Al oír o leer el discurso del Presidente en la inauguración de las sesiones del Congreso, no nos queda más remedio que asociarlo con el título de la clásica epopeya de John Milton: El paraíso perdido.
La pandemia
Se esmeró el Señor Presidente en pintarnos un país que no reconocemos como el nuestro. Enumeró las gestiones cumplidas para atender la pandemia del Covid-19, omitiendo reconocer que estamos entre los 8 países con más fallecimientos por 100.000 habitantes. Pobre resultado para una administración que se ha concentrado durante más de un año en buscar soluciones más eficaces a esta crisis sanitaria.
Paz y legalidad
Se refirió a su política de Paz y Legalidad, con la que “ha logrado trascender los discursos y la tinta, ejecutando con eficiencia acciones concretas hacia quienes más han sufrido el dolor de la violencia”. Justamente lo contrario es lo que venimos apreciando desde el comienzo de su mandato: Muchos discursos con el lema de que “el delito no paga” y amenazas contra los vándalos que han destruido las ciudades (y lo siguen haciendo a pesar de las admoniciones presidenciales). Ya no son sólo los campesinos e indígenas desplazados por los narco-guerrilleros que ampara el humillante pacto de La Habana. También han sufrido el dolor de la violencia los soldados de la Patria agredidos hasta en sus cuarteles; los agentes de policía quemados con bombas molotov; los cadetes de la Escuela de Policía masacrados por orden de los genocidas refugiados en Cuba; y ahora, hasta los pobladores de los centros urbanos, a merced de una horda de criminales con los que el Gobierno se sienta a negociar la suerte de los colombianos.
Desconocemos a cuál legalidad se refiere el Señor Presidente, cuando es bien sabido que todas las normas constitucionales y legales que emanan del ominoso acuerdo de La Habana carecen de toda validez. El pueblo soberano rechazó ese pacto y, por consiguiente el Presidente Santos carecía de facultades para firmarlo. Se lo ha querido validar mediante un monumental prevaricato de la Corte Constitucional, y se está implementando en abierta contradicción con el orden jurídico.
Reactivación económica
No tiene inconveniente el Presidente Duque en afirmar que “avanzamos en la reactivación segura”, pero se olvida de señalar la sucesiva contracción de la actividad económica originada en los bloqueos y daños originados en las marchas de protesta y en la aceleración de los contagios producida por las ilícitas aglomeraciones permitidas por la autoridad en nombre del “derecho a la protesta pacífica”. ¿Cuántos empresarios en el país se han visto perjudicados con esta sospechosa tolerancia con la delincuencia?
Equidad
Nos recuerda su “promesa vigorizada de trabajar por un país donde la equidad sea una realidad.” ¿Existe equidad en un país donde se administra Justicia de manera sesgada y corrupta? ¿Puede existir equidad donde los más crueles criminales de nuestra historia se sientan a legislar y se les diseña un tribunal –la JEP- a su medida para que los absuelva? ¿Se puede hablar de equidad con 8.560.000 colombianos viviendo en un estado de “pobreza multidimensional”?
Protección ambiental
Compartimos con el Presidente su afirmación de que la protección del medio ambiente es un deber ético, pero deploramos que ahora, en el ocaso de su mandato, haya reparado en ello. Hubiéramos preferido que cumpliera su promesa de campaña de fumigar con glifosato los cultivos ilícitos para detener el daño ambiental que diariamente ocasionan a nuestros bosques y corrientes de agua. Igualmente, que hubiera combatido con decisión la minería ilegal que literalmente convierte en eriales y pantanos nuestras mejores tierras. Un poco tarde, me parece a mí, para reconocer este deber ético.
Garantía para la Democracia
Debiera tranquilizarnos su concepto sobre la Democracia:
” la democracia es la única garantía real para que nuestra libertad, de la mano de una cultura de legalidad, genere las condiciones para que todos podamos salir adelante y en donde nuestras diferencias se resuelvan de manera civilizada y respetando los derechos de cada una de las partes.”
No obstante, como en muchas de sus afirmaciones la realidad está muy lejos de sus palabras. La Democracia dejó de existir en Colombia a partir del desconocimiento que de la voluntad popular consignada en las urnas por el pueblo soberano se hizo en el plebiscito de 2016. No es cumpliendo a rajatabla ese espurio acuerdo como se defiende la Democracia.
Tampoco se protege la Democracia con la actitud de este gobierno que, con el pretexto de la pandemia, obstaculizó durante 6 meses el derecho constitucional de los ciudadanos de Medellín a solicitar la revocatoria de su alcalde. El argumento del Presidente Duque de que “no es tiempo para revocatorias”, además de ser abiertamente inconstitucional, es atentatorio de la Democracia que ahora proclama defender.
Protesta pacífica
Nuevamente nos transporta a su idea del paraíso con esta frase:
” Permitir que se violen los derechos de todos es anarquía, y en un país de anarquía, de caos y de odio solo prosperan la violencia y el dolor.”
No es eso lo que hemos vivido y seguimos sufriendo, Señor Presidente. Usted abdicó de sus deberes constitucionales en unos mandatarios locales afines ideológicamente con los bárbaros que han destrozado nuestras ciudades. Usted ha permitido que se conculquen los derechos fundamentales de quienes no marchan ni protestan. Usted ha tolerado que se cometan toda clase de delitos contra la integridad de las personas, contra el patrimonio público y privado, contra la salud de los colombianos en plena pandemia, contra el aparato productivo, sin que sean capturados y judicializados sus promotores y ejecutores.
Policía Nacional
Como respuesta a la anarquía y el caos dirigidos por los movimientos de izquierda, Fecode, la Cut, Colombia Humana, el ELN y las FARC, obedece Usted la exigencia de los extorsionistas del Comité del Paro y de los comunistas burócratas de la CIDH, sometiendo al Congreso un proyecto de reforma a la Policía Nacional. ¿Es que la causa de los desórdenes fue la Policía?
Nos parece que sobra en su discurso esa advertencia de que:
“he dado claras instrucciones para que todos los miembros de la Fuerza Pública se comprometan con el respeto, las garantías y la protección de la protesta pacífica.”
Aquí no ha habido falta de protección a lo que Ud. llama la protesta pacífica. Lo que hemos presenciado, como en un horroroso “reality”, es una toma guerrillera de las ciudades disfrazada de protesta.
La niñez
Conmovedor su tierno llamado a que:
“no dejemos de sembrar en nuestros hijos amor, respeto, tolerancia, sensibilidad humana,”
Talvez para esa edificante siembra se ha permitido que los camaradas de Fecode impartan su adoctrinamiento en las doctrinas materialistas y ateas del marxismo-leninismo a nuestra niñez. O que, en su gobierno se haya editado una cartilla para inculcar a personas en formación las teorías antinaturales y anticientíficas de la ideología de género. O que, los delincuentes de la llamada Primera Línea entrenen párvulos a plena luz del día en técnicas de vandalismo. O que tolere la presencia de menores de edad en actos de terrorismo urbano, de consumo masivo de drogas, de irrespeto a la autoridad y a los monumentos históricos, de saqueos y daños a bienes de terceros. ¿Esa es la educación que propugna en su paraíso perdido?
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