante y heteropatriarcal: ¡¡Felipe capullo, queremos un hijo tuyo!! Desarmado, vio como su gran ego caía por los suelos.
Sin embargo, por mucho que él lo crea, lo importante no es Pedro I. Quien de verdad maneja la situación es quien por detrás le impone el programa de actuación. Desde el primer momento se vio como su mentor llegaba a la Moncloa en varias ocasiones. Hay quien piensa que la decisión de prolongar el estado de alarma durante seis meses en contra de las disposiciones legales españolas fue una de sus propuestas (¿órdenes?) para en ese tiempo desarrollar los decretos ley que le permitían afianzar una posición dictatorial y personalista que le facilitó cumplir los afanes de la secta de conformar un mundo global sin estados nación que les incordien con la defensa de sus tradiciones, cultura, religión, etc.
En esta labor Soros tiene, naturalmente subalternos que son los que dan la cara. No se conocen todos porque es sabido que los miembros de la secta presumen de discreción, es decir, actúan de tapadillo, a través de los directores de sus distintas organizaciones y sociedades y algún que otro tonto útil.
Director de la organización de Soros, Open Society Initiative for Europe (OSIFE) con sede en Barcelona, es el catalán Jordi Vaquer quien se ha convertido a través de las redes sociales durante los altercados violentos en Cataluña, en uno de los altavoces de los independentistas llegando a decir cosas como ésta: “La amenaza del supremacismo blanco y la violencia de la extrema derecha es algo que no nos estamos tomando lo suficientemente en serio”
Son declaraciones sorprendentes porque el supremacismo blanco donde ha tenido grandes representantes ha sido en Cataluña. En 1898 con el famoso doctor Robert (de la Lliga Regionalista) y su definición de la raza catalana, o Heribert Barrera, fundador de ERC, quien decía: «Los negros de América tienen un coeficiente inferior a los blancos»….»Se debería esterilizar a los débiles mentales de origen genético»…. «Prefiero una Cataluña como la de la República, sin inmigración«. …»Podemos haber superado la inmigración andaluza, pero no sé si podremos con la sudamericana y magrebí». Artur Mas justificó las aspiraciones del independentismo sobre la suposición de que el ADN de los catalanes es más germánico y menos romano que el del resto de los españoles y Quim Torra ha calificado a los castellano hablantes como bestias con forma humana: carroñeros, víboras, hienas. Jordi Pujol, retrató al andaluz como un “hombre anárquico”que vive en un estado de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual”.
Al tiempo, mantienen una estrategia de victimización que ya fue denunciada en 1981 por Josep Tarradellas al acusar a Pujol de tratar de ocultar el fracaso de toda una acción de Gobierno y de la falta de autoridad moral de sus responsables mediante la utilización de “un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima”. Siguen en ello.
En cuanto a la violencia de la extrema derecha no se estará refiriendo Vaquer a los CDR que tantos destrozos causaron con sus protestas. Con estas declaraciones tan machaconamente repetidas por toda la izquierda, se demuestra la influencia de aquel que verdaderamente encabeza esta revolución que con el sometimiento del desgobierno devora a España.
Surgen inevitablemente varias preguntas. ¿Quiénes y cuántos son los políticos españoles que pertenecen a ese maligno club? ¿Qué escalón de la pirámide ocupa Pedro I?
Sin esperanzas de recibir respuesta, no queda más remedio que unirse a la Resistencia, a la Contrarresistencia y a lo que haga falta. Terminaremos formando parte de la “quinta columna”2021.
[1] El adjetivo, convertido en sinónimo de traidor por la actitud de Vidkun Quisling, político noruego destituido en 1933 de ministro de Defensa por utilizar el ejército para reprimir una huelga, que ayudó a la Alemania nazi a conquistar su propio país con la ayuda de más de treinta mil hombres (los hird) al mando de Quisling. Hitler quien le premió con la presidencia de Noruega
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