Oficialmente las fronteras chilenas se encuentran cerradas desde hace más de quince meses, lo que ha impedido la llegada de turistas -hiriendo de muerte a este importante sector de la economía-, inversionistas y trabajadores calificados. Pese a ello, en este tiempo han ingresado al país miles de migrantes de manera ilegal, especialmente a través de la frontera norte.

Pero no todas nuestras visitas son pobres desplazados o terroristas camuflados entre ellos. Hace un par de semanas llegó a este país el modelo y actor hispano-germano Aron Piper, conocido por su actuación en la serie de Netflix “Elite”, lo que naturalmente llamó la atención de la ciudadanía.

Saliendo al paso de las críticas, la subsecretaria de Prevención del Delito, Katherine Martorell, declaró que “esta persona ingresa con una autorización solicitada por el Ministerio de las Culturas, que establece que es esencial para el desarrollo de la industria nacional y la difusión de la imagen de Chile”.

Lo que no especificó la subsecretaria, es que el actor vino a grabar una película que producen los hermanos Pablo y Juan de Dios Larraín, hijos del ministro de Justicia, Hernán Larraín. Tampoco indicó Martorell que el filme tiene una temática marxista-cultural, que justifica y promueve el conflicto que desarrollan grupos radicales en el sur de Chile, enmascarados en reivindicaciones indígenas.

Mientras Chile se ha vuelto más impenetrable que Corea del Norte para el ciudadano común, ilegales y celebridades cruzan sus fronteras con casi total libertad. Cabe recordar que en el libro “Rebelión en la Granja” de George Orwell, la divisa rezaba originalmente “todos los animales son iguales”; una vez llegados los cerdos al poder, se cambió a “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

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