Con insistencia, con cabezonería, a pesar de la historia, la izquierda neocomunista insiste una y otra vez en poner todos sus medios para traer su “paraíso” a nuestro alcance. Maestros de la propaganda, hicieron de Cuba, de su revolución, un modelo de ética y sienten y propagan un respeto casi fetichista por ese fallido modelo, por su incumplido catálogo de intenciones y por los hermanos Castro. Poco pinta la razón cuando sistemática y hasta puerilmente se refuta cualquier hecho cierto con los más nimios argumentos o directamente con mentiras cegadas y absurdas.
Hoy Cuba es un estado blindado por su revolución y por su endogámico e intervenido pensamiento oficializado y único. La errónea implementación de su economía tiene en la más absoluta miseria a la población (con sus fosilizadas cartillas de racionamiento) y la radical carencia de libertades arroja un saldo de absoluto sometimiento sin alternativa. En Cuba todo está intervenido, todo se graba e internet está controlado mediante instrumentos de censura que oscilan entre lo grosero y lo sofisticado. Nada, ni los defectos ajenos, ni la imperfección humana, ni ninguna circunstancia, puede justificar la dictadura cubana y no hay maquillaje que pueda aminorar su fiereza o su violencia ni su falta de compasión. Dicen que la Venezuela de hoy es fruto de la importación de ideas, planes y soluciones a la cubana, de su laboratorio de pensamiento revolucionario, pero lo cierto es que el espíritu que Cuba exporta no tiene demasiados adeptos dentro de sus fronteras. Los cubanos no pueden más, pero las armas las tienen unos y la desolación y las víctimas las ponen los otros. El pueblo cubano, harto, cansado y aspirante a su libertad, no tiene más instrumentos que su voz, el constante riesgo de su salud y su vida, la protesta reprimida con violencia, la detención y la muerte. Hoy no sabemos cuántos han sido detenidos ni cuantos han desaparecido y la protesta pacífica es tan generalizada como la amplia y despiadada respuesta gubernamental. La dimisión del viceministro del Interior por “el exceso de violencia” ha abierto una pequeña luz de esperanza que poco a poco se apaga, pues no ha traído más renuncias, que se sepa. Hay quien compara la situación de Cuba con la de la antigua RDA alemana y la caída del Muro, hecha a mano por los ciudadanos de uno y otro lado, la disipación de Honecker, las dudas de Gorbachov y el empuje del mundo libre de la RFA y sus aliados occidentales. Por mucho que se busca, en Cuba no se dan ninguno de los personajes ni de las circunstancias de aquello. El régimen no da muestras de estarse disolviendo. Ese torpe heredero del poder, designado a dedo por los Castro, el Díaz Canel, no sale de su asombro y ha mandado llamar a “los revolucionarios y a los comunistas al combate en las calles”. Con la música y los compases de la habanera llamada “la bella Lola” hay una letra triste que dice: ay, qué dolor sentía yo, qué mal lo tiene en Cuba la libertad…
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