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El general Vara de Rey y los héroes de Caney

España nunca fue tan cobarde como para no reconocer como tiránica dictadura el gobierno de Cuba, donde en una semana han “desaparecido”, al más puro estilo estalinista, cuatro generales.

La juventud cubana se ha echado a la calle pidiendo “Patria y Vida”. No aguantan más. Están hartos. Durante los últimos 40 años, el Gobierno de Cuba ha desarrollado una maquinaria represiva muy eficaz. La negación de derechos civiles y políticos básicos está contemplada en la legislación cubana. En nombre de la legalidad, las fuerzas de seguridad, con ayuda de las organizaciones de masas controladas por el Estado, silencian la disidencia con duras penas de prisión, amenazas de enjuiciamiento, hostigamiento o exilio, siguiendo las pautas de la KGB. El Gobierno cubano emplea estos instrumentos para limitar gravemente el ejercicio de los derechos humanos fundamentales a la libertad de expresión, asociación y reunión. 

Las condiciones en las prisiones cubanas son inhumanas y los presos políticos padecen el trato degradante y la tortura. (En España conocemos bien el tema por las checas que tan abundantemente sembró la II República en su zona) 

No pareciéndoles suficiente, en los últimos años el Gobierno cubano ha añadido nuevas leyes represivas y continuado los procesamientos de disidentes no violentos, mientras hace caso omiso a los llamamientos internacionales de verdadera reforma y apacigua a los dignatarios que visitan el país con la puesta en libertad ocasional de presos políticos.

Ante esta situación, EEUU y una veintena de países piden al gobierno de Cuba, que respete los derechos civiles. En la declaración no han participado Canadá, Francia, ni Alemania, entre otros, pero tampoco España, la madre patria. El gobierno silba, mirando hacia otro lado y haciendo un esfuerzo, a lo más que llega es a decir la obviedad de que Cuba no es una democracia, quizá porque España va camino de ser un sucedáneo de la nación caribeña o quizá porque la historia, la verdadera historia, no le interesa.

Creemos por ello necesario recordar la batalla de El Caney, donde tantos españoles derramaron su sangre en defensa de los intereses de la Patria a las órdenes de don Joaquín Vara de Rey y Rubio. En otra época sí que fueron honrados erigiéndose un monumento en bronce que refleja la heroica muerte del general y de unos cuantos soldados en dicha batalla. Su autor fue el escultor ovetense Julio González-Pola y García, se encuentra en las cercanías de la estación de Atocha, en Madrid y fue inaugurado por los Reyes de España el 11 de junio de 1915.

Nació don Joaquín en Ibiza en 1841 en el seno de una familia de rancia tradición militar, pues su padre, Joaquín Vara de Rey y Calderón de la Barca (Antequera 1816-Madrid 1876) había combatido en la Primera Guerra Carlista, participado en la represión del pronunciamiento de Barcelona en 1843 y llegado a ascender al puesto de brigadier; y el padre de este, Joaquín Vara de Rey y Laget (Cádiz 1782-Madrid 1856), había combatido a los franceses durante la Guerra de la Independencia y también a los carlistas encuadrado en el Ejército del Norte, durante la primera contienda contra estos, llegando al empleo de coronel.

Si ambos antepasados habían cumplido su vida como militares en España, Joaquín Vara de Rey obtuvo sus mayores éxitos fuera de la Península. Tras graduarse como subteniente, con 18 años, en el Colegio de Infantería de Toledo, y combatir contra los cantones de Cartagena y Valencia durante la rebelión de los mismos, él también fue llamado a enfrentarse a los carlistas, en la tercera guerra que protagonizaron, donde ascendió a comandante para finalmente solicitar, en 1884, el traslado a las islas Filipinas. Tenía 43 años cuando tomó el mando del Regimiento de España, y seis más cuando fue nombrado gobernador de las islas Marianas primero y de Zamboanga (en Mindanao) después. Un año le duró el cargo, pues en 1891 volvía a España para ser gobernador de Ávila, puesto que dejó en 1895 para posteriormente, ya coronel, pedir el traslado a Cuba.

Voluntario en la isla, un año después fue comandante militar de Bayamo al mando del Regimiento de Cuba con el que combatió en la Batalla de la Loma del Gato contra el comandante rebelde José Maceo.

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La batalla, que tuvo lugar el 5 de julio de 1896, comenzó cuando los rebeldes, dirigidos nada menos que por el propio José Maceo, cruzaron la línea férrea de la Maya y se presentaron en el lugar llamado El Espartillo, donde se toparon con las avanzadillas de dos columnas españolas, comandadas por el general Tirso Albert y el coronel Vara de Rey. Según algunas fuentes el líder guerrillero no tenía un día demasiado activo, y aunque desplegó sus fuerzas para dar combate a los españoles, no lo hizo con tanto vigor como en otras ocasiones. El resultado fue que el ataque se demoró y la impaciencia lo llevó a dirigirse a la Loma del Gato con su escolta, exponiéndose en exceso al fuego y recibiendo un disparo en la cabeza. Tras ser sacado de primera línea, un médico mambí consiguió extraer la bala, pero Maceo no sobrevivió. La brillante actuación de Vara de Rey le valió su ascenso a general de brigada.

Los norteamericanos desembarcaron el 12 de Junio de 1898 en la bahía de Guantánamo. El desembarco fue penoso y los americanos, ante la decidida defensa española, fueron diezmados y no hicieron otra cosa que pegarse al terreno. De esta situación fueron salvados por las fuerzas rebeldes que atacaron las posiciones españolas desalojándolas de las alturas dominantes del lugar de desembarco. Según el almirante yanqui Mckeala, los cubanos habían ido a salvarlos del pánico en que se encontraban y así evitaron el desastre de las fuerzas desembarcadas.

