Según comentaba en un anterior artículo, esta semana Chile modificaría su draconiano sistema de control poblacional, concediendo mayores “libertades” a las personas que hayan completado su plan de vacunación. Es decir, a diferencia de muchos otros países, tales “beneficios” no aplican a las personas sanas ni a aquellas que, recuperadas del Covid-19, gozan de una inmunidad muy superior a los inoculados.
Así, quienes no se ofrecieron de cobayas estarían impedidos de desplazarse entre regiones, asistir a restaurantes y gimnasios bajo techo (algo muy conveniente en temporada invernal) y participar en eventos con mayor aforo, forma que tiene la dictadura político-sanitaria para promover la vacunación y castigar a quienes no han sido suficientemente “empáticos” o “solidarios” para dejarse inocular un suero experimental.
Pese a que el Ministerio de Salud hizo públicos instructivos al respecto y destinó ingentes recursos a la difusión de este nuevo plan a través de los medios de comunicación masiva, sólo se publicó en el Diario Oficial la resolución que establece su contenido definitivo y lo pone en vigencia entre gallos y medianoche, en una edición vespertina del jueves 15. Pese a ello, fiscalizadores y locatarios menos instruidos anticiparon las nuevas medidas según lo que las autoridades informalmente habían adelantado, generando caos, confusión y atropello de los derechos de los ciudadanos.
En efecto, siendo el viernes 16 un día festivo (se celebra a la Virgen del Carmen, Reina y Madre de Chile) y encontrándose además los escolares y estudiantes en vacaciones, muchas familias se habían organizado para salir de paseo a otras ciudades, de compras o a algún restaurante, todo lo que se vio notoriamente dificultado por el proceder de este gobierno incompetente e indolente.
A quienes no aplican estas medidas, desde luego, es a los políticos ni a los narcoterroristas que controlan cada vez más vastos sectores del país e incluso esta semana se dieron el lujo de velar a uno de los suyos con una guardia armada con fusiles automáticos, prohibidos en Chile para los civiles; mientras en el Congreso se pretende desarmar a los particulares, incluso a deportistas, cazadores y coleccionistas. ¿De veras somos todos iguales ante la “pandemia”? ¿O una vez más, parafraseando a George Orwell, hay unos animales más iguales que otros? Se me viene a la mente otra frase del gran autor inglés: “En principio, el fin de la guerra es mantener a la sociedad al borde de la hambruna. La guerra la hace el grupo dirigente contra sus propios sujetos y su objetivo no es la victoria, sino mantener la propia estructura social intacta”.
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