Este el título de la tercera película de la serie “LA CRUZADA”, en la podemos ver los primeros instantes de lo sucedido tras el 18 de julio 36, pulsando el siguiente vídeo.
Ya no había forma de prevenir el conflicto que había de devastar a España. Ya no podía haber pactos ni compromisos, nada podía salvar a España de una guerra civil, que duraría 32meses y costaría cientos de millares de víctimas.
Y los españoles acababan de dividirse en dos bandos irreconciliables. Por un lado, el Bando Nacional formado por gran parte del ejército, la Falange Española de las JONS, los Monárquicos Carlistas de la Comunión Tradicionalista, los Monárquicos Alfonsinos, y gran parte de los afiliados a CEDA, para defender la unidad de España frente el caos, la anarquía y la revolución roja; y por otro, las izquierdas rojas del Frente Popular donde se unieron para defender la revolución marxista, una parte mínima del ejército, la Guardia de Asalto, parte de la Guardia Civil, los anarquistas, comunistas, socialistas, sindicalistas, nacionalistas- separatistas catalanes y vascos.
El Gobierno popular al entregar las armas al pueblo les entregó la autoridad y el desorden. Las organizaciones sindicales y obreras crearon sus propias fuerzas para llevare a cabo y finalizar lo comenzado el octubre del 34, y encabezaron las venganzas políticas vecinales y hasta familiares en pueblos y ciudades. La sangre derramada, siempre ocurre, emanó un delirio contagioso que se convirtió en la cara del miedo para las víctimas y en ilusión victoriosa para los verdugos.
Y así, la guerra civil española, que no fue una confrontación entre el liberalismo y el fascismo, sino entre la civilización cristiana y el anarquismo comunista, se convirtió, a lo largo de aquellos mil días de contienda fratricida en el centro de atención mundial.
Fue el apogeo del puño en alto. La instalación de los vales, la incautación, el control, la requisa, tribunales extrajudiciales, genocidio, sacas de presos, desapariciones,
El fracaso del alzamiento en Barcelona, Guipúzcoa, Vizcaya y Valencia, hicieron tambalear los planes del General Mola, sin embargo, su objetivo principal continuó siendo la toma de Madrid, al que se aprestó inmediatamente enviando las fuerzas de Burgos y Valladolid, aún a sabiendas que tenía que superar el obstáculo importantísimo de los puertos de Guadarrama, Navacerrada y Somosierra.
Según las previsiones más seguras de la lógica, y sobre todo por la realidad existente en estos momento de desconcierto, de que bajo el control del Gobierno dominado por los rojos permanecían, el oro, los parques, maestranzas y arsenales, la marina, las fábricas militares, los silos diplomáticos, casi toda la aviación, las zonas industriales más pobladas, y que el paso del estrecho de Gibraltar separaba de la Península las únicas y pequeñas unidades entrenadas del ejército capaces de ayudar al ejército nacional, razones más que suficientes para aseverar que el alzamiento nacional estaba perdido.
Y esas afirmaciones fueron avaladas por Indalecio Prieto en un discurso pronunciado a los pocos días de comenzada la guerra y que iniciaba así: “A donde van esos locos…” La verdad es que los locos esos tenían motivos sobrados para evitarlo, pero no por eso dejaban de marchar hacia adelante, iban en una primera fase a liquidar el problema en su punto clave: Madrid, conscientes del peligro que amenazaba por el norte desde el Ministerio de la Guerra se cursaron órdenes desde el día 20 de Julio para organizar una serie de columnas formadas por tropas regulares voluntarias a cuyo frente debían de ir oficiales seleccionados, con la misión de ocupar los tres cuartos. Estas unidades fueron organizadas por el partido comunista con anterioridad a la propia guerra. Y una primera columna de ellas, mandada por el coronel Enrique Castillo partió hacia el Puerto del Alto del León en Guadarrama, en ella, además de fuerzas militares, marcharon también grupos de milicianos, entre los que figura Juan Guilloto, alias Modesto. Y pronto ocuparon el Puerto. Frete a todos ellos, el grupo de los Hermanos Miralles, junto a Buitrago, y los requetés y falangistas de Castilla de Onésimo Redondo, en el Alto, que pronto se llamaría, no del León, sino de los Leones. A pecho descubierto y a las órdenes del coronel Serrador, aguantaron y atacaron por los riscos, dando pruebas de un valor y una entrega excepcionales. Y aunque la prensa de Madrid cantase victoria, lo cierto es que tras de los combates las tropas nacionales del coronel Serrador ocuparon el Puerto y se neutralizaron los esfuerzos de los gubernamentales por recuperarlo.
