Todavía con las secuelas del cansancio a las espaldas me dispongo a escribir una sencillísima reflexión sobre la I Peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad a Covadonga, en la que tuve la enorme dicha de participar y de recibir numerosas gracias espirituales y copiosos consuelos para el alma.
Desde hace meses sabía que tenía que estar ahí, que era un momento importante para la fe en nuestra patria. La peregrinación, como bien describe su propia web, busca contribuir a la restauración del espíritu de la Cristiandad —según las posibilidades y siempre con el auxilio divino—, que ha dado a la Iglesia y al mundo tantos santos, héroes y defensores de la Fe. Nos referimos al orden social cristiano, el cual no es posible sino comprometiéndonos en la restauración de todo en Cristo, comenzando por quienes peregrinamos, nuestras familias, y los diversos ámbitos de la sociedad en que nos movemos.
Fueron tres días muy intensos, en los que a muchos de nosotros se nos hizo extremadamente duro el camino por la longitud y exigencia y las consiguientes molestias físicas como rozaduras, sobrecargas y un sinfín de dolencias que endurecían mucho la marcha, especialmente en los últimos kilómetros. Una penitencia ofrecida con amor por la Iglesia y por la conversión de España. Aunque era un gozo indescriptible poder caminar 30 kilómetros entre rezos, cánticos y pías conversaciones, también charlas distendidas y amenas, con correligionarios con los que compartimos el mismo amor a Dios y a la patria española. Se dieron cita también hermanos portugueses y de diferentes países de la Cristiandad, principalmente de la España de ultramar. Todos unidos bajo el más grande ideal, nuestra santa religión. Se vivió la caridad fraterna compartiendo el alimento espiritual y material, el pan cotidiano del Sacrificio del Altar con la presencia real de Cristo y el que nos daban para reponer fuerzas físicas.
Una de las cosas que más me llamó la atención era como vibraban en los pueblos las gentes asturianas al paso de los más de 400 peregrinos, jóvenes en una buena proporción y muchas familias con niños pequeños que valientemente caminaron. Muchos de ellos portaban con orgullo estandártes y banderas de España con el Sagrado Corazón de Jesús, con la Cruz de San Andrés e incluso con la bandera de la Santa Inquisición, que llevábamos en el Capítulo de Nuestra Señora de Monserrat. Cada Capítulo llevaba presidiendo una Cruz. Incluso en la propia ciudad de Oviedo llamó mucho la atención la presencia de los numerosos peregrinos y la gente se emocionaba al igual que en los pueblos y casas rurales.
Muchos de ellos decían no haber visto nada parecido por esas tierras, otros recordaban épocas pasadas de mayor fervor y se retrotraían a su infancia. Veían en esos jóvenes abanderados y cantando en latín un signo de esperanza, al igual que en las familias numerosas el mayor alegato en defensa de la vida.
Era un deleite para las pupilas pasear por el paraíso natural astur, contemplando el verde tapiz de los montes bajo el cielo turquesa, que se encapotaba de plata por momentos. Pero sobretodo era un gozo para el alma ir rezando el Santo Rosario cantado o las Letanías de los Santos. También fue muy gozoso para el espíritu escuchar y cantar himnos religiosos y sanas canciones populares que emanaban espíritu de conquista y grandes hazañas bajo el blasón de Cristo Rey.
El plato fuerte del día era la celebración de la Santa Misa tradicional, solemnemente cantada, cuyos cánticos eran cuidados con el máximo esmero. Misas recias de campaña, ideales para los tiempos que corren. Los dos primeros días el Santo Sacrificio del Altar fue al poco tiempo de acabar la marcha, cuando la gente estaba más exhausta. Los sermones de los Padres fueron muy directos y certeros y nos dieron esperanza para superar los días que estamos viviendo, un soplo de aire fresco en medio de la tribulación.
En definitiva la peregrinación sienta un importante precedente y deseemos que tenga continuidad a lo largo del tiempo. Dios mediante en próximos días iré compartiendo con ustedes varios testimonios de los peregrinos, entre ellos varios sacerdotes.
Nuestra Señora de la Cristiandad, ora pro nobis.
Gracias a la organización por el ingente esfuerzo para regalarnos tres días de gloria en tierra de reconquista. Nobleza obliga a vivir con más fervor y entusiasmo.
Por Javier Navascués. Este artículo se publicó en infocatolica.com
COMPARTE:
EMBÁRCATE EN LA LUCHA CONTRARREVOLUCIONARIA: Si quieres defender la cristiandad y la hispanidad, envíanos tus artículos comentando la actualidad de tu país hispano, o colaboraciones sobre la fe católica y la cultura, así como reseñas de libros, artículos de opinión… Ya superamos las 12.000.000 de páginas vistas anualmente en todo el mundo, únete a nuestro equipo de voluntarios y difunde la verdad compartiendo en redes sociales, o remitiendo tus colaboraciones a redaccion@tradicionviva.es . Puedes seguirnos en Telegram: t.me/tradicionviva / Facebook: @editorial.tradicionalista / Twitter: @Tradicion_Viva / Youtube: youtube.com/c/tradicionvivaTv / Suscríbete a nuestro boletín digital gratuito, pulsa aquí.
TE NECESITAMOS: Somos un espacio de análisis lejos de los dogmas de la corrección política; puedes colaborar haciendo una DONACIÓN (pulsando aquí)