El 24 junio de 1898, el desembarco estadounidense y su avance hacia Santiago llevaron al general Linares y Pombo, al mando de la plaza, a ponerlo al frente de la guarnición de El Caney, posición defensiva que se apoyaba sobre el fortín de El Viso con una guarnición de 550 hombres que no disponía ni de artillería ni de ametralladoras. El primero de Julio las tropas desembarcadas libraron los primeros combates por la toma de los fuertes de El Caney, El San Juan, El Viso y de Aguadores. Tenían como objetivo tomar las defensas exteriores de Santiago de Cuba y hacer efectivo el bloqueo a la ciudad.

Contra las fuerzas defensoras de El Caney y la Loma de San Juan, los yanquis desplegaron 15.000 soldados. El general en jefe americano destinó a la 2ª división del general Lawton, con 6.899 hombres, apoyados por la artillería del capitán Capron. Los americanos supusieron que los defensores huirían ante la manifiesta superioridad de los atacantes (10 a 1). Los españoles estaban armados con el fusil máuser y usaban pólvora que no producía humo al disparar mientras que los americanos usaban pólvora negra que dejaba un rastro de humo al disparar lo que facilitaba la puntería de los defensores. Bloqueados los atacantes por el fuego de los españoles, las baterías de Capron cambiaron de posición para atacar directamente el fuerte de El Viso que empezó a sufrir por los impactos directos que recibía.

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A las 12 horas, cesó el fuego y el General Vara de Rey comunicó al general Linares, jefe de las posiciones españolas, que siguiese resistiendo en su reducto. El fuego se reanudó a las 13 horas y el ataque principal se dirigió a la Loma de San Juan. Lawton recibió órdenes de abandonar el ataque a El Caney y apoyar el ataque a La Loma de San Juan, pero  este decidió continuar el ataque al reducto. El fuerte El Viso quedó destruido, a las cuatro, los yanquis lanzaron un furioso asalto que fue frenado en los muros derruidos del fortín con Vara de Rey dirigiendo la última resistencia del pueblo desde la Iglesia.

Los libros de historia no siempre cuentan la verdad y a veces presentan los acontecimientos manipulados y al servicio de intereses espurios. El caso del desastre del 98 es paradigmático de esta realidad. Jamás en la historia de España se ha mentido y manipulado tanto para engañar a las generaciones coetáneas y futuras. Si bien, a finales del siglo XIX, España era una potencia decadente, poseía un ejército infinitamente superior al estadounidense, y una flota como mínimo equiparable a la norteamericana y tecnológicamente superior1898 Crónica De una derrota Pactada 

A las cinco de la tarde, la fortificación fue tomada por los atacantes, Los pocos supervivientes, 84 soldados, se retiraron ordenadamente hacia Santiago dirigidos por el Teniente Coronel Puñet. Cuando el General Vara de Rey era retirado herido en una camilla, tanto el postrado general como sus cargadores fueron atacados a tiros por tropas de los insurrectos, o mambises. El general herido fue ejecutado en su camilla, y bajo el fuego de los rebeldes cubanos, sus camilleros abandonaron el cuerpo. Este tipo de ensañamiento de los insurrectos sobre los militares heridos fue bastante común durante la guerra de Cuba, como evidencia la tristemente famosa práctica de «enguasabar» a sus prisioneros, y hasta los actos evidenciados contra los supervivientes hispanos que lograron alcanzar la costa a nado, exangües y desarmados, tras el hundimiento de sus buques en la batalla naval de Santiago. Aquellos desdichados que sobrevivieron al hundimiento y quema de sus buques, y las hordas de voraces tiburones, fueron atacados a machetazos por grupos de mambises que los esperaban en las playas.

Abandonado su cadáver, no sería identificado hasta el día siguiente, y los propios norteamericanos se disculparían ante los españoles por la trágica muerte del general. “Lamento tener que comunicarle –escribió el general Shafter (jefe del cuerpo expedicionario norteamericano) al general Toral (defensor de Santiago de Cuba tras ser herido el general Linares)– el fallecimiento del general Vara de Rey, quien resultó muerto en el curso del combate del 1 de julio. Su cuerpo será enterrado esta mañana con honores militares. Su hermano, el teniente coronel Vara de Rey, está herido y se halla prisionero en mi poder, juntamente con el capitán Vara de Rey”.

“[…] desesperados, rodeados como estaban, mostraban un coraje y una indiferencia al peligro que recordaba a los defensores de Zaragoza y de Gerona. Se sabe que los soldados españoles han sido con frecuencia citados como modelo; pero en este caso desplegaron la misma fortaleza que cuando, hace centurias, la infantería española era considerada la más brava y mejor de Europa”, escribió el, entonces, periodista Henry Cabot Lodge. 

En la batalla murieron también, el capitán de infantería Antonio Vara de Rey, y su sobrino, el segundo teniente Alfredo Vara de Rey. Debido a su heroica actuación el general recibió a título póstumo la Cruz Laureada de San Fernando  por parte de España, mientras que, en reconocimiento de ese mismo valor, el ejército estadounidense enterró al general Vara de Rey con todos los honores. Pasando así a engrosar la lista de hombres y acciones que darían una imagen heroica del «soldado español» ante el público norteamericano de la época. Finalizada la guerra, sus restos serían repatriados a España en 1898 con la colaboración estadounidense.

España nunca fue tan cobarde como para no reconocer como tiránica dictadura el gobierno de Cuba, donde en una semana han “desaparecido”, al más puro estilo estalinista, cuatro generales. La explicación seguramente está en la composición frentepopulista del actual gobierno.

¡Entre bomberos no pisarse la manguera!

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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