«Hermanos, manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra y por carta» (2 Tes. 2,15)
«La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal y corren hacia el mismo fin» dijo el Concilio Vaticano II. Naturalmente, la Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús. Jesús, además de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó una manera de orar, de actuar y de convivir. Estas eran las tradiciones que los apóstoles guardaban en la Iglesia. El apóstol Pablo en su carta a los Corintios se refiere a esta Tradición Apostólica: «Yo mismo recibí esta tradición que, a su vez, les he transmitido» (1 Cor. 11, 23).
Sin embargo, nuestro tiempo, ese en el que nos ha tocado vivir, lo está olvidando y se pliega a la voluntad de imponer por decreto el nuevo orden erótico del pansexualismo genderista, y hacer una criminalización de los disidentes. No son tiempos de exclusivismos ante la magnitud del ataque. Caben la asimilación o la mera colaboración. El criterio es personal.
Reflexionando sobre ello han surgido en Francia los tradismáticos. Una sorprendente conjunción de fuerzas católicas que inquieta al laicismo francés. Ha surgido de la unión de dos tradiciones que en la historia reciente de la Iglesia católica, suenan sin embargo como perros y gatos… pero cuya coincidencia en las trincheras ha resultado fructífera para el éxito de estas iniciativas de resistencia a la descristianización: son los Tradicionalistas y carismáticos.
Tanto es así, que un analista político de la izquierda utilizaba recientemente para esa alianza el nombre de “tradismáticos”, y la situaba nada menos que “al asalto del poder” (el politólogo Gaël Brustier, dixit) vistas las manifestaciones de la Marcha por la Vida que sacó a la calle a cientos de miles de personas como en los mejores momentos de La Manif pour Tous; el movimiento ciudadano a favor de la familia y opuesto al reconocimiento como matrimonio de la unión entre personas del mismo sexo.
Entre los organizadores y animadores de la manifestación figuraron de nuevo grupos de jóvenes católicos cuya pujanza, respaldada por algunos obispos (Dominique Rey, de Toulon, Marc Aillet, de Bayona, entre otros), ha hecho posible lo que parecía imposible: el despertar en la calle del catolicismo francés, mortecino durante décadas, abrumado quizá por el avasallador laicismo del país.
Llama la atención que sus miembros sean sacerdotes por lo general jóvenes que, vestidos con sotana blanca, oficien la misa tradicional y salgan continuamente a la calle a evangelizar, en un estilo característico de los grupos carismáticos. Lo cierto es que su comportamiento atrae a muchos jóvenes que llenan sus campamentos.
Están instalados en Toulon, otra “palabra clave”. Porque el obispo de Fréjus-Toulon, Dominique Rey, es el gran impulsor de esa confluencia que durante algún tiempo, se consideró imposible.
“Esta diócesis fue el laboratorio de reconfiguración de los distintos mundos católicos en Francia y el cambio de agujas para preparar La Manif pour Tous a finales del verano de 2012, tras haber preparado intelectualmente a los católicos para un regreso con fuerza a la escena política”, afirma Brustier con una visión más bien secular y festiva.
Sin embargo, hay que decir que monseñor Rey ha sido el revulsivo que ha introducido la necesidad de mirar también hacia dentro de la Iglesia. Esta introspección volviendo la mirada a la Verdad, ha revivido su diócesis en muy poco tiempo atrayendo a ella a todas las comunidades con ímpetu apostólico, fuesen del signo que fuesen (“sin sutilezas intelectuales”, apunta), y entre ellas las tradicionalistas y las carismáticas.
Monseñor Rey, recuerda Gaël, no es tradicionalista, sino carismático. Proviene de la Comunidad de Emmanuel[1]. Pero como “intelectual, misionero y organizador, y también político, presintió y comprendió, probablemente mejor que nadie en el episcopado francés, lo que suponía como fuerza y poder un espíritu difuso y expandido: el espíritu tradismático”.
En Francia está naciendo algo importante, dicen los laicistas, con temor. A ver cuando cruza los Pirineos, decimos nosotros.
Decía Arthur Schopenhauer que las religiones como las luciérnagas, necesitan de oscuridad para brillar. Bien, pues en España estamos en oscuridad completa con momentos de gran zozobra y dolor y necesitamos ese brillo de la religión del que hablaba el filósofo.
De modo que volvemos la mirada a nuestros buenos obispos y sacerdotes empeñados en defender la Verdad de Cristo, para que sepan que solo hace falta que se decidan a servir de guía y aglutinante a los católicos que les esperan, que les esperamos.
¡POR UN MOVIMIENTO TRADISMÁTICO ESPAÑOL!!
[1] La Comunidad de Emmanuel es una comunidad católica internacional reconocida por la Santa Sede como asociación publica de fieles. Reúne en su seno laicos, entre ellos célibes consagrados (as), sacerdotes que juntos siguen a Cristo al servicio de la misión de la Iglesia.
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