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Opinión

Cristo lgbt, el «arco iris» profana a los desprevenidos devotos del poder capitalista

El capitalismo necesita a los consumidores. Y, por tanto, reducir la entidad en su totalidad a mercancía. De ahí el conflicto con lo Sagrado.

La presencia en la manifestación lgbt de Milán de una persona que se disfrazó de Cristo, estrictamente con la ropa del arco iris, ha sido ampliamente comentada en los últimos días, a menudo con un sesgo crítico. Una imagen indudablemente escabrosa, que revela también de forma inequívoca cómo los militantes de las luchas contra todas las discriminaciones se sienten entonces autorizados a ridiculizar, ofender y discriminar a los que todavía creen en el Dios del Cielo y en Cristo. Los mismos que quieren castigar sin piedad a quien critique el nuevo orden erótico con la ley Zan [proyecto de ley Zan –que lleva el nombre de Alessandro Zan, diputado del Partido Demócrata y activista de los derechos de los homosexuales] luego quieren poder ofender impunemente a la religión y sus símbolos en nombre de la «libertad de expresión».

No pretendo detenerme más en el símbolo del arco iris, del que ya he hablado largo y tendido en otro lugar: en síntesis extrema, el arco iris coincide con el símbolo de los caprichos consumistas individualistas de las clases acomodadas impropiamente llamados con el noble nombre de «derechos civiles». Detrás del arco iris policromo se esconde el monocromo sombrío del gris de la civilización pantoclástica [pantoclástico es el impulso morboso a romper todo cuanto hay alrededor] y nihilista de los mercados sin Estado. En su lugar, me centraré en la dialéctica de des-divinización y desacralización que tiene lugar en el marco del turbo-capitalismo relativista, ateo y enemigo de cualquier valor superviviente capaz de frenar o incluso ralentizar el avance omnívoro de la forma mercancía y su lúgubre fanatismo.

Como intenté demostrar de forma más analítica en mi estudio «Minima mercatalia. Filosofia e capitalismo«, la lógica dialéctica de desarrollo del capitalismo es la de una colonización integral del imaginario y del mundo de la vida por parte de la forma mercancía: por ello, el capitalismo, que durante parte de su aventura encuentra un soporte de referencia en la religión, hace tiempo que entró en conflicto con la religión. En palabras de Pasolini, el nuevo rostro lúcido del poder tecno-capitalista ya no es clerical-fascista, sino permisivo, hedonista y pantoclástico. En otras palabras, el capitalismo sólo necesita consumidores y, por tanto, debe reducir el ente en su totalidad a mercancía consumible: para ello, debe aniquilar todo lo que se oponga a esta mercantilización, entrando así en conflicto con el elemento religioso de lo Sagrado y la Trascendencia.

Esto explica el doble y sinérgico movimiento con el que el turbocapitalismo pretende anular la religión de la Trascendencia y lo Sagrado, produciendo al mismo tiempo el vacío nihilista y relativista ideal para la circulación ilimitada y omnidireccional de la forma mercancía: en primer lugar, se produce la profanación, que alude literalmente a poner delante (pro) del templo (fanum) lo que en realidad debería estar dentro de él.

Esto significa que se declara extinto el espacio de lo Sagrado, que es entonces lo indisponible por excelencia, lo que no puede ser reducido a una entidad disponible para la voluntad tecno-capitalista de poder. La profanación significa la anulación de la distinción entre lo mundano y lo celestial, entre lo terrenal y lo ajeno: esto da lugar a una inmanentización radical, de tal manera que todo espacio de trascendencia y sacralidad se evapora. Después de la profanación, viene puntualmente e indefectiblemente la profanación: y la profanación significa que lo que ha sido colocado fuera del templo es ahora difamado, humillado, ofendido, vilipendiado.

Puede leer:  ¿Somos humanos o fenómenos?

Como demuestran precisamente las escenas tragicómicas de la manifestación de Milán con el Cristo del arco iris e indignamente transformado en un guerrero de las batallas lgbt por caprichos consumistas individualizados. Es tan curioso como patético ver a sujetos que, practicando la profanación con convicción y celo, se creen revolucionarios y disidentes, cuando en realidad son simples devotos ignorantes del poder capitalista y de su más profunda necesidad de desacralización integral del mundo de la vida.

Diego Fusaro (Turín 1983) enseña historia de la filosofía en el IASSP de Milán (Istituto Alti Studi Strategici e Politici) y es fundador de la asociación Interesse Nazionale (www.interessenazionale.net). Entre sus libros más exitosos, «¡Bentornato Marx!» (Bompiani 2009), «Il futuro è nostro» (Bompiani 2009), «Pensare altrimenti» (Einaudi 2017).

Este artículo se publicó en italiano en https://www.affaritaliani.it/blog/lampi-del-pensiero/cristo-lgbt-arcobaleno-dissacra-ignaro-cultore-del-potere-capitalistico-747244.html Traducido para Tradición Viva por Carlos X. Blanco.

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1 Comment

  1. Octavio

    07/07/2021 at 14:14

    Bueno si al capitalismo solo le interesan consumidores; como está tan empeñado en reducir la población. Al Gore y otros adalides del Nuevo Orden hablan de 500 millones de habitantes y esto quizás sea una primera meta. Si tienen controlados los bancos de las principales divisas para emitir dinero, cosa que debía ser potestad de los estados. Entonces ya no necesitan tantos consumidores por que el dinero lo hacen ellos.

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