Desde la Capital una columna de milicianos y soldados, dirigidos por el teniente de aviación Valle González y el capitán de la Guardia Civil Francisco Galán (hermano del sublevado en Jaca, Fermín Galán), avanzaron hacia el frente y tras unas escamuzas, diezmaron las tropas de Miralles y tomaron el Puerto.
A partir de ahí, el propio general Riquelme tomó el mando de la columna marxista intensificando los ataques, y la ofensiva dirigida por el general Ponte no consiguió forzar el paso hacia Madrid.
En estos primeros días, tras tomar las posiciones unos y otros, la line del frete esta escasamente definida, esto explica que algunos grupos se adentren en territorio enemigo sin darse cuenta, encontrando así la muerte. Este es caso de Onésimo Redondo, Jefe de la Falange Castellana asesinado por los milicianos en el pueblo de Navajos, y así mismo el del Jose Señor Carriga, diputado a Cortes por Esquerra Republicana y Presidente del Fútbol Club Barcelona en el Alto del León el 6 de agosto.
Tras haber aplastado y vencido el alzamiento militar en toda Cataluña, el entusiasmo popular de las masas se desbordó, y calles y plazas, fueron invadidas por multitudes celebrando la victoria, enarbolando banderas, especialmente rojas y negras de la FAIT, predominando los milicianos vestidos con el mono azul proletario y el pañuelo rojo y negro anudado al cuello, uniéndoseles los delincuentes liberados de las cárceles. Aparecen barricadas en todas calles, plazas y carretas de Cataluña, levantadas por las masas populares, que desde esos momentos se adueñaron del poder, y desarticularon por completo los resortes del orden público.
El Gobierno de la Generalidad, a partir de ahí, fue a la vez prisionero, cómplice y lacayo de la CNT-FAIT. Al mismo tiempo, comenzó en las masas populares una profunda hostilidad contra los simpatizantes del alzamiento, que fue aprovechada por elementos incontrolados para recoger las armas abandonadas en los cuartes de los vencidos, y envalentonados con ellas, se dirigieron a los locales de las organizaciones o personas simpatizantes de los vencidos para asaltarlos e incautarlos, multiplicándose los registros y detenciones por fuerzas ajenas al orden público, la impotencia de estos es aprovechada por los saqueadores.
Los anarquistas timan posiciones dan una nueva fisionomía a la ciudad catalana, que se ve sumergida en una febril actividad bélica, que está lejos de su laboriosidad industrial. Esta masa agitadora se dedicó nuevamente a profanar, saquear e incendiar, justificando así la bajeza de sus instintos con insultos, ultrajes y la tona la mecha incendiaria, sin detenerse ni ante lo más sagrado.
En el manicomio de Santa Eulalia, y ante la excusa de enemigos ocultos, se profanaron unas sepulturas de cadáveres momificados y sus huesos resecos. La burla sacrílega se hizo eco en las armas, y al mismo tiempo realizaron el espolio de obras de arte, que fueron arrancadas de su lugar habitual y conducidas a lugares escondidos para ser vendidas o tal vez destruidas.
La agresión al arte y a la religiosidad del pueblo, culmina con el amontonamiento de imágenes de culto para ser quemadas, sin el más mínimo escrúpulo, lo que vino a demostrar una vez más la falta de perspectiva histórica de la masa incontrolada, que iba a la revolución y se encontró con la guerra.
España entera comenzó a sufrir los primeros bombardeos a ciudades de toda la historia bélica, dándose a conocer un ruido nuevo: el rugir de los motores de los aviones, el silbar de las bombas antes de caer en las calles y el de las sirenas advirtiendo del peligro mortal.
Los primeros en soportar esa melodía mortal fueron las plazas africanas, y por si fuera poco el Gobierno de Madrid anunció orgullosamente eficaces bombardeos aéreos en una sola jornada sobre Zaragoza, León, Cádiz, Sevilla, Melilla y Ceuta. Esto sucedió entre el 26 y 27 de julio con la ayuda francesa de Pierre Cot, ministro de aviación del Frente Popular y de André Malraux, escritor comunista entonces.
Cuando Franco estuvo en condiciones de responder con su primer bombardeo, allá por el día 29 de julio a la ciudad de granada, los adulteradores de la historia, hipócritamente, le acusaron de ejercer el terror aéreo por primera vez sobre ciudades indefensas, haciendo olvidar al mundo entero los antecedentes de la primera guerra mundial y los encarnizados bombardeos rojos, llenos de rabia y hiel, dos días antes, a las ciudades en poder de los nacionales, concretamente entre el 26 a 27 de julio. Y es que “la mano que mueve los hilos del engaño” es la izquierda.
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