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Historia

13 de julio de 1936: Asesinato de Calvo Sotelo

Calvo Sotelo se despidió de su familia, abrazando a su mujer e hijas, y prometió telefonear cuando llegara, “a no ser que estos señores se me lleven para darme cuatro tiros”

Hace unos años no habría sido necesario hacer una semblanza de José Calvo Sotelo, pues se sabía quién era y lo que representó su asesinato en el devenir histórico de nuestra patria, pero en las circunstancias actuales de silencios y memorias subjetivas, muchos, sobre todo jóvenes, necesitan de una explicación previa para comprender mejor los efectos y las causas del suceso objeto del que se va a dar información.  Razón por la que sin más preámbulo paso a narrar brevemente quien fue Calvo Sotelo.

     Nacido en la localidad de Tuy, en Pontevedra, el 6 de mayo de 1893. Tras cursar bachillerato se trasladó a Zaragoza para estudiar Derecho. Allí logro cierta fama al fundar una revista de humor en la Facultad y, sobre todo, al obtener la Matrícula de Honor en Derecho Romano, lo que le permitió crear un pequeño negocio vendiendo copias de sus apuntes.

     A los 21 años se instaló en Madrid, donde obtuvo el Doctorado y comenzó a trabajar en el Ateneo. Un año después obtuvo por oposición una plaza de abogado del Estado del Ministerio de Gracia y Justicia. Durante los siguientes años, su ascenso fue vertiginoso, tanto en su carrera profesional como en política. Desde 1917 fue profesor auxiliar en la Universidad Central, en la que cesó, a petición propia, al afiliarse al partido de Antonio Maura, del que fue miembro de su secretaría personal durante el gobierno de concentración que este presidió en 1918, al año siguiente un acta de Diputado en 1919 y el puesto de gobernador civil de Valencia en 1923.

     Con la toma del poder por parte de Primo de Rivera y tras previa autorización de Maura, Calvo Sotelo se inscribió a Unión Patriótica, desde donde participaría en el Gobierno durante casi toda la Dictadura, a la que siempre permaneció fiel.  Aceptó ser nombrado Director General de la Administración, cargo del que tomó posesión el 22 de diciembre de 1923.

     A partir de 1925, se encargó de la cartera de Hacienda donde creó el llamado presupuesto extraordinario para costear las obras públicas, así como diversos bancos nacionales y el monopolio estatal del petróleo (Campsa). Tras la crisis de 1929, y al no lograr detener la caída de la peseta, dimitió de su cargo.

     Desde entonces desempeñó la presidencia del Banco Central. La empresa pasaba por entonces por momentos problemáticos, debidos, entre otras cosas, a los elevados préstamos efectuados a personas que tenían problemas para devolverlos, y que se sentaban en el consejo de administración de la entidad bancaria. Finalmente, y tras no lograr hacer que prevaleciesen sus puntos de vista, Calvo Sotelo dimitió el 15 de septiembre de 1930.

     En aquel verano la Unión Monárquica Nacional se lanzó a una campaña de movilización social sin parangón dentro de los partidos dinásticos. Calvo Sotelo participó en los actos que se desarrollaron en Asturias y Galicia, en los que habló, tras su estancia en Paris con el General Primo de Rivera en compañía de su hijo José Antonio. Ambos se hallaban dentro de la lista de 28 diputados que Guadalhorce deseaba pactar con el General Berenguer de cara a las siguientes elecciones a Cortes, elecciones que no llegaron a producirse por la caída del Gobierno Berenguer y las consiguientes elecciones municipales, donde las candidaturas republicanas se hicieron con el triunfo en las grandes ciudades. En la tarde del 14 de abril, después de que el pueblo izara la bandera republicana en el ayuntamiento de Madrid, Calvo Sotelo abandonó la capital, autoexiliándose, con dirección a Portugal, cuya frontera cruzó en la mañana del día 15.

      En el extranjero entró en contacto con las ideas de los monárquicos franceses y del fascismo italiano, que le influyeron por igual: “Antes Roma que Moscú”. Durante su estancia en Portugal Calvo, a quien se le había retirado su sueldo de asesor del Banco de España, se ganó la vida como periodista, remitiendo gran cantidad de artículos a numerosos periódicos, gracias a los cuales pudo conseguir ingresos equivalentes al sueldo que en su día tuvo como ministro.

     Elegido de nuevo diputado en las elecciones de 1933, y pese a haber obtenido acta por Orense y La Coruña como candidato de Renovación Española, Calvo Sotelo no pudo regresar de inmediato a España, pues la CEDA no se atrevió a tratar de sacar adelante su incorporación a las Cortes sin el visto bueno del Partido Radical, que prefería esperar a una amnistía más amplia, en la que también fueron incluidos los sublevados de la “Sanjurjada” y los anarquistas y comunistas que habían participado en diversas revueltas armadas contra la República. Finalmente, el 30 de abril, le fue concedida la amnistía del Gobierno Samper, lo que permitió que en la madrugada del 4 de mayo de 1934 volver a Madrid, donde buena parte de la derecha le reconoció de inmediato como su nuevo líder.

     En la sesión parlamentaria del 16 de junio, Calvo Sotelo protagonizó uno enfrentamiento verbal muy acalorado y polémico con el entonces presidente del Gobierno y ministro de Guerra, Casares Quiroga. Este había anunciado medidas para tratar de controlar el Ejército, Calvo Sotelo expresó veladamente la posibilidad de un golpe de Estado militar, afirmando que sería “loco el militar que no estuviese dispuesto a sublevarse a favor de España y en contra de la anarquía, si esta se produjera”, palabras que generaron grandes protestas.

      Casares Quiroga consideró tan graves las afirmaciones de Calvo Sotelo sobre el Ejército que le acusó de simpatizar con los grupos que llamaban al golpe de estado, haciéndole responsable si este se producía.

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      En la contestación a Casares, Calvo Sotelo le dijo que su afirmación de hacerle “máximo responsable” de una posible sublevación, eran “palabras de amenaza” en las que se le había convertido en sujeto no solo activo, sino pasivo, de hechos que decía desconocer. Sin embargo, acto seguido afirmó que “aceptaba con gusto las responsabilidades que se pudiesen derivar de sus actos, si eran para el bien de su patria y para gloria de España”, tras lo cual lanzaría una advertencia a Casares para que también midiese sus responsabilidades, puesto que en sus manos estaría el destino de España: “Yo tengo, Sr. Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul, y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, Sr. Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de S.S. Me ha convertido su señoría en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, Sr. Casares Quiroga. Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi patria (exclamaciones) y para gloria de mi España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis. Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio”.

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     Y la diputada comunista Dolores Ibárruri, conocida como la Pasionaria, puesta en pie sentenció: “Este hombre ha hablado hoy por última vez”.

     Una vez conocida la postura del Diputado Calvo Sotelo, comprenderemos mejor el porqué de los hechos que seguidamente narramos.

     Según el relato tendencioso de la izquierda para, como uso y costumbre, utilizan la historia con fines políticos haciendo lecturas partidistas de la misma, prostituyéndola en su propio interés,  desacreditar la realidad para salirse con la suya, y así han difundido que en la madrugada del 13 de julio se asesinó a José Calvo Sotelo, con el pretexto de una represalia por el asesinato del teniente republicano José del Castillo, cuando hoy se sabe a ciencia cierta, con documentación acreditada y aportada por el socialista Francisco Vázquez, que las milicias del partido socialista, al mando de los principales dirigentes de esa formación política, desde hacía un mes preparaban el asesinato de Calvo Sotelo, José María Gil Robles y Antonio Goicoechea desde el mismo momento en el que el Frente Popular llegó al poder.

      El hecho real fue que un grupo de socialistas y oficiales comandados por el capitán de la Guardia Civil Fernando Condés, se presentó en la casa de José Calvo Sotelo, en un coche del Gobierno. Eran alrededor de las 3 de la madrugada del 13 de julio 1936. Cuando llegaron al portal, Condés encargó a varios guardias y paisanos que vigilasen los alrededores. Con el pretexto de efectuar un registro, este y algunos otros penetraron en casa del diputado monárquico Calvo Sotelo, a quien pidieron los acompañase a la sede de la Dirección General de Seguridad. Según relató su hija Enriqueta: mi padre dijo sorprendido: “¿Detenido? ¿Pero por qué?; ¿y mi inmunidad parlamentaria? ¿Y la inviolabilidad de domicilio? ¡Soy Diputado y me protege la Constitución!”. Condés entonces se identificó como oficial de la Guardia Civil, lo que tranquilizó a Calvo Sotelo, quien, a pesar de las reticencias iniciales, finalmente aceptó ir.

     Calvo Sotelo se despidió de su familia, abrazando a su mujer e hijas, y prometió telefonear cuando llegara, “a no ser que estos señores se me lleven para darme cuatro tiros”. La camioneta se puso en marcha dirigiéndose hacia la Dirección General de Seguridad cuando, tras circular unos doscientos metros, se escucharon dos disparos; Calvo Sotelo se desplomó al suelo, sin vida. El autor de los disparos mortales había sido Luis Cuenca Estevas, militante de las Juventudes Socialistas y guardaespaldas de Indalecio Prieto. A la mañana siguiente, su cuerpo aparecería la entrada del cementerio del Este.

    El asesinato de Calvo Sotelo fue el acontecimiento final que hizo perder al gobierno el control de la situación, al tiempo que provocó una reacción inmediata en la cúpula militar, porque se sabía de la preparación para el primero de agosto de la implantación del comunismo y una nueva revolución como la del 34, y abierta la veda con el asesinato del líder de la oposición podía caer cualquiera. Acontecimiento puntual que sirvió al General Mola para, llegando a un acuerdo con carlistas y falangistas, adelantarse el Alzamiento, desencadenando la rebelión militar el 17 de Julio.

     Película que pueden ver en el siguiente enlace:

     Un saludo, José Luis Díez Jiménez